Un secretario muy especial.

Capitulo 48:

Capítulo 48

Después de no haber podido dormir en toda la noche, Helena se levanta de la cama más cansada de lo normal. Su cabeza no ha dejado de pensar en que, dentro de unas horas, Alejandro y ella estarán solos en Madrid.

A pesar de que ambos hicieron el amor semanas atrás, no se ha vuelto a repetir. El último beso entre ellos fue el día que ese hombre intentó abusar de ella y, al parecer, Alejandro ha estado intentando controlar sus impulsos. Pero Helena siente que, en España, puede llegar a pasar cualquier cosa entre ellos. Si Alejandro intenta volver a hacer el amor con ella, no podrá evitarlo. No puede negar que lo ama y lo desea con toda su alma, pero siente que han hecho las cosas mal desde el principio. Aún Esteban sigue rondando por su cabeza. No porque sienta algo por él, sino porque le hizo daño a una persona que no se lo merecía. Por lo tanto, no puede aceptar así como así el amor de Alejandro sin antes tener una conversación con su ex.

Está terminando de cambiarse cuando escucha que golpean la puerta de su habitación y se dirige a abrirla, para encontrarse con Tony, cara a cara:

–Hola, mi bella Hele –saluda el joven, ingresando a la habitación, mientras Helena termina de organizar su maleta.

–Hola, Tony –Helena está nerviosa, y él se da cuenta, por lo que la toma del brazo y la sienta en la cama, sentándose a su lado.

–Helena, tienes que tranquilizarte. No puedes viajar en este estado. Te juro que, si estuviera en mis manos, te acompañaría, pero Alejandro no quiere.

–Tu hermano es un déspota y nunca va a cambiar –dice enojada. Si Tony fuera con ellos, todo sería más fácil.

–Deja de decir tonterías. Alejandro no te hará daño, solo quiere estar a solas contigo.

–¿A solas conmigo? –exclama, levantándose de la cama y caminando de un lado al otro de la habitación–. Pero yo no quiero estar a solas con él –confiesa.

–¿Acaso me tienes miedo? –pregunta Alejandro entrando en la habitación. Al parecer, la puerta no estaba del todo cerrada–. ¿O tienes miedo de lo que pueda pasar entre nosotros? –añade con picardía. Sabe muy bien que Helena se lo negará, pero sus ojos y su cuerpo no pueden mentir cuando está cerca de él.

–¡Alejandro! –grita aún más enojada por su intromisión a la habitación–. ¡Que seas el dueño de esta casa no significa que puedas entrar a mi habitación como te dé la gana!

–Oh, veo que alguien se levantó de mal humor esta mañana –exclama burlándose de ella, incrementando aún más su enojo.

–¡Eres un…! –pero Alejandro vuelve a interrumpirla.

–Voy a decirte dos cosas, Helena. Primero, la puerta estaba abierta, y como escuché que estaban hablando de mí, me atreví a entrar. Segundo –Helena intenta interrumpirlo, pero él no se lo permite–. Déjame terminar. Segundo, aún no has respondido a mis preguntas… ¿A qué le tienes miedo? ¿A mí o a lo que pueda pasar entre nosotros?

–¡Yo no tengo miedo, ni de ti ni de nadie! Y ahora vete, quiero terminar de cambiarme.

–Quizás no tengas miedo de mí, sino de ti. Está bien, Helena, haré de cuenta que te creo. Te esperaré abajo para ir al aeropuerto. No tardes demasiado –exclama Alejandro saliendo de la habitación con una sonrisa en el rostro.

–Wow, nunca había visto a mi hermano tan feliz en mi vida –dice Tony, sorprendido pero contento. La coraza de hielo de Alejandro se está derritiendo y está dejando ver su verdadero corazón.

–¿Feliz? Tu hermano es un idiota que solo se está burlando de mí.

–Es verdad, se burla de ti, pero porque no aceptas lo que te pasa con él.

–Tony, sabes muy bien lo que me pasa con tu hermano, pero no puede ser… ni ahora, ni nunca –sentencia con tristeza.

–¿Por qué lo dices así? Antes tenías la excusa de que eras Butterfly. Ahora que sabe la verdad…

–Recuerda que Alejandro no sabe toda la verdad…

–¿Te refieres a Martín Gutiérrez? Olvídate de él, está en el pasado, ya no existe, y deberías olvidarte de que existió alguna vez.

–Como si fuera tan fácil –exclama Helena, guardando sus últimas pertenencias, para salir de su habitación y encontrarse en la sala con Alejandro y Lucía, ultimando detalles del viaje. Si tan solo la abuela viajara con ellos, estaría lejos de cometer una locura, piensa Helena para sus adentros.

–Hola, mi pequeña –saluda Lucía con un beso en la mejilla–. ¿Preparada para tu primera feria del libro? Estoy segura de que te encantará.

–Estoy segura de ello, solo que hubiese preferido estar en la feria como la escritora que soy, y no como presidenta de una editorial tan importante.

–Solo tienes que decírmelo, Helena –dice Alejandro, mirándola a los ojos–. Si quieres revelar tu verdadera identidad, puedo ayudarte.

–Olvídalo, aún no es el momento –sentencia, desviando su mirada de él. Su sola presencia la pone nerviosa; su contacto visual la desarma.

–Tranquila, Hele –exclama Lucía, tomando las manos de la joven entre las suyas–. Sé que estás nerviosa, que todo esto es nuevo para ti, pero confío en tu capacidad como la increíble escritora y talentosa editora que eres.

–Gracias, Lucía, haré lo mejor que pueda para no dejar en vergüenza a Ediciones Montenegro.

–Jamás lo harías, mi niña. Además, Alejandro será un gran apoyo para ti –añade, observando a su nieto con amor, pero con la misma autoridad que la caracteriza–. Cuídala mucho, Alejandro.

–Quédate tranquila, abuela, no tienes ni que pedirlo. Podemos tener diferencias, pero no permitiré que le pase nada.

–Lo sé, mi niño, solo recuerda… tu abuelo y yo teníamos miles de diferencias. Aun así, nos amábamos.

–Fui consciente de su gran amor. El abuelo siempre estará en nuestros recuerdos –dice Alejandro, besando a Lucía en la mejilla.

Minutos más tarde, ambos se encuentran camino al aeropuerto, donde, una hora después, suben al avión. Desde que salieron de la mansión, aún no se han dirigido la palabra, pero Alejandro decide romper el silencio al ver a Helena más nerviosa aún, como si ella… tuviera miedo a volar.




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