Un Secreto entre tu y yo

Capítulo 4

En el lugar del accidente se formó un silencio total, en poco tiempo estaba todo lleno de curiosos y otro que querían ayudar desde afuera se podía ver que en el vehículo había dos jóvenes de no más de veinte años de edad.

- Están vivos -. Grito uno de las personas que estaban en él lugar

En ese momento llegaron los paramédicos y la ambulancia y sacaron los cuerpos, lamentablemente David falleció al instante porque no traía el cinturón y fue expulsado fuera del vehículo. En el asiento del conductor se encontraba una chica, signos vitales eran muy débiles pero lo importante era que estaba viva. La chica que venía detrás se encontraba en las mismas condiciones según las veían era imposible que pasaran la noche.

Llegaron al hospital, llamaron a los números de contactos de emergencias que encontraron que resultó ser el número del internado, las monjas llegaron asustadas y descontroladas por la situación en la que se encontraban las chicas. El informe médico y policial indicaba que iban muy drogadas y borrachas, que por el estado en él que iban condiciendo era inevitable ese accidente.

Cuando los médicos y los policías les confirmaron que Emilia iba en ese coche junto con Fabiola y otro chico no lo podían creer, Emi tan educada, amable no esa niña que ellas criaron no podía haber caído en el vicio de las drogas.

- Familiares de Emilia Cáceres y Fabiola Rivas - dijo él medico al salir de la sala de espera- . Las monjas se pusieron de pie inmediatamente para saber el parte médico de las chicas.

- Nosotras somos las encargadas de las chicas -contestaron las monjas -.
Que habían criado a esas chicas desde que eran niñas, no imaginaban verlas en esta situación, además hoy era su graduación dentro de unos días cada una emprenderían el vuelo solas, como paso esto, cuando comenzaron a consumir drogas o esta era la primera vez que consumían. - Como están, se pondrán bien.

- Lamento ser portador de malas noticias -, dijo el doctor– Las monjas abrieron los ojos y se miraron una a la otra, cuál de sus niñas había perdido la vida en la flor de la juventud, justamente cuando se habían graduado, tenían una vida por delante, no debieron permitirles salir esa noche, hay sus niñas tan bellas.

— Díganos cuál de las chicas —. Eso no estaba sucediendo era una pesadilla.

— La joven que se encuentra con vida, se llama Fabiola Rivas De la O, la otra chica no traiga identificación, ustedes saben el nombre de la chica.

En ese momento el alma se les fue del cuerpo a las monjas, Emilia la niña que llego a sus manos tan pequeña y frágil, aun recordaban la tarde que una persona se apareció con ella para matricularla en el internado, con la condición de que se hicieran cargo de la niña hasta que esta terminara su educación.

— Oh Emi, mi niña bonita, — Exclamo una de las monjas.
Como pudo pasarte esto mi niña.
Todas lloraban su perdida, Emi nunca hizo nada que se pudiera reprochar, hasta las bromas que solía hacer con Fabiola, se las pasaban por alto, ella demostraba bondad y amor para los demás. — ¿Cómo esta Fabiola?— preguntaron todas a la vez.

— La paciente está en estado de coma, tiene las visitas prohibidas, les recomendamos llamar a sus familiares para que estén preparados.

Las religiosas se quedaron ahí paradas por unos minutos, luego se dirigieron a la capilla a orar por el alma de Emilia, Pensado en ir o no a reconocer el cuerpo de Emilia, ellas eran las únicas familiares que tenía indirectamente, pero al final decidieron no hacerlo no querían esa imagen como último recuerdo de Emi, esa niña merecía ser recordada hermosamente.

— Hay que llamar a los familiares de Fabiola, tienen que venir hacerse cargo de ella en estos momentos — dijo la madre Superiora. — Con mucho pesar se dirigieron al internado para empezar con los servicios fúnebres de Emilia.

Era pasado el mediodía cuando Vicente Rivas estaba llegando a la hacienda Los Laureles, era un altos de cabello negro y ojos azules, a pesar de los años se va muy bien para tener la edad que tenía, al llegar a la entrada de la casa lo recibió su esposa Abigail Lozada, ella tenía la pinta de la gran señora de Sociedad , una mujer rubia de ojos claros, era fina y muy distinguida ante la sociedad, odiaba la hacienda pero fingía a la perfección que estaba de acuerdo en todo lo que su marido decía, con su apariencia de mujer sumisa manipulaba a su marido a su antojo, para Vicente Abigail era la mujer perfecta.

— Amor que bueno que llegas me imagine que no venias a almorzar el día de hoy — le dijo Abigail cuando lo vio entrar.

—No pensé que la reunión con los ganaderos fuera tan corta, alguna novedad, mi papa como esta – dijo Vicente.

— Igual que siempre, no ha salido hoy de la habitación.

— Iré a verlo — y subió la escalera para llegar a la habitación de Don Tomas, su padre era un viejo cascarrabias, que le reprochaba cada cuanto tenía la oportunidad el haberse casado con la víbora de Abigail y haber mandado a su única hija lejos de ellos por diez largos años, pero tenía la esperanza que su niña Fabiola volviera pronto ya que pronto terminaba la escuela.

— Papá, se escuchó la voz de Vicente al entrar a la habitación.

— Aun estoy vivo, si era eso lo que quería sabes — Exclamo don Tomás.
Cuando vendrá mi princesa a verme.

— Fabiola no volverá a esta hacienda, se ira de viaje por el mundo por un largo tiempo, así que olvídate de que vendrá.

Don Tomas le echo una mirada a su hijo de muérete, odiaba que Fabi haya tenido que irse lejos de su ambiente, su tierra y su familia solo por los caprichos y las mentiras de la bruja de su nuera, aunque se escribía de vez en cuando con su nieta le hacía falta abrazarla y mimarla como cuando era una bebé.

— Sabes que Fabiola no quiere volver por tu culpa, por desterrarla de nuestras vidas.

— Tu mejor que nadie sabes porque decidí enviarla lejos sabes lo que hizo y lo que me costó a mí y Abigail superar el daño que mi hija mi sangre nos provocó — dijo Vicente en una tono furioso y lleno de dolor.




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