Selene
El café ya no humeaba, pero seguía aferrada a la taza como si el calor pudiera volver. El bar estaba más silencioso de lo usual, como si incluso los murmullos hubieran decidido respetar ese hueco que había quedado tras la puerta cerrándose.
—Mírate nada más. Hace días que no te veía por acá, jovencita.
Levanté apenas la vista. Hank venía con su andar lento, cargando una bolsa de panecillos. La dejó en la mesa sin decir nada.
—Buenos días —respondí, con un tono suave, apenas un intento de sonrisa.
—¿Te estás alimentando bien? —refunfuñó, pero sin dureza—. Porque pareces una ramita con pecas.
Antes de que pudiera decir algo más, sentí unos brazos rodeándome por detrás. Suaves. Cálidos. El olor a canela y flores de Sunny me envolvió como si quisiera protegerme con eso solo.
—Hola, cariño —susurró, dejándome un beso en la mejilla—. Estás aquí, eso ya es suficiente por ahora.
Tragué saliva. Miré mi café sin verlo.
No quería estar ahí. O sí. No lo sabía.
Solo sabía que lo extrañaba. Y que dolía, más de lo que estaba dispuesta a admitir. Como si algo me faltara y, al mismo tiempo, todo lo demás siguiera igual. Como si el mundo no notara que alguien se había ido.
—No entiendo por qué se lo llevan como si fuera un niño. Como si no supiera lo que quiere. Como si no pudiera quedarse.
Sunny se sentó a mi lado. No me apuró. Solo se quedó ahí, con una mano sobre la mía.
—A veces las personas que más fuerza tienen son las que más intentan controlar a otros para no mirar lo que no pueden manejar dentro suyo.
—¿Y eso lo hace justo? —pregunté, con la voz más baja.
Sunny deslizó la mirada hacia la ventana, donde la lluvia apenas marcaba líneas en los vidrios empañados. Luego volvió a mirarme. Con suavidad. Con una tristeza que no necesitaba disfrazar.
—No, cariño. No es justo.
Sacudió un poco la cabeza, como si también le doliera decirlo.
—No lo fue. Se lo llevaron como si fuera propiedad de alguien. Como si sus decisiones no contaran. Como si lo que encontró aquí no tuviera valor.
Bajé la vista a la taza. La rodeé con las manos, como si pudiera leer alguna respuesta en los restos de café frío. Pero no había respuestas. Solo un vacío tonto.
Como cuando uno despierta de un sueño bonito, y el pecho duele sin explicación. Sentía rabia. No por él. Sino por el mundo que lo rodeaba. Por ese sistema que parecía tragárselo, sin dejarle espacio para respirar.
Lo conocí en su pausa. En su refugio. Y ahora se lo llevaban de vuelta al ruido. Como si no importara todo lo que era cuando no tenía que fingir.
Y eso era lo que más dolía.
—No frunzas los labios, cariño —susurró Sunny, inclinándose apenas hacia mí.
—No lo estoy haciendo —murmuré sin mirarla.
—Claro que sí —afirmó Hank, desde su asiento al otro lado, sin levantar demasiado la voz—. Tienes esa arruguita entre las cejas. Siempre que estás aguantando algo.
Sunny soltó una risa bajita, de esas que acarician.
—¿Ves? Hasta Hank se da cuenta.
Volví a mirar la taza. Mis dedos la rodeaban como si pudiera absorber fuerza de ahí.
—Solo quiero entender qué fue lo que hicimos mal —dije, apenas un susurro.
Sunny me acarició el brazo, suave.
—No hiciste nada mal, Selene. Solo amaste a alguien que lleva mucho tiempo tratando de no perderse a sí mismo.
Tragué saliva. Miré mi taza ya tibia, sin saber qué responder.
—¿Y eso es malo? —pregunté, casi en un murmullo.
Sunny sonrió apenas, con esa ternura que le nacía sin esfuerzo. Su mirada se volvió un poco más luminosa.
—No, cariño. No es malo amar a alguien así. Pero a veces también puede doler. Porque cuando amas a alguien que aún está buscando su propia voz, su lugar en el mundo, su sombra y su luz a veces te toca esperar desde la orilla. Y eso puede sentirse como si estuvieras perdiendo algo, cuando en realidad lo estás cuidando.
Hizo una pequeña pausa, como si pesara cada palabra antes de dejarla caer.
—El amor no siempre se trata de quedarse donde duele. Pero tampoco de rendirse a la primera herida. Se trata de ver al otro sin pretender arreglarlo. Y tú, Selene, tú lo viste. Lo tocaste con los ojos. Y eso es más de lo que muchas personas pueden decir.
La miré sin poder responder. Algo dentro de mí se encogió, como si no supiera si querer llorar o abrazarla. Y justo en ese segundo, Hank interrumpió con su tono seco, casi como si le costara.
—El chico está ahí, en las noticias.
Mi pulso se aceleró al instante. Me giré en el taburete, sintiendo un nudo en el estómago que no supe de dónde había salido tan rápido. Sunny tomó el control remoto. Subió el volumen. La imagen de Nikolai bajando del auto apareció en la pantalla. Su hoodie gris, el gorro cubriéndole casi todo el rostro. A su lado, Helena caminaba con paso firme, ignorando a los periodistas.
—Esta mañana, Nikolai Sterling aterrizó en Londres, sin dar declaraciones a la prensa —decía la voz del noticiero—. En las imágenes se le ve acompañado únicamente por su representante, Helena Moore. Lo que más ha llamado la atención es la ausencia de su actual pareja pública, la modelo Daphne Crawford, alimentando rumores de un posible quiebre en la relación.
Editado: 30.07.2025