Un secretario muy especial.

Capítulo nueve :

Los días pasan rápidamente. Tony y Lucía dedican varias horas al día para entrenar a Helena. Le enseñan desde cómo impostar la voz hasta cómo comportarse en presencia de otros hombres.

Fueron de compras. Adquirieron trajes elegantes para el trabajo y ropa casual para eventos fuera de la oficina. También compraron una peluca marrón de cabello corto y unos bigotes postizos negros que se adhieren con facilidad.

Aunque la situación parece irreal, Helena está más decidida que nunca. Sabe que cuenta con el respaldo de Tony dentro de la empresa, quien podrá ayudarla si algún error amenaza con revelar su identidad.

Mientras tanto, Alejandro sigue sin rendirse con Butterfly, pero siempre recibe la misma respuesta. Esto lo desespera; nunca antes había tenido que rogar para que alguien aceptara trabajar con él.

En dos días, Martín Gutiérrez será presentado a la familia Montenegro, y Helena se siente lista para interpretar el papel más importante de su vida.

—¿Estás lista, Helena? —pregunta Lucía, observando a la joven, que luce un traje gris, una corbata azul a rayas, la peluca y los bigotes cuidadosamente colocados. Está orgullosa; Helena ha hecho un trabajo impresionante. Aunque su delicado rostro aún revela algo de feminidad, Lucía está segura de que nadie sospechará nada.

—Sí, Lucía. Nunca me sentí tan preparada.

—Eso quería oír. Has trabajado duro, y estoy segura de que nadie descubrirá tu verdadera identidad.

—Si fuera mujer, me enamoraría de ti —bromea Tony—. Helena, eres hermosa incluso disfrazada de hombre.

—¡Ya, Tony! No me avergüences...

—Te ves increíble, Helena —añade Lucía, sonriendo—. Mañana comienza nuestro plan. Martín Gutiérrez será el nuevo editor en jefe de Ediciones Montenegro, y nadie tendrá la menor idea de lo que estamos haciendo.

—Abuela, te estás olvidando de algo —le recuerda Tony, con una sonrisa.

—No te preocupes, cariño, no he olvidado nada. Helena, toma esa caja de regalo que está sobre la mesa.

—¿Un regalo? ¿Para mí? —pregunta Helena, sorprendida. Abre la caja con cuidado y encuentra unas llaves en su interior—. ¿Es un coche? —pregunta, aún incrédula.

—Sí, querida. Te lo mereces. Es un adelanto de lo que ganarás en Ediciones Montenegro.

—Lo siento —responde Helena, devolviendo las llaves—, pero no puedo aceptarlo. Es demasiado.

Lucía se levanta con calma, toma las llaves y las coloca en las manos de Helena, cerrándolas con cariño.

—Acéptalo, Helena, por favor.

—Pero, Lucía...

—Hagamos un trato. Tómalo como un préstamo. Cuando Butterfly pueda comprarse uno, me lo devuelves, ¿te parece bien? —dice Lucía, con una sonrisa cálida.

—Está bien, Lucía, bajo esa condición lo acepto —responde Helena, sonriendo también.

—El coche está en el estacionamiento de tu departamento. Si te lo llevas ahora, podrían reconocerlo y vincularlo con Helena nuevamente.

—Gracias, Lucía. Sin ti, nunca habría llegado tan lejos.

—Te espero mañana, Martín Gutiérrez. Ediciones Montenegro se rendirá a tus pies.

Después de cambiarse y volver a ser Helena González, se despide de Tony y Lucía para regresar a su casa. Sin embargo, antes de salir, se topa con Alejandro, quien acaba de terminar su rutina de ejercicios. Se ve relajado, y Helena no puede evitar admirar su físico, esculpido como si hubiera sido moldeado por los mismos dioses. Pero su falta de discreción no pasa desapercibida, y una sonrisa cínica se dibuja en los labios de Alejandro.

—Cuando la abuela dijo que tendría que acostumbrarme a tu presencia, tenía razón. Has estado aquí toda la semana.

—¿Y eso qué te importa? No vengo a verte a ti —responde Helena, irritada.

—¿Estás segura? Porque toda la semana te he pillado observándome... ¿Te gustó lo que viste? —bromea Alejandro, con una sonrisa maliciosa.

Esa pregunta hace que Helena se ponga completamente roja y tartamudee, incapaz de comprender por qué ese hombre le provoca semejantes reacciones.

—Yo… No te estaba mirando… solo pasaba por aquí… ¿Quién te crees que eres? ¿El hombre más sexy del mundo? —responde, intentando recobrar la calma.

—Por la forma en que me miras, parece que eso es lo que piensas —replica Alejandro, riendo—. Pero tranquila, no quiero pelear contigo. Creo que deberíamos llevarnos mejor.

Ese comentario sorprende a Helena. Lo mira a los ojos, y Alejandro, atrapado en su mirada, queda cautivado. Jamás había visto unos ojos tan hermosos. Pero Helena rompe el contacto rápidamente, sintiéndose incómoda:

—Si crees que llevándote bien conmigo Butterfly aceptará trabajar contigo, estás muy equivocado.

—¿Te ha hablado de mí? —pregunta Alejandro, curioso.

—Sí, me dijo que eres muy insistente, pero hagas lo que hagas, nunca aceptará.

—¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo trabajar para Ediciones Montenegro? Todo escritor sueña con eso. No lo entiendo. Tú, que la conoces tan bien, ¿sabes por qué se esconde?

—Ya se lo has preguntado antes —responde Helena, esquivando la pregunta.

—Sí, pero quiero escuchar tu versión. Eres su amiga… ¿Es posible que tenga alguna discapacidad que no quiere mostrar?

—Butterfly no tiene ninguna discapacidad —dice Helena, sintiendo un nudo en la garganta—. Simplemente quiere ser reconocida por sus palabras, no por su imagen.

—Y lo logrará. Sus novelas son tan emotivas que hasta los hombres más duros no pueden resistirse a ellas.

—¿Tú también te emocionas? —pregunta Helena, sorprendida, mirándolo directamente a los ojos.

—Deja de mirarme así, Helena —murmura Alejandro, ahora incómodo, retirándose rápidamente.

Helena se queda pensativa. ¿De verdad las novelas de Butterfly logran conmover al frío Alejandro Montenegro?

***

A la mañana siguiente, Helena se despierta con el sonido de su alarma. Después de una ducha rápida, se viste como Martín Gutiérrez. Nunca había estado tan nerviosa. A pesar de su determinación, las dudas la invaden. ¿Y si no logra convencer a los hermanos Montenegro? ¿Y si fracasa en el papel de editor en jefe?




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