Un nuevo día comienza en Ediciones Montenegro. Hace casi un mes que Helena, bajo la identidad de Martín Gutiérrez, trabaja como asistente de Alejandro, quien está a punto de asumir el puesto de Ceo, finalizado el cumpleaños de su abuela.
Al principio, ser Martín fue solo un rol que debía interpretar, pero ahora, este personaje se ha convertido en algo más profundo para Helena. A través de él, ha descubierto una faceta distinta de Alejandro Montenegro, una que contradice la imagen que siempre tuvo de él. Aunque no quiere admitirlo, Tony tenía razón: Alejandro ha sido un jefe impecable y, sobre todo, un buen amigo. Si tan solo pudiera dejar de despreciar a Helena y entender que ella no es su enemiga…
Tras estacionar el auto, Helena baja con una caja de cafés para sus compañeros y su jefe. Al entrar en la oficina, Tony se acerca con una sonrisa y le quita la caja de las manos.
—Hoy estamos de suerte, Martín nos trajo el desayuno —anuncia en voz alta, provocando aplausos y sonrisas de los colegas.
—Hola, Martín —lo saluda Esteban, uno de los ayudantes más cercanos—. Alejandro está en su oficina, te está esperando para presentarte a alguien importante. ¿Te ayudo a repartir los cafés?
—Gracias, Esteban. Me llevaré solo tres —responde Martín, tomando los vasos y golpeando con suavidad la puerta de la oficina de Alejandro.
—Adelante —responde Alejandro al otro lado.
—Hola, Alejandro —saluda, llamándolo por su nombre, con confianza, algo que al principio le costaba, pero que ahora maneja con naturalidad.
—Martín, quiero presentarte a alguien especial —dice Alejandro, invitándolo a acercarse. Frente a él, una mujer está de espaldas. Helena deja los cafés sobre la mesa y se coloca junto a su jefe. Al girarse la mujer, Helena la ve por primera vez: una rubia de ojos azules impresionantes, con una sonrisa encantadora y un porte que desarma. Todo en ella irradia confianza y belleza, una combinación tan distinta a la propia de Helena, que por un momento se siente pequeña—. Te presento a Micaela Sánchez. Es una escritora muy popular que acaba de unirse a la editorial, pero, además, es una vieja amiga de la infancia. Nos criamos juntos hasta que se fue a estudiar lejos.
Helena siente una punzada de incomodidad al notar cómo Alejandro mira a Micaela, incapaz de disimular su atracción, una que es mutua.
—Un gusto, señorita Micaela. Soy Martín Gutiérrez, futuro editor en jefe de Ediciones Montenegro —se presenta Helena, tratando de mantener la calma.
—El gusto es mío, Martín. Alejandro me habló mucho de ti, y estoy segura de que haremos un gran equipo —responde la mujer con una sonrisa cálida.
—Será un placer trabajar juntos. Traje café, por favor, sírvanse —añade Martín, ofreciendo los vasos.
—Gracias —dice Alejandro, tomando uno de los vasos.
—Qué lindo detalle, muchas gracias —agrega Micaela, aceptando el suyo.
Martín se sienta en un sofá cercano, observando la interacción entre ellos. A pesar de que Alejandro suele ser cauteloso y algo distante con las mujeres, resulta evidente que Micaela lo tiene fascinado. Helena no lo culpa. Esa mujer, con su carisma y atractivo físico, podría captar la atención de cualquiera.
—Micaela, no te preocupes. Martín hará un excelente trabajo con tu novela, y después hablaremos con Luciano para organizar la campaña publicitaria —comenta Alejandro, dirigiéndose a su colega.
—¿Martín? —lo llama de nuevo al ver que no responde—. ¡Martín!
—¿Qué? Perdón, estaba distraído —se excusa, intentando ocultar su nerviosismo.
—No pasa nada —responde Alejandro con una sonrisa cómplice—. Mica, si te parece, lo dejamos por hoy. Tenemos una reunión importante en breve.
—Claro, Ale. Gracias por darme esta oportunidad. No te voy a defraudar —dice Micaela, poniéndose de pie y extendiendo la mano a Alejandro, quien la acepta con calidez.
—Estoy seguro de ello. Conozco tu talento y sé que llegarás lejos —responde Alejandro, con una mirada que refleja su aprecio.
—En la semana me pondré en contacto con Tony para enviarle mi manuscrito —añade. Al escuchar a Micaela mencionar a Tony con tanta familiaridad, Helena comprende que esta mujer tiene un lugar más profundo en la vida de los Montenegro del que ella imaginaba—. Martín, un gusto conocerte. Nos veremos pronto —se despide, estrechándole la mano.
Helena no puede evitar sentir simpatía por Micaela, a pesar de que esa simpatía le genera una incomodidad que no sabe explicar. Cuando la joven finalmente se va, Alejandro regresa y encuentra a Martín inmerso en sus pensamientos.
—Vaya, parece que Micaela te dejó sin palabras —bromea, riéndose.
Helena siente cómo el calor sube a sus mejillas y comienza a tartamudear.
—¿Qué? No, no es eso…
—Tranquilo, puedes confiar en mí. Esto queda entre nosotros —dice Alejandro, guiñándole un ojo.
—De verdad, no es lo que piensas. Sí, es una mujer muy atractiva, pero no… —intenta aclarar, pero sus palabras no logran convencerlo.
—¿Te gustan los hombres? —pregunta, con una mirada escrutadora.
—No, no… es que ya hay alguien en mi vida —miente Helena, tratando de salir del embrollo.
—¿Tienes novia y no me lo has contado?
—No exactamente. Es mi mejor amiga… aunque…
—Estás enamorado de ella —concluye Alejandro, con una sonrisa triunfante.
—Sí, pero no tengo ninguna oportunidad. Helena me ha puesto en la friend zone —admite Helena sin pensar.
—¿Helena? ¿Helena González? —pregunta Alejandro, sorprendido. No puede ni quiere creer que sean la misma Helena.
—Sí… ¿la conoces? —pregunta Martín, fingiendo inocencia.
—Por desgracia —responde Alejandro, visiblemente incómodo—. Helena González y yo no nos llevamos bien, es complicado.
—Lo sé, pero te aseguro que Helena es una buena persona, solo tiene un carácter fuerte.
—Eso es precisamente lo que me llama la atención de ella —confiesa Alejandro—. Es una mezcla curiosa de fuerza y vulnerabilidad. Pero no quiero hablar más de ella, tengo bastante con Tony y mi abuela adorándola.