Alejandro observa a Martín detenidamente a los ojos, sin duda puede ver confusión en ellos. Nota a la legua que está sufriendo por amor y sabe que tiene que hacerle entender que Helena no le interesa y que no se casaría con ella, menos si eso significa el dolor de su amigo.
—Escúchame, Martín —exclama Alejandro, levantándose de su asiento para acercarse al joven y darle ánimo, dándole un golpe amistoso en la espalda—. A mí Helena no me interesa, es solo una idea de mi abuela para casarme con ella, pero no lo haré, menos viéndote sufrir de esta manera.
—Alejandro, yo sé que Helena no me quiere y no me querrá nunca. Me ve solamente como su amigo, no puedo aspirar a su amor —confiesa Martín con dolor, volcando sus propios sentimientos.
—Martín, eres aún muy joven, eres atractivo, no debes sufrir tanto por una mujer. Te aseguro que no lo vale. Tengo una idea... ¿qué te parece si esta noche vamos por unos tragos? Puedo decirle a Luciano y a Tony que nos acompañen —sugiere Alejandro, preocupado por los sentimientos de Martín. Verlo así hace que su corazón se conmueva y logre ver más allá de su habitual coraza de hielo. Solo debe confiar en que Tony los acompañará, o se sentirá fuera de lugar entre tantos hombres.
Finalizada la jornada de trabajo, Helena regresa a su casa. Después de darle de comer a su gatito, se da una ducha relajante y toma su celular, encontrándose con un mensaje de Alejandro.
—Hola, butterfly, ¿cómo estás? —saluda con respeto. Necesita encontrarse con ella. Hay algo en esa mujer que lo tiene cautivado, a pesar de no conocerla en persona. Solo con sus palabras, no puede evitar escribirle todos los días. Hace mucho tiempo que no sentía esta sensación por una mujer, una que ni siquiera conoce su rostro ni su edad.
—Hola, Alejandro. Estoy muy bien, trabajando en mi novela. ¿Qué necesitas? —contesta un poco fría, consciente de sus intenciones.
—Butterfly, solo estoy ansioso por conocerte. Hay algo en ti, no sé cómo explicarlo, que me tiene cautivado. No sé si son tus palabras o todo tú —confiesa Alejandro, dejando su corazón al descubierto.
—Entiendo que te sientas así, muchos fanáticos sienten lo mismo...
—No es solo fanatismo, butterfly, necesito conocerte en persona.
—Aún no es el momento, Alejandro. Cuando esté preparada, lo haré —añade, despertando más su curiosidad.
—¿Quiere decir que lo tienes pensado? —pregunta emocionado.
—Quizás en un futuro no muy lejano, cuando termine mi nueva trilogía.
—¿Ya pensaste en trabajar con nosotros? —insiste Alejandro. No se cansará de intentarlo. Está convencido de que butterfly trabajará con él o renunciaría a su puesto de CEO en Ediciones Montenegro.
—Lo estoy considerando. Helena insiste como tú... así que, si decido trabajar con ustedes, serás el primero en saberlo.
—Gracias, butterfly. Sé que trabajarás conmigo. Confío en que eres inteligente y sensata. Sabes que es lo mejor para tu carrera y llegarás mucho más lejos.
—Alejandro, debo irme. Adiós —se despide fríamente, dejándolo confundido. ¿Acaso butterfly lo odia o simplemente es así con las personas? Ahora tiene aún más intriga por conocerla personalmente.
Después de dejar de responderle a Alejandro, Helena vuelve a ponerse la ropa de Martín, ya que Tony pasará por ella en un rato.
Media hora más tarde, Helena y Tony están en el auto rumbo a un bar. Mientras conversan:
—¿Estás preparada para seguir actuando como Martín toda la noche? —pregunta su amigo, burlándose.
—No te burles, Tony. No tenía alternativa, no podía decirle que no...
—Sabes que sí podías, solo que quieres estar cerca de mi hermano, y lo entiendo —exclama con una sonrisa pícara en el rostro.
—Tony... claro que no. Alejandro me odia, piensa que soy Martín y que estoy triste porque escuché la conversación donde tu abuela le decía que se casara con Helena...
—Es tu culpa, le dijiste que Martín estaba enamorado de Helena.
—Lo sé, pero me agarró desprevenida. No sabía qué decirle... —exclama confundida. Todo esto de Martín Gutiérrez se está saliendo de control, y no sabe cuánto más podrá disimular sus sentimientos hacia Alejandro—. Solo te pido que no te separes de mí en toda la noche.
—Tranquila, amiga. Cuidaré de ti y te llevaré sana y salva a casa.
Minutos después, ambos llegan al bar. Entre copas y charlas, Alejandro y Helena terminan un poco ebrios, sacando a flote sentimientos que sobrios no expresarían.
—Dime, Alejandro, ¿por qué eres así con las mujeres? —pregunta Helena por curiosidad. Ella no está tan ebria como él y desea sacarle algunas confidencias.
—Ay, Martín... sabía que tarde o temprano me preguntarías...
—Es por esa chica... Ali...
—No la nombres. Solo escuchar su nombre me descompone —exclama Alejandro, todavía dolido por esa mujer déspota y cruel que le arruinó la vida.
—Cuéntame, confía en mí...
—Martín... esa mujer me ha hecho mucho daño. Jamás se interesó en mí, solo en mi dinero —confiesa con el alma dolida, recordando esos momentos tan duros que vivió tras su abandono.
Helena lo mira a los ojos, viendo dolor, frustración y desconfianza en ellos. Siente compasión por Alejandro; no debe haber sido fácil para él ser una figura pública desde pequeño, con personas que solo se acercaban por interés.
–Alina...– por fin logra pronunciar el nombre a duras penas, tomando la copa entre sus manos, moviendo el vino de un lado para el otro, intentando concentrarse en la bebida morada. –Ella había sido mi amiga durante mucho tiempo, fuimos a la escuela juntos y, cuando llegamos a la adolescencia, nos hicimos novios. Pero algo en ella había cambiado. De niña era una mujer sencilla, transparente, mi mayor confidente. Pero poco tiempo después de convertirnos en pareja, ella cambió o mostró su verdadero ser. Comenzó a comportarse como toda una mujer materialista; sin embargo, a mí no me molestaba. Amaba estar con ella, era mi compañera de viajes, teníamos una relación de confianza muy amena, y llenarla de regalos era un placer para mí... hasta que...– en ese momento, Alejandro bebe todo el vino de la copa de un sorbo, como si lo necesitara todo de golpe para confesar lo que sigue, para que todo doliera menos.