Un secretario muy especial.

Capítulo tres:

Tony acompaña a Helena hasta la salida, visiblemente desconcertado. En todos los años que lleva conociéndola, nunca la había visto tan alterada, y menos aún a su hermano. Aunque Alejandro puede ser difícil de tratar, jamás había sido tan irrespetuoso con una mujer. ¿Qué pudo haber pasado para que se enfrentaran de esa manera? Sin duda, Alejandro ha encontrado a alguien que le hace frente.

—No puedo creer lo que has hecho, Helena. Te has enfrentado a mi hermano.

—Lo siento, Tony, pero no podía permitir que me tratara de esa manera. Aunque sea Alejandro Montenegro, no tenía derecho —responde, todavía furiosa por la insinuación de ese hombre. La imagen que tenía de él se ha desmoronado por completo.

—Tienes razón, Hele, pero llamarlo amargado por culpa de una mujer fue un golpe bajo.

—Lo sé, Tony. Pero no puedo quedarme callada ante las injusticias.

—Me temo que ya no tendrás otra oportunidad en Ediciones Montenegro, y todo es por mi culpa —admite Tony con tristeza.

—¿Por qué dices eso? La que metió la pata fui yo.

—Si te hubiera escuchado desde el principio, nada de esto habría pasado. Tú no querías hacerlo, y yo te empujé a ello, dejando que Alejandro se formara una mala opinión de ti.

—No le des más vueltas, Tony. Trabajar con tu hermano era uno de mis sueños, pero después de ver lo déspota que es, ya no quiero saber nada de él.

—Alejandro no es tan cruel, solo que tocaste una fibra muy sensible.

—Puede ser, Tony, pero me acusó de aprovecharme de nuestra amistad. No podía permitirlo.

—Aunque, quizás, no todo esté perdido —añade el joven, sorprendiendo a Helena, quien lo mira con los ojos bien abiertos.

—¿A qué te refieres?

—El departamento de marketing, junto con Alejandro, quiere trabajar con Butterfly.

—¿Qué? —exclama Helena, incrédula.

Cuando comenzó como Butterfly, años atrás, y su carrera no despegaba, pensó en rendirse. Pero gracias al apoyo incondicional de sus padres, su perseverancia y talento la llevaron a convertirse en una escritora mundialmente reconocida. Sin embargo, jamás habría imaginado trabajar con Ediciones Montenegro. Es demasiado bueno para ser cierto, especialmente después de su enfrentamiento con Alejandro...

—Tu hermano no sabe que soy Butterfly. Si lo supiera, jamás aceptaría trabajar conmigo.

—No te preocupes por eso. Debes mantener el anonimato como hasta ahora, y usaremos esta oportunidad para darle una lección a Alejandro —dice Tony con un tono burlón.

—¿Una lección? —pregunta Helena, intrigada.

—Sí, Hele. Vamos a demostrarle la gran mujer que eres, sobre todo tu talento. Te aseguro que se arrepentirá de haberte perdido.

Después de despedirse de Tony y acordar una cena para los próximos días, Helena se dirige a la estación de autobuses más cercana, que afortunadamente está a solo unas cuadras. En el camino, su celular suena; es su madre, probablemente llamándola para saber cómo le fue en la empresa.

—Hola, mi querida Hele, ¿cómo estás? —pregunta su madre, Alicia, una mujer adorable, dulce y bondadosa.

—Hola, mamá, estoy yendo a tomar el autobús. Lamentablemente, no conseguí el puesto —confiesa Helena, con una pizca de decepción.

—Oh, hija mía, no te preocupes. Eres tan talentosa que estoy segura de que Ediciones Montenegro se arrepentirá de haberte dejado ir.

—Mamá... en realidad, fui yo quien metió la pata. Me peleé con Alejandro Montenegro...

—¿Qué hiciste que, hija? —pregunta su madre, sorprendida. Conoce el carácter de Helena, una joven dulce y tranquila, pero que se convierte en una leona ante las injusticias.

—Mamá, Tony me ofreció una reunión privada con su hermano y acepté, aunque sabía que no estaba bien... Tú sabes lo que Alejandro Montenegro significaba para mí...

—¿Significaba...? ¿Qué pasó, Helena?

—Ese hombre es un déspota, mamá. Frío, arrogante, amargado, y me acusó de aprovecharme de la amistad de Tony para entrar en la empresa, algo que jamás haría... Y bueno, ante esa injusticia, me enfurecí y le dije todo lo que pensaba de él...

—¿Le dijiste a Alejandro Montenegro que era un amargado? —exclama su madre, con una mezcla de sorpresa y orgullo.

—Sí, mamá, no podía permitir que me tratara así.

—Eres muy valiente, mi niña... Nunca olvides que, además de ser una gran editora, eres Butterfly. No dudes jamás de tu talento.

—Mamá, pero hay algo más... —confiesa Helena— Ediciones Montenegro quiere trabajar con Butterfly... ¿Sabes lo que eso significaría?

—Sí, hija, sería la mejor oportunidad de tu vida. Solo que...

—Debo mantenerme en el anonimato. Si Alejandro Montenegro descubre que soy Butterfly, no aceptará trabajar conmigo.

—No te preocupes por eso, Hele. Cuando llegue el momento, encontraremos una solución. Ahora debo irme, hija, tu padre me necesita. Te manda un beso y dice que te llamará más tarde.

—Gracias, mamá, los amo. Son los mejores —saluda Helena, sintiendo un nudo de nostalgia en el pecho.

—Y tú eres la mejor hija. Te extrañamos, amor. Ven a visitarnos cuando puedas.

—Lo haré, mamá, muy pronto.

Helena cuelga la llamada y está a punto de llegar a la estación cuando nota que una anciana, que camina por el parque, parece estar mal, llevándose la mano al pecho. Acostumbrada a reconocer estos síntomas debido a la enfermedad cardíaca de su padre, se da cuenta de que si no actúa rápido, la señora podría estar sufriendo un infarto.

Rápidamente, saca su celular y llama a emergencias mientras se acerca con cautela a la anciana para no alarmarla.

—Señora, ¿se siente bien? —Lucía, con las pocas fuerzas que le quedan, se sienta en un banco cercano—. No se preocupe, ya llamé a emergencias, estarán aquí en un momento.

—Gracias, niña, pero... debo comunicarme con mis nietos —en ese instante, Helena se da cuenta de que la anciana es nada más ni nada menos que Lucía Montenegro, la CEO de Ediciones Montenegro y abuela de Tony.




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