Después de escuchar que Alejandro salió de la habitación, Helena puede sentirse más segura y tranquila. Puede disfrutar de unos momentos a solas, relajada, y pensar en lo que estuvo a punto de hacer antes de que él tocara la puerta.
Ella siempre había sido una mujer que, a pesar de conocer sobre sexo y sabiendo que sus amigas habían perdido la virginidad siendo unas adolescentes, decidió relajarse, soportando la burla de sus compañeros de escuela por ser la niña fea y sin novio, y esperar hasta que la persona indicada realmente aparezca. Por eso, a pesar de que la relación entre Alejandro y ella no tiene futuro, no se arrepiente de haberse entregado a él, porque lo hizo completamente consciente y, aunque no duda de que pueda volver a repetirse, después de lo que acaba de hacer hace unos minutos, bajo la lluvia, demostrando que lo desea con todas sus fuerzas, jamás podría arrepentirse de lo que pueda llegar a pasar en Madrid.
Después de poner un poco en orden sus pensamientos, se envuelve en una toalla y decide salir sigilosamente del baño, observando desde la puerta entreabierta, pero por suerte, no hay rastros de Alejandro por ningún lado.
Aún envuelta, se acerca a su maleta. Con el apuro de encerrarse en el baño para escapar de él, olvidó llevarse una muda de ropa.
Termina la tarea de secarse y luego saca de entre sus cosas un vestido elegante y muy cómodo, lo suficientemente sofisticado para un almuerzo de trabajo con personas tan importantes.
Mientras seca su cabello lentamente, sigue sin poder creer lo que ha ocurrido en estas pocas semanas. Pasó de ser una escritora escondida detrás de una pantalla a ser la presidenta de una de las editoriales más importantes del mundo. Y está allí, en Madrid, hospedada en un hotel Ritz, rodeada de increíbles lujos y gente muy importante, pero lo que más le preocupa es estar en ese lugar, acudir a una feria tan prestigiosa, y siente que no es una persona que esté a la altura. Tiene pleno conocimiento de libros, escritura y edición, pero nada que tenga que ver con el mundo de los negocios, y tiene mucho miedo de dejar a la familia Montenegro en boca de todos.
Una vez terminado con su cabello, se aplica un delicado maquillaje de día, no muy llamativo, solo para cubrir las ojeras, producto de tantas horas de viaje y no haber podido dormir ni media hora.
Está por tomar su celular y salir de la habitación cuando siente que golpean la puerta y rápidamente se acerca a ella para abrirla y encontrarse con Alejandro, quien queda boquiabierto al verla tan increíblemente hermosa e impecable.
–Estás realmente maravillosa, Helena– confiesa Alejandro con el corazón en la mano, cruzando sus miradas–aún no puedo creer que durante tantos años te escondías en esa fachada de niña fea, para no llamar la atención.
–No era una fachada, solo no sabía vestirme y maquillarme y jamás había usado lentes de contacto– responde Helena–¿crees que estoy acorde para el almuerzo? Es mi primera comida con gente tan importante–pregunta un poco insegura por su aspecto.
–Te ves tan hermosa, elegante y sofisticada, que si no nos vamos en este mismo momento llegaremos tarde– añade Alejandro con picardía, observando confusión en los ojos de Helena, quien al parecer no entendió su comentario.
–No entiendo a qué te refieres...
–A que si no salimos de esta habitación, te besaré, te quitaré ese hermoso vestido y te haré el amor sobre esa increíble cama. Ahora lo entiendes?– exclama con sinceridad pero con un tono de burla en su voz, al ver cómo Helena se sonroja y rápidamente lo empuja hacia afuera de la habitación y cierra la puerta, sin decir nada–¿no dirás nada?–pregunta provocándola, con esa sonrisa tan pícara pero a la vez tentadora que la confunde de todas las maneras conocidas.
–No diré nada, Alejandro, porque solo sirve para que sigas burlándote de mí– añade ella, un poco molesta.
–Lo siento, es más fuerte que yo, me encanta provocarte, me encanta que me mires con esos ojos y me encanta que ya no puedas disimular lo que sientes por mí– confiesa acercándose a ella, encerrándola contra la pared.
–Alejandro, no siento nada por ti, solo déjame en paz, no podemos dejar esperando a esas personas.
–¿Estás segura de que no sientes nada por mí? Ni siquiera deseo?–pregunta él, haciéndola sentir más nerviosa con su cercanía.
–Alejandro, prometiste controlar tus impulsos...–dice ella, mirándolo a los ojos.
–Dije que lo intentaría, no prometí nada. Además... ¿cómo quieres que me controle cuando me miras de esa manera?
–¿De qué manera te estoy mirando?–pregunta confundida, ¿será que realmente él puede ver y sentir todos sus miedos y deseos? O solo lo hace para molestarla?
–Tus ojos me están pidiendo a gritos que te bese, y la verdad es que yo no quiero defraudarlos– Alejandro pone fin a los diez centímetros que lo separaban de su cuerpo, para él un abismo, y se acerca a sus labios, besándolos con pasión, introduciendo su lengua cuando Helena los abrió para recibirlo.
Lamentablemente, para ella, el beso se vuelve aún más apasionado. Alejandro se pega a su cuerpo, besándola con tanta intensidad que podría hacerla suya en ese mismo lugar. Luego la acaricia con total ebriedad, levantando su vestido, acariciando sus muslos, haciendo que un pequeño y sonoro gemido escape de la boca de Helena.
Por suerte, ese dulce sonido lo devuelve a la realidad, recordando que existen cámaras de seguridad en los pasillos del hotel y no es muy seguro estar besándose de esa manera delante de todo el mundo. Lo único de lo que sí está seguro es de que no puede resistirse más, y sabe que muy pronto volverá a repetirse ese momento tan maravilloso entre ellos.
Con mucho esfuerzo decide separarse de ella, para volver a mirarla a los ojos y encontrarse con una mirada confundida, pero también llena de deseo como la de él.
–Helena...– Alejandro intenta hablar, mientras ella se acomoda el vestido y rápidamente vuelve a entrar a la habitación para cerciorarse de que su maquillaje siga en el mismo lugar. Después de hacerlo, vuelve a salir y se reencuentra con Alejandro, pero sin dirigirle la palabra–¿no piensas decir nada?–pregunta arqueando una ceja.