Helena debe admitir que se ve increíble. Gracias a Micaela y Tony, que la ayudaron con el vestuario y el maquillaje, realmente se parece al personaje de Elizabeth Bennet. Vuelve a mirarse en el espejo y no puede creerlo.
–Admítelo –acota Mica con una sonrisa cómplice–, te ves maravillosa. Alejandro no podrá quitarte los ojos de encima en toda la noche.
–Recuerda que iré con una máscara –dice Helena, tomándola en sus manos.
–También es muy bonita. ¿Dónde conseguiste semejante vestuario, Tony? Es muy parecido al de la película.
–Sí, por eso me gustó. Cuando lo vi, dije: es ideal para Helena. Te ves increíble, amiga. Serás la sensación de la noche, y no solo porque seas Butterfly.
–Estoy muy nerviosa. Tengo miedo de que Alejandro me descubra. Solo falta una semana para que Butterfly desaparezca. Sería una pena que descubriera todo ahora.
–Tienes razón, tienes que ser muy precavida, Helena. Sobre todo con tu voz –añade Tony, que también comparte el mismo miedo, aunque no se lo dice para no ponerla más nerviosa de lo que ya está.
–Ese es el mayor miedo que tengo, que descubra mi voz.
–Helena, descuida. Sabes cómo son las fiestas: la música siempre está fuerte. Estoy segura de que, ni usando tu verdadera voz, podrá descubrir quién eres –la tranquiliza Mica, pensándolo bien. Tiene razón, entre la cantidad de invitados y la música será difícil que Alejandro sospeche algo–. Además, seamos realistas: con la cantidad de invitados que habrá en la fiesta, lamento decirte que Alejandro no tendrá tanto tiempo para estar contigo. Habrá escritores y empresarios por toda la sala que querrán conocer y hablar con el futuro CEO.
–Pensándolo así, tienes razón... Deséenme suerte –les suplica a sus amigos.
–Tranquila, recuerda que ambos estaremos allí por si nos necesitas.
–Gracias, son los mejores amigos que alguien pueda tener.
Helena llega al salón del evento. Realmente debe sentirse orgullosa por la fiesta que organizó junto a Tony, en su alter ego como Martín. La decoración es un sueño; parece una fiesta de época, de esos bailes de máscaras a los que acudían los ricos de la sociedad hace siglos. Varios de los invitados que ya han llegado llevan máscaras, por lo que no se siente tan fuera de lugar.
En ese momento, ve a un camarero que pasa con una bandeja de bebidas, se acerca a él y se bebe una medida de whisky de un solo sorbo. Necesita un poco de alcohol corriendo por su sangre para estar más tranquila esta noche.
Helena se sienta en un rincón del salón. Nadie la conoce, por lo que aún no se han acercado a saludarla, y Tony y Mica todavía no han llegado; decidieron hacerlo por separado para evitar sospechas sobre su amistad.
Desde su lugar puede ver todo el salón y a los invitados que ingresan por la entrada principal. La noche está llena de empresarios editoriales y escritores mega exitosos. Si Jane Austen estuviera viva, sería un privilegio acudir a una de las fiestas de Ediciones Montenegro.
También se percata de la música. Los increíbles músicos que Tony contrató serán un éxito. Todos los invitados están encantados con los violines, violonchelos y el pianoforte, un instrumento realmente antiguo de los años 1811, de la época en la que está situada la novela. La temática de este año es impresionante y está muy bien organizada. No puede dejar de sentirse orgullosa mientras cierra los ojos y disfruta del sonido de los violines.
Está tan concentrada en la música que no escucha los pasos que se acercan. Solo reacciona cuando escucha su voz:
–Hola, señorita Bennet. Me alegra mucho contar con su presencia.
Helena siente que no puede respirar. Se le hizo un nudo en la garganta y en el estómago. Jamás imaginó que Alejandro se vería tan elegante y hermoso vestido como el señor Darcy, con esa ropa de época y la delicada máscara que cubre su rostro.
–Buenas noches, señor Darcy –saluda Helena, intentando disimular sus nervios y rogando a todos los santos que Alejandro no la reconozca.
–Querida Butterfly, realmente pensé que no vendrías. No puedo creer tenerte frente a mí después de dos meses de solo intercambiar mensajes. Eres mucho más bonita de lo que imaginé.
–Gracias, Alejandro. Aquí estoy. Prometí que vendría y cumplo mi palabra –añade Helena.
–Me alegra que así sea, Butterfly. Increíble fiesta, ¿verdad? Mi asistente, futuro editor en jefe, y mi hermano Antonio han hecho un gran trabajo.
–Realmente lo han hecho, está todo tan bien ambientado que creo estar dentro de algunos de los libros de Jane Austen –exclama Helena con una sonrisa, sintiéndose obnubilada por la elegancia y el porte de Alejandro. Jamás en su vida había conocido a un hombre tan increíblemente hermoso.
–¿Y la música? ¿Escuchas esos violines? ¿Ese piano? –pregunta Alejandro cerrando los ojos.
–Uno de esos pianos tenía Elizabeth Bennet.
–¿Eres fanática de Orgullo y prejuicio? –comenta Alejandro.
–Lo soy de todas las novelas de Jane Austen, pero Orgullo y prejuicio es muy especial para mí –confiesa Helena con pesar.
–¿Y puedo saber por qué? –pregunta con curiosidad. Quiere conocer a Butterfly, sus defectos, sus virtudes, sus gustos.
–Mi abuela materna, ya fallecida, me regaló un ejemplar de Orgullo y prejuicio muy antiguo. Era de las primeras ediciones, había pasado de generación en generación en nuestra familia, estaba muy bien conservado. Aprendí a leer y a conocer la literatura con él, hasta que un día entraron a robar el negocio de mi padre. Allí estaba el libro, y nunca más volví a verlo –Alejandro nota que los recuerdos la ponen un poco melancólica, pero no puede permitirlo.
–Butterfly, no arruines esta noche con recuerdos que no volverán. Disfrutemos de esto tan maravilloso y, sobre todo, de habernos conocido –otro de los camareros pasa cerca de ellos y Alejandro toma dos copas, una para él y otra para su acompañante.
–Gracias, Alejandro.
La noche transcurre en armonía y en paz. Los invitados están encantados con la fiesta, hablando entre ellos sobre nuevos proyectos y demás cosas del mundo editorial. Como Micaela le había advertido, Alejandro ha estado muy poco tiempo a su lado, compartiendo charlas con varios empresarios y escritores que quieren trabajar con él, por lo que ella se siente un poco aburrida.
Lamentablemente, camarero va, camarero viene, el alcohol comienza a hacer efecto en ella. Alejandro, quien la observa de lejos, se acerca: