Capítulo 45
La puerta del edificio se abre de repente. Alejandro y Helena se separan rápidamente y, desconcertados, observan a la persona que acaba de entrar.
A ambos les vuelve el alma al cuerpo cuando ven que quien ingresa es Tony, preocupado por no poder encontrarlos. Sin embargo, detrás de él entra nada más y nada menos que Alina, quien al ver a Helena tan cerca de Alejandro, los observa con desagrado, aunque intenta disimularlo. Se acerca a él y lo abraza con desesperación:
—Hola, mi amor… Pensé que te había pasado algo, que podrías estar herido —exclama, mirandola de reojo , clavándole sus ojos llenos de furia contenida. Pero no es tonta, piensa Helena, no se pondría a hacer una escena de celos delante de todos.
—Alina, Tony, ¿qué hacen aquí? —pregunta, confundido. Este lugar era un secreto… ¿Cómo llegaron hasta él?
—Lo siento, Ale, pero Alina insistió en salir a buscarte y, bueno… me imaginé que podías estar aquí —Tony se acerca a su hermano y le pide disculpas—. Lamento haber arruinado el momento —dice en voz baja.
—No te preocupes, en todo caso no iba a pasar nada. Lo que me preocupa es que Alina sabe sobre este lugar… Ya no podré huir de ella cuando quiera —exclama con sinceridad.
—Lo siento otra vez, Alejandro.
—¿Vinieron en tu camioneta, Tony? —pregunta—. ¿Cómo está el camino para regresar en la mía?
—Está desastroso, pero puedes circular —responde Tony, mirándolo preocupado. Sin dudas, algo volvió a pasar entre ellos, porque su hermano está confundido y desea salir de allí cuanto antes.
—Está bien, me iré con Alina. Tony, ten mucho cuidado al regresar; cualquier cosa, me llamas.
—Claro, Ale, ve también con cuidado.
—Adiós, Helena —la saluda antes de salir del edificio, seguido de Alina.
Al quedarse solos, Tony observa a Helena, también afectada emocionalmente, aunque intenta disimularlo. Es una tonta, piensa, como si no la conociera.
—¿Estás bien, Hele? —pregunta preocupado. Desde que ella ha vuelto a la ciudad, la sonrisa que solía iluminar su rostro ha desaparecido. Sólo puede ver confusión y tristeza en sus ojos.
—Estoy bien, Tony —miente, tratando de disimular. Tiene que dejar de pensar en lo sucedido. Le dejó bien claro a Alejandro que ya no sentía nada por él, y sentir celos por Alina sería un completo desastre—. Vámonos, estoy cansada y necesito dormir en una cama cómoda.
Durante el viaje hacia la mansión fueron en completo silencio. Tony sabía que Helena iba llorando, aunque ella intentara disimular las lágrimas concentrándose en el paisaje nocturno que observaba por la ventanilla.
Al llegar a la casa de los Montenegro, se despide de Tony y se encierra directamente en su habitación. Después de darse una ducha para intentar relajar sus tensiones, se acuesta en la cama con su teléfono en mano y marca el número de sus padres. Aunque le había dicho a Esteban que se quedaría en la ciudad por seis meses, no había hablado con ellos al respecto, y seguro se desilusionarán tanto como él.
—Sí, mamá, lo siento mucho. Sé que prometí hacerme cargo del negocio, pero hice una promesa y no puedo faltar a mi palabra —intenta explicarles. Aún no puede creer cómo fue tan tonta para caer en la trampa de Lucía Montenegro.
—Pero hija, CEO de una empresa multimillonaria... No entiendo a esa señora... No eres empresaria. ¿Qué sucederá si la llevas a la ruina? —exclama su padre preocupado—Helena, vuelve a casa, por favor. Esa familia solo te ha traído problemas y desdichas... —intenta convencerla, pero sabe que será inútil; es igual a él. Cuando algo se le pone en la cabeza, es difícil hacerla cambiar de opinión.
—Tranquilo, papá. No estaré sola... Alejandro Montenegro estará a mi lado —confiesa, sabiendo el odio que su padre siente hacia él por haberla destruido emocionalmente meses atrás.
—¿Otra vez ese hombre, Helena...?
—Sí, papá, no tengo otra opción. Lucía Montenegro nos tendió una trampa a Alejandro y a mí. Él también es una víctima en todo esto... —intenta excusarlo, pero sabe que su papá no cambiará de opinión con respecto a Alejandro.
—Hija, sabes que eres mi princesa. No quiero volver a verte sufrir por ese hombre...
—Estaré bien, papá. Soy una Helena más fuerte ahora. Puedo hacerle frente a toda la familia Montenegro sola.
—¿Y Esteban, Hele? —pregunta su mamá. Sabía que tarde o temprano le harían esa pregunta.–Se lo has dicho?
—Sí, mamá. Y lamentablemente lo tomó muy mal. Pero solo serán seis meses; terminado ese plazo regresaré a casa. La ciudad ya no es mi lugar.
—Ojalá sea así, mi amor. Nos habíamos acostumbrado a tu presencia, pero sabes que siempre te apoyaremos en lo que decidas —exclama su papá con esa ternura que lo caracteriza. Lamentablemente, ella también se había acostumbrado a estar junto a ellos.
—Lo sé. Son los mejores padres que alguien pueda tener.
Son las seis de la mañana cuando la alarma de su celular comienza a sonar, marcando el inicio de su nueva vida. Jamás imaginó que algo así podría pasarle: convertirse en la CEO de la empresa con la que soñó trabajar durante tantos años. El problema es que no soñó con trabajar como una empresaria. Nunca le interesaron los negocios; ella solo quería convertirse en una autora más representada por ellos. Pero Lucía Montenegro se cruzó en su camino y ya nada volvió a ser igual en su vida.
Después de vestirse con la ropa de ejecutiva que le entregó la anciana —una falda larga tubo negra ajustada a su cuerpo que resalta sus hermosas curvas, una camisa blanca clásica y unos zapatos de tacón negros para completar el atuendo— baja las escaleras para desayunar. En la cocina se encuentra con Tony, quien la noche anterior se comprometió a llevarla hasta la empresa.
—Ay, por Dios, Helena... Serás reconocida como la CEO más hermosa y elegante de esta ciudad —exclama Tony sorprendido mientras bebe su taza de café.
—Me gustaría ser reconocida como la escritora y editora que soy, no como una empresaria que puede llevar a la ruina a Ediciones Montenegro —dice nerviosa. No ha dormido en toda la noche. Está irritable, tiene sueño y está de muy mal humor.