Un secretario muy especial.

Capitulo veintiuno:

—Me imagino de lo que quieres hablar conmigo. Solo déjame decirte que mi abuela me está obligando… —se excusa Tony.

—¿Obligándote? —pregunta Helena, sorprendida—. ¿A tal extremo ha llegado Lucía para llevar adelante su plan?

—Se podría decir que sí. Me dijo que si fingía ser tu novio unos días, para darle celos a Alejandro, me ayudaría con mi novela. Y tú sabes cuánto deseo que mi novela sea publicada.

—No puedo creer que Lucia esté llegando tan lejos... Esto se está saliendo de control.

—Mi abuela apuesta todo por ti, quiere que seas una Montenegro, y estoy seguro de que su plan funcionará.

—Alejandro no me quiere. No sé cómo hacerles entender... Además, hay un problema —añade Helena, sin saber cómo salir del lío en el que se ha metido por no poder decir que no.

—¿Qué ha sucedido? —pregunta Tony, concentrado en la carretera, pero sin dejar de escuchar a su amiga.

—Alejandro me llamó hace un momento. Le pidió a Martín que asista a la cena familiar —confiesa Helena, llevándose las manos a la cabeza.

—Imagino que le has dicho que no…–exclama Tony abandonando, por un momento su mirada de la carretera para observar a su amiga.

—Sabes que no puedo decirle que no a Alejandro. No sé qué voy a hacer, no sé cómo actuar como Martín y como Helena sin que sospeche.

—Helena, te has vuelto loca —exclama Tony.

—No más loca que tu abuela y ese absurdo plan que tienen... Necesito que me ayudes, Tony.

—Tranquila, lo solucionaremos. Yo te ayudaré–manifiesta el joven intentando tranquilizarla.

Después de varios minutos en la carretera, finalmente llegan a la mansión Montenegro. Por un momento, Helena se siente cohibida, avergonzada por su cambio, pero Tony la toma de la mano y entran juntos a la casa, donde todos los invitados están reunidos en la sala.

—Buenas noches —saluda Helena.

Todos dirigen su mirada a la joven que acaba de entrar por la puerta, incluido Luciano, quien no puede creer el cambio que ha sufrido Helena. Alejandro, que no presta atención a su llegada, sigue mirando el celular hasta que Luciano lo codea para llamar su atención. Alejandro levanta la vista y queda boquiabierto. No puede creer lo que ven sus ojos: ¿esa mujer es Helena? Jamás había visto a alguien tan hermosa. El vestido que delinea su figura, el maquillaje que resalta su piel y sus ojos, y ese peinado que enmarca su rostro hacen que la imagen sea increíble. ¿Quién imaginaría que detrás de esa joven desaliñada se escondía alguien tan asombrosamente bella?. Sin dudas, su belleza le hace recordar a Alice.

—Alejandro, ¿sucede algo? —pregunta Lucía al notar con entusiasmo la reacción de su nieto. Alejandro se ha quedado mudo, y eso es señal de que el plan está funcionando. Ahora viene la parte más importante, piensa Lucía: la confesión de Tony frente a toda la familia.

—No, abuela, no sucede nada, solo me sorprendí, eso es todo.

—¿Verdad que Helena se ve increíble? —exclama Tony, mirándola a los ojos, fingiendo amor y sin soltar su mano.

—Realmente te ves bellísima, Helena —manifiesta Luciano—. Estoy seguro de que esto fue obra tuya, Mica.

—Así es, y estoy muy orgullosa de lo que he logrado. Te dije que ese vestido te quedaría increíble, Hele. Por favor, siéntense, aún falta para la cena.

Tony, sin soltar la mano de Helena, se sienta junto a ella, esperando el momento oportuno para comenzar con el plan.

—Familia, hay algo que debo confesarles. En realidad, debemos confesarles... —añade Tony, un tanto nervioso. Fingir sentimientos de amor hacia su mejor amiga no es sencillo.

—¿Qué sucede, Tony? —pregunta Luciano, ansioso, sin esperarse la respuesta que escucha a continuación.

—Familia, queríamos contarles que con Helena hemos formalizado nuestra relación. Ella y yo somos pareja —confiesa Tony, observando cómo las caras de sorpresa se dibujan en todos los presentes, incluido Alejandro, que no ha dicho una palabra desde que vio entrar a Helena.

—Qué bueno, mi querido Tony. No sabes lo feliz que haces a tu abuela —finge Lucía, viendo el rostro desencajado de Alejandro—. Finalmente, Helena será una Montenegro —añade la anciana, acercándose a Helena para abrazarla con un cariño muy sincero—. Estoy muy feliz por ustedes.

—Qué alegría, Helena. Los felicito a ambos. Saben que los quiero mucho y les deseo lo mejor —añade Micaela, fingiendo sorpresa.

—Tony, Helena... La verdad no me lo esperaba, pero si ambos son felices, cuentan conmigo para ser el padrino de la boda —exclama Luciano, con una sonrisa genuina.

—Alejandro, ¿no vas a felicitar a tu hermano? —pregunta Lucía, sabiendo que está jugando con fuego.

—¿Por qué debería felicitarlos? Ellos son los tontos que se ponen de novios. El amor no sirve para nada. Allá ellos si quieren sufrir —confiesa Alejandro, dolido, levantándose del sofá para ir al minibar. Necesita algo fuerte para soportar la situación.

Helena, confundida, susurra: —Creo que se nos fue un poco la mano.

—No, Helena. Estuviste increíble. Alejandro está celoso, lo conozco. El plan está saliendo a la perfección.

–¿Qué plan? –pregunta Luciano, mirando a su abuela–. ¿Quiere decir que su pareja es…?

–Es falsa, mi niño. Solo estamos intentando que Alejandro abra los ojos y se dé cuenta de los sentimientos que tiene por Helena.

–Es una locura, abuela…–exclama el joven observando a la anciana, al parecer feliz con su descabellado plan.

–Yo les dije lo mismo, pero nadie me escuchó –añade Helena.

–Es verdad que Alejandro se comportó de una manera muy extraña, hasta se podría decir que estaba celoso, pero si llega a enterarse de esta locura, se enojará mucho contigo y con Helena. Al final, tu plan habrá fracasado.

–Tranquilo, Lu, tengo todo bajo control.

–Espero que así sea, abuela.

En ese momento, entra un mensaje al celular de Martín, y a Helena se le desfigura la cara. No puede disimular, pero tampoco puede hablar frente a Luciano.




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