El reloj marca las ocho treinta de la noche y Elena se encuentra asomada en la ventana viendo caer la nieve, hoy fue otro día perdido intentando salir y su madre no pudo hacerlo… una vez más.
— Papi – mira hacia arriba como buscando consuelo en esa sola palabra —, cómo me gustaría que estuvieras a nuestro lado para que mi mamita no se sintiera tan sola y triste y dejara ya de llorar – mira una estrella fugaz y pide un deseo —. Cómo deseo que estés aquí conmigo papito, que aparecieras como por arte de magia y nos hicieras felices a mi mami y a mí… - una sombra aparece en su campo de visión y la pequeña agudiza la mirada para enfocar mejor.
Se trata de la figura de alguien que se encuentra en el portón de la casa, no logra distinguir si se trata de un hombre o una mujer, pero sí sabe que hay alguien.
— ¡Elena! – escucha la voz de su Nana y cierra ipsofacto la cortina de la ventana —. Debes lavarte las manos cariño, la cena está servida – la mujer mayor le sonríe con ternura y la pequeña niña devuelve el gesto.
— Ya voy Nana Marie, estaba haciendo mi oración – disimula una sonrisa, pero la Nana ya sabe que estaba asomada en la ventana.
— A veces Dios nos escucha mejor cuando corremos un poco la cortina – Elena se gira fijándose que dejó mal acomodada la tela y ha sido descubierta —, descuida este será nuestro secreto siempre y cuando no se haga costumbre, ya sabes que a mamá no le agrada – repite por enésima vez contemplando el rostro desencajado de la niña.
— Pasó una estrella fugaz y pedí un deseo, sé que a mamá no le gustan estas cosas, pero mi deseo es de los buenos y confío en que se haga realidad – la niñita sonríe con sus preciosos ojos verdes y azules a la vez aguados contando con que; la Nana Marie le diga algo que le haga sostenerle la esperanza.
— ¡Ven mi amor, siéntate aquí conmigo! - pide la mujer mayor con voz dulce palmeando el lado derecho del colchón y Elena obedece al instante — a veces Dios necesita a nuestros seres queridos junto a él porque sus otros Ángeles se ocupan - explica con intención de suavizar el inminente llanto que se asoma, pero la niña hace un mohín de tristeza — Y por esa razón se encuentra papá cuidándonos desde el cielo como un bello y reluciente Ángel - la niña suspira y asiente resignada al relato que ha escuchado desde hace más o menos cuatro años.
Sin embargo hoy no se queda callada como las veces anteriores sino que interpreta la situación y expone su punto de vista.
— ¿No hubiera sido mejor quedarse aquí y cuidarnos desde la tierra? Total. Aquí abajo es donde nos encontramos ¿No? – la mujer mayor pasa una de sus manos por su canoso cabello — me habría gustado que me abrazara antes de dormir, tal vez que me leyera algún cuento - se encoje de hombros — también que comprara un árbol para decorarlo en Navidad o mejor aún que fuéramos juntos al bosque y lo cortáramos; el más grande y bonito – gime y la mujer tiene que pestañar muchas veces para evitar que sus ojos se cristalicen y posteriormente salgan lágrimas —, pero él no está y mi mami se lo pasa muy triste – se deja caer de espalda sobre la cama y seca las lágrimas que brotan sin control de sus ojos.
— No llores mi niña, mamá pronto saldrá de estas cuatro paredes y serán muy felices - la euforia con que habla la nana Marie no la contagia para nada.
— ¡Si, claro! - suspira ahora entrecortado —. Ni siquiera se asoma la puerta y pasa días encerradas en el estudio trabajando sin parar – niega —, ella no saldrá nada Marie, no quiere hacerlo y me parece injusto - sorbe por la nariz — ¿Acaso crees que no he escuchado sus gritos? - inquiere la pobre niña entre sollozos — ¡dice que no tiene para qué vivir! - sus palabras salen como un lamento — y lo peor es que yo no le importo nada ¡Ni siquiera voy a la escuela! - grita o frustrada por el malestar que siente con su nombre.
— Dale tiempo mi ángel ella solo tiene miedo por la manera en cómo se nos fue Mark – Elena mira hacia otro lado ya que comprende a la perfección las palabras de la Nana y sabe que lleva razón.
— ¿Puedo saltarme la cena? – zanja el tema de plano tal como lo haría su padre, seca las últimas lágrimas que ruedan por su precioso y acanelado rostro ahora sonrojado por el roce de las pequeñas manos al limpiarlo con un poco de rabia — ya no tengo apetito y de seguro mi madre se encuentra ocupada en sus… cosas - dice de manera irónica aún sin saber bien lo que hace.
— ¡Claro mi niña! - acepta la nana con un cuestionamiento tácito —, pero si quieres algo después sabes que solo debes decirme y lo subo hasta acá sin problemas, no me hace gracia que duermas con hambre tú eres muy pequeña para eso - le riñe de manera dulce.
< ¡Ay mi niña, mi bebé eres el vivo retrato de tu padre, nuestro Mark en paz descanse! >, piensa la nana Marie con dolor sosteniendo un sollozo.
Elena asiente sin darle más vueltas a la conversación solo quiere acostarse y llorar toda la noche para desahogar la frustración que siente, no le parece para nada justo que su madre la encierre por algo que ya pasó hace casi cuatro años y que ni ella misma recuerda.
— Ni siquiera recuerdo cómo se sentían sus abrazos - es lo último que dice en voz alta antes de comenzar a llorar de nuevo.
***
Un hermoso sueño invade los pensamientos de Elena…
Camina de la mano de un hombre hermoso, resplandeciente:
Editado: 22.12.2024