Caminamos donde el mundo calla,
con los pies hundidos entre la nostalgia,
la brisa nos rozaba como un secreto
que el mar llevaba siglos guardando.
Tus dedos, tibios, se aferraban a los míos
como si el amor pudiera detener el tiempo,
y cada paso sobre la arena húmeda
era una promesa que no dijimos.
No hubo palabras, ni risas, ni futuro,
solo el eco de dos sombras
bailando con la espuma
en el borde de lo que fuimos.
Y sin embargo, en esa noche rota,
fuimos eternos…
como los sueños que uno nunca recuerda
pero que nunca se olvidan...