Pero te conocí, jugando a las escondidas... ♫
—Taylor Swift
Elisa Beltrán
octubre 2022 / sábado.
Llegamos al apartamento, y aun parece irreal el hecho de que mañana llegaran mis libros...
—Deja de pensar cafecita. —me dice mientras me quito el casco y se lo doy.
—Lo siento, es solo que... parece irreal esto —le digo— ¿Eres real?
—¿Qué? —pregunta con diversión
—Si, ¿Estás seguro de que eres real y no un robot?
—De echo soy un robot —piensa— o puede que sea una computadora, soy toda una ilusión... Solo soy ceros y unos en la computadora, un Erick totalmente fabricado.
—¿Estas bromeando cierto
—¿Tu qué crees? —pregunta divertida— Dios no lo puedo creer, Elisa. ¿Enserio crees que sea un robot —pregunta incrédulo-
—Bueno es que la forma en que lo dijiste hace pensar a muchos... —y en eso una risa ronca brota de su garganta, provocando que me ponga más nerviosa de lo que ya estoy.
—Sabes, me gusta tu forma de ser, me gusta ver que no eres como las demás chicas.
—¿No soy como las demás
—No, y para ser sincero no creo que lo llegues a hacer, pues tú tienes algo que llama la atención de muchas personas sin necesidad de que hables, ¿entiendes?
—Ah... creo que si...
Sonríe— Elisa, tú eres única y especial, la manera en cómo te expresas, ese brillo que aparece en tus ojos cuando hablas sobre lo que te gusta, toda tu, y... si tu llegases a cambiar... no sé qué hare en ese momento.
—¿Por qué
—Porque me estoy acostumbrando a tu manera de ser, que un cambio repentino en ti me volvería loco. —dice mirándome a los ojos— Cafecita, no cambies nunca por nada ni nadie, promételo.
—Lo prometo. —le sonrió.
Sin decir más, nos adentramos al elevador, y esperamos que marcara el piso donde estábamos Lucia y yo.
Una vez llegando, no sabía como despedirme de Erick, si le tenía que dar un abrazo o un beso en la mejilla, o no se...
Mas sin en cambio, este me dijo que una taza de café no le haría daño.
—De acuerdo, puedes tomar asiento el en sofá... y yo voy a poner la cafetera.
—Lo adecuado sería que te acompañe y así seguimos platicando un rato más.
Llegamos a la cocina él fue el que puso la cafetera, y pues me dijo que, aunque estuviéramos ya en el departamento, no quería decir que no fuera caballeroso, también dijo que aún nuestra cita seguía vigente, y que solo terminaría en cuanto dieran las 12.
De un momento a otro, entre risas y piropos, Erick se encontraba muy cerca de mí., que lo único que podíamos escuchar eran nuestras respiraciones. No sé quién de los os tomo el valor suficiente, pero... cuando menos lo espere ya tenía sus labios encima de los míos. El toque de ellos era dulce, cariñoso, como si quisiera guardar el momento en su memoria, le seguí el beso, pues de nada me servía seguir fingiendo que no me gustaba.
Tomo mi cara entre sus manos, y profundizó el beso, trataba de seguirle el ritmo, pero no podía, pues tengo que aclarar que soy inexperta en los besos.
El aire comenzó a hacernos falta, y esa fue nuestra señal para separarnos...
—Lo siento murmuré con los ojos cerrados, temía ver su reacción.
—Yo también lo siento —me dice— Pero el haber esperado tanto tiempo para haber probados tus labios. —lo último hace que habrá los ojos y lo observe me di cuenta de que él ya me observaba.
—¿Te vas a ir?
—¿Quieres que me valla? —pregunta con gracia.
—No, no... solo... —suspiro— ¿Quieres ver las estrellas conmigo?
—¿Ver las estrellas contigo? —asiento—Vale, pero que quede una cosa clara, no es necesario que salga para poder verlas, pues... cada vez que estoy contigo ellas aparecen. ¿A dónde las veremos?
—... En la azotea las veremos mejor. —murmuro.
—¿Azotea? Acaso has ido allá
—Si, suelo ir cuando quiero un poco de paz, y más si es con un libro.
—Lees es la noche.
—Si. Acaso no has escuchado que el mejor momento para poder leer es en la noche, cuando todo está en silencio, con café, musca, estrellas, la luna... ¡a! y también en los días lluviosos —menciono alegré.
—Okey, cafecita, vamos a la azotea.
Subimos al elevador y Erick marca el último piso, el recorrido es corto, y los nervios comienzan a aparecer, pues él será el primero que ver a mi espacio más íntimo.
Al llegar, la brisa de la noche nos recibe como un cálido abrazo, y es ahí donde una vez mas me siento libre, sin que nadie me diga nada.
—De acuerdo, estamos aquí —suspira— ¿Dónde podremos ver las estrellas? Lo digo porque aquí está haciendo frio, y no quiero que tomes un resfriado.
—Lo sé, es por eso que... —lo tomo de la mano— Vamos.
Avanzamos hacia atrás donde hay una esquina se encuentra un cuarto iluminado por la luz del pequeño foco que logra dar, al entrar, puedo observar la impresión en el rostro de Erick-.
— ¿Este lugar es tuyo? —asiento— Wow, es increíble, ¿Cómo lo has hecho?
La habitación es pequeña, pero cómoda, pues Julián, el dueño del departamento, me dijo que si me sentía cómoda en este lugar, lo podía hacer más mío, él y yo nos conocimos en la cafetería, pues en una ocasión e pidió ayuda para poder decirle a Katherine, que fuera su esposa, y está encantada acepto, de ahí nuestra amistad.
Hay una cama individual que ocupa mayor espacio, con unas almohadas que son muy cómodas adornándola, al lado de esta hay una ventana, que permite ver las estrellas, al igual que a la ciudad, arriba de esta, está un ligero de tres pizarras con mis libros favoritos, en el techo están colgadas unas lucecitas que alumbran la habitación, al lado de la cama esta un mueble donde hay una cafetera, y una pequeña silla. Sin duda cada vez que vengo a este lugar, le agradezco a Julián el haberse acorado de mí.