Un secretario muy especial.

Capitulo 26:

Después de varios segundos sin poder responder, por el nudo que se había formado en su garganta, finalmente lo hace, pero ya no tiene fuerzas para seguir fingiendo, por lo que responde con su voz, con la voz de Helena:

–Alejandro, soy Helena... –Del otro lado no recibe respuesta inmediata, solo puede escuchar el sonido de la respiración, algo que denota que la persona está muy nerviosa.

–Helena, ¿no solo usas el auto de Martín, también su teléfono?

–No es así, Alejandro. Martín olvidó su teléfono aquí, solo respondí porque eras tú.

–Necesito hablar con él, Helena, ¿puedes decirme cómo lo ubico? –pregunta un tanto exasperado. Aún no puede olvidar la conversación que tuvo con Tony hace unos minutos, algo le dice que estos dos se traen algo entre manos.

–Alejandro, no quiero pasar por encima de Martín, pero lo mejor sería que hablen mañana en la oficina. Hoy estaba muy consternado, avergonzado... déjalo pensar muy bien las cosas, no es fácil lo que hizo.

–Helena, creo que por primera vez te daré la razón. Será mejor que mañana hable con él; seguro ya está descansando. Por favor, devuélvele el teléfono porque necesito comunicarme con él mañana, por asuntos de negocios.

–Lo haré, no te preocupes. Adiós, Alejandro. –Helena está por cortar la llamada cuando él, sorpresivamente, la detiene.

–Espera... Creo que tú y yo debemos hablar, Helena... –Ahora es él quien desea hablar con ella. Muy bien, piensa, no se la va a poner tan fácil.

–Dijiste muy bien que no teníamos nada de qué hablar y que no tenías tiempo para perderlo conmigo, ¿o no lo recuerdas? –exclama, aún dolida con esas palabras.

–Siento que fui muy grosero contigo, perdóname. Es que me confundes, Helena –confiesa, haciendo que ella abra sus ojos de par en par, escuchando la conversación–. Me confundes de una manera que no logro explicar. No sé si es por la insistencia de mi abuela o porque realmente tengo sentimientos hacia ti, pero no dejo de pensarte... Siento que me voy a volver loco.

–Alejandro... Yo... En unos días me voy a mi pueblo. Mi padre ha tenido un accidente y mi madre necesita ayuda. Quizás no vuelva nunca más a la ciudad –confiesa, deteniendo el auto. Ya no puede seguir manejando más, necesitaría a Tony a su lado dándole fuerzas.

–¿Por qué me dices eso, Helena? –pregunta Alejandro, totalmente afectado por las palabras de ella, aunque no quiera admitirlo.

–Creí que necesitaba decírtelo. Adiós, Alejandro, que tengas buenas noches. –Helena corta rápidamente la llamada sin darle tiempo de contestar. Necesita volver a casa, meterse bajo las cobijas y no levantarse por una semana. Se siente triste y deprimida, sufriendo por un amor imposible, aún más imposible, a base de mentiras y engaños.

Al otro día, un poco más repuesta, se levanta de la cama, desayuna un café bien cargado y se pone su ropa de Martín. Quién diría que son sus últimos días... Quizás podría llegar a extrañarlo. Como Martín ha hecho cosas que como Helena no se ha animado, siente que eso se va con él.

Se sube a su auto y se dirige al trabajo. Después de un tráfico ajetreado, y por primera vez tarde, llega a Ediciones Montenegro.

Allí la espera Tony, con una cara de pocos amigos, al parecer enojado:

–Escucha, Martín, aún sigue la foto y el rumor entre los empleados. Tú no les prestes atención. Aunque sabemos que fue Ricardo, no podés actuar contra él sin pruebas. Desde el departamento de informática están intentando solucionarlo.

–Gracias, Tony –saluda Helena con una sonrisa.

–Te ves mucho mejor que ayer –comenta, devolviéndole la sonrisa.

–Quizás sea porque son los últimos días de vida de Martín Gutiérrez –añade, contenta y con más energías de lo habitual.

–Realmente te ves mucho mejor, y me alegro por eso. Martín, Alejandro nos espera en la sala de juntas. Faltan solo dos días para la fiesta de despedida y aún falta por organizar.

–Tony, sabes que somos un gran equipo juntos. En la universidad lo éramos; también lo seremos organizando fiestas.

–Así es, amiga.

–Tony, hay algo que no te he dicho... –acota Helena, que había olvidado por completo contarle sobre la invitación de su hermano.

–Dime...

–Alejandro invitó a Butterfly a la fiesta de despedida. Como será de disfraces, le dijo que podría venir vestida con la temática y sin necesidad de mostrar su rostro. Que si aún no estaba preparada, protegería mi identidad para hacerme sentir segura. –Tony escucha sorprendido, con la boca abierta.

–¿Y tú qué le has dicho? –pregunta, atónito.

–Aún no le he respondido, pero creo que lo haré. Aceptaré su invitación, ya que después del cumpleaños de tu abuela, Martín, Helena y Butterfly desaparecerán. Quizás para siempre.

–No me dejes sin mi amiga –acota, triste.

–Jamás, Tony.

La reunión en la sala de juntas es solo para ponerse de acuerdo en organizar la fiesta y enviar las invitaciones. Tony y Martín están por salir de la sala cuando Alejandro detiene a Martín y le pide que se quede unos minutos. Tony sale del lugar, dejándolos completamente solos frente al chusmerío de los empleados, a los que espanta groseramente.

–Martín, te pedí que te quedaras porque tú y yo tenemos que hablar. Por favor, siéntate –exclama Alejandro.

–Está bien, Ale, solo unos minutos porque estamos con el tiempo apretado –desea salir de ese lugar lo más rápido posible.

–Entiendo. Solo quería pedirte perdón por haber actuado con tanto autoritarismo ayer. Jamás debería haber preguntado lo que pregunté, poniéndote en una posición muy incómoda.

–Ale, no te culpo. Tenías que hacerlo, eres el futuro CEO de la empresa. Si hay una foto rondando entre los empleados, lo mínimo que debes hacer es preguntar.

–Sí, pero no lo hice con cortesía...

–Tranquilo, Alejandro, está todo bien. Solo espero que podamos seguir siendo amigos y trabajando juntos como hasta ahora –Martín debe seguir actuando normal o Alejandro podría sospechar de su huida para siempre.




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