Un secretario muy especial.

Capitulo 47:

El silencio se apodera del lugar. Helena intenta recuperarse del beso que compartieron minutos antes. Alejandro, sin decir una palabra, la toma de la mano con sutileza, y ambos salen de la oficina.

Helena está nerviosa. Aún no puede creer todo lo que ha ocurrido en tan poco tiempo, menos que Alejandro siga dejándose llevar por sus impulsos. Está ansiosa, siente que no es capaz de enfrentarse a esto, que los empleados no la aceptarán ni mucho menos seguirán sus órdenes.

Camino a enfrentarse con ellos, Helena toma del brazo a Alejandro, y este puede ver el terror en su mirada. Le causa tanta ternura que quisiera abrazarla como a una niña pequeña, pero sabe que es demasiado. Hace solo unos minutos habría vuelto a hacerle el amor si se lo proponía, pero recordó dónde estaban y que ese momento es muy importante para ambos.

Alejandro se da la vuelta para observarla, le dedica una tierna sonrisa que la desarma y aprieta su mano para darle ánimos.

—Tranquila, Helena. Recuerda que estoy contigo —dice con ternura, intentando tranquilizarla.

—Pero… —titubea, sin poder controlarse— ellos no aceptarán mis órdenes. Jamás me verán como la nueva presidenta... No me respetarán.

—¡Helena! —la regaña con dulzura—. Sé que eres más que esto. Necesito que estés segura de ti misma. Si tú no te valoras, ellos no lo harán. Debes demostrar quién eres e infundir respeto, sabiendo que cuentas con el apoyo de mi abuela y el mío. Tendrán que respetarte, quieran o no.

Sus palabras parecen surtir efecto, porque algo en la mirada de Helena cambia. Ahora se muestra más decidida.

—Tienes razón, tengo que dejar de ser una cobarde... ¡Vamos! —exclama con firmeza, sintiendo la mirada penetrante de Alejandro.

Aunque aún siente un shock de adrenalina recorriéndole por todo el cuerpo, decide armarse de valor y volver al lugar donde, minutos antes, ese hombre intentó propasarse con ella.

Helena está por acercarse a hablar con los empleados, cuando Alejandro la detiene. La mira a los ojos nuevamente, intentando generarle confianza:

—Déjamelo a mí, Helena. Haré las presentaciones necesarias y luego lo harás tú. ¿Te parece?

Quiere ayudarla, no solo por el pedido de su abuela. A pesar de que ella está allí y ese debería ser su lugar, no puede abandonarla. Está enamorado como un tonto de Helena y jamás podría volver a separarse de ella, mucho menos dejarla sola.

—Está bien. Gracias —responde ella, devolviéndole la mirada.

Alejandro rápidamente se aleja de ella, o volverá a cometer el mismo error de hace unos minutos en la oficina.

Ambos llegan al área de empleados, donde cada uno está trabajando en sus teclados. Pronto se realizará una feria del libro muy importante en España, y varios de los escritores de la editorial están invitados, lo que genera mucha demanda de trabajo y tensión entre ellos.

Sin más que decir, Alejandro se detiene frente a los cubículos y comienza a hablar. Los empleados lo observan con atención:

—Hace minutos, una joven empleada fue víctima de un acto atroz frente a la mirada de todos ustedes, y ninguno fue capaz de ayudarla —exclama muy enojado. No puede sacar de su cabeza las lágrimas de Helena. Él la ha hecho sufrir mucho, pero ya no permitirá que ella derrame una sola lágrima más por él ni por nadie.

—Señor... —dice una de las empleadas, levantándose de su cubículo— ese hombre… Está muy mal lo que hicimos, pero si alguno de nosotros interveníamos, él nos castigaba después —confiesa apenada.

—¿Los castigaba? —pregunta Alejandro, mirándola a los ojos, sin poder creer lo que está escuchando—. ¿Acaso ninguno de ustedes confiaba en mí lo suficiente como para venir a denunciar sus abusos?

—Señor… Sabíamos que él era uno de sus amigos. Pensábamos que no tendríamos su apoyo. El señor Torres nos decía que usted nunca le creería a alguien como nosotros y que era inútil hablarle.

—Por favor, señor Alejandro, no nos deje sin trabajo —pide otro empleado con desesperación.

—Tranquilos, nadie los dejará sin trabajo. Es Emanuel Torres quien ya no trabaja más en Ediciones Montenegro —confiesa Alejandro, sorprendiendo a los presentes. Todos se observan entre sí, sin poder creer que un empleado tan importante haya sido despedido—. Podrá haber sido un excelente empleado, pero no tolero esa falta de respeto hacia nadie. Espero que a todos les haya quedado claro.

Helena lo observa sin intervenir. A pesar de los problemas que han tenido, puede ver que Alejandro es una buena persona, correcta y con valores. Nunca le había creído a Tony cuando le dijo que su hermano tenía un corazón inmenso escondido tras una coraza. Ahora puede darse cuenta de que es cierto, y eso hace que lo ame aún más.

—Sí, señor, quedó claro —responden todos al unísono.

—Hay algo más que debo comunicarles. Espero que sean respetuosos con ella y la apoyen en todo lo necesario para seguir haciendo de Ediciones Montenegro la mejor editorial del mundo. Por favor, Helena, pasa.

Al escuchar su nombre, Helena da un paso al frente y se para junto a Alejandro, apoyándose en él. Le tiemblan las piernas y las palabras no salen de su boca. ¿Quién en su sano juicio podría imaginar a una chica tímida e insegura como ella siendo la CEO de un imperio editorial?

—Quiero presentarles a Helena González, la nueva CEO de Ediciones Montenegro.

Los empleados abren sus ojos sorprendidos, se miran entre ellos y luego observan a la mujer que, minutos antes, había sido agraviada por Emiliano Torres.

–Helena será la nueva CEO, asumirá su puesto después del cumpleaños número 80 de mi abuela, donde ella misma le cederá el puesto de presidenta de la compañía. Solo esperamos contar con su apoyo y respeto –Alejandro le hace una señal a Helena para que dé un paso al frente y diga unas palabras. Después de varios segundos de vacilar y armándose de valor, finalmente lo hace:

–Hola a todos, quiero presentarme ante ustedes. Soy Helena González. Solo deseo decirles que pueden contar conmigo para lo que necesiten. No se callen más, no permitan que los altos mandos abusen de ustedes. Siempre los escucharé. Quiero que en Ediciones Montenegro reine la armonía y el respeto mutuo, y espero poder contar con ustedes –exclama un poco más segura, al ver que su pequeño discurso parece haber surtido el efecto deseado, ya que los empleados están muy animados y aceptan trabajar con ella a la par.




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