— ¿Qué diablos hace él aquí? – gruñe señalando el niño como si tuviese una enfermedad contagiosa — ¡ensuciará los muebles!
— ¡No le hables de ese modo, es mi invitado!– grita Elena renegando de que su padre celestial le ha puesto una tarea difícil porque ese hombre es odioso y exasperante.
Sabe que debe obedecer a su padre de arriba, pero el caballero no ayuda para nada, contrario a eso es una mala persona pese a que recibe malos tratos de su mamá y hasta de ella misma.
— Elena mi amor no grites por favor – exhorta con dulzura una Dakota tranquila y controlada — Sócrates – respira profundo componiendo una sonrisa, disimulando su mal humor — ¿podrías sentarte a la mesa y comer con nosotros? – el hombre achica la mirada hacia ella con sospecha — Otto es el invitado de Elena y es bienvenido las veces que desee estar con ella - el hombre no puede hacer otra cosa que sentarse, pero lo hace sin dejar de mirar a su esposa como si estuviese loca.
El muchacho se siente tan incómodo que quiere irse de allí, si bien todo el tiempo recibe malos tratos de las personas nunca se había visto inmiscuido en este tipo de situaciones donde ambas partes estaban en desacuerdo y luchaban por intereses diferentes, las chicas para que se quedara y el hombre para que desaloje el lugar.
— Me siento muy agradecido por el desayuno, pero ya debo irme porque soy el chico de los mandados y ya deben estar extrañándome en el restaurante – se excusa sonriéndole a Elena.
— Como si eso me importara – Dakota se aclara la garganta al mismo tiempo que el grosero de su esposo habla.
— Descuida cariño eres bienvenido cuando lo desees, puedes venir a compartir con Elena – Dakota acaricia de nuevo el cabello sedoso del chico.
— ¡Gracias, adiós Elena! – ella levanta la mano diciendo adiós y mira a Sócrates que come con elegancia y tranquilidad.
El teléfono de Dakota suena y se retira acompañando a Otto hacia la verja donde se queda ella platicando con Anabella, su prima quien la invita a un almuerzo en la empresa.
— Deberías ser más amable con las personas – el hombre mira con atención a Elena, pero confundido — ¡sí, hablo contigo!
— Sé que me hablas a mi niña, pero poco me interesa tu opinión sobre mis acciones – refuta con molestia.
— Por eso mi mami no te soporta – el hombre abre y cierra la boca —, ella necesita alguien amable y que reconozca sus errores “don perfecto” – Sócrates aprieta el cuchillo que mantiene en la mano derecha y señala hacia Elena con el tenedor.
— Eso, niña metiche es cosa de adultos – ella le saca la lengua.
— Lo sé, pero pelean tanto que me exasperan – el hombre niega — ¿crees que por estar encerrada en mi cuarto no me doy cuenta? Deberías cambiar tu mala actitud para que ella te acepte – le hace una cara rara y él cae en la provocación.
— Ya te dije que no es tu asunto, metiche…
— Y yo te digo que eres tan tonto con esa actitud estirada, alguien más va a venir y te la quitará – le saca la lengua de nuevo y Sócrates golpea la mesa con rabia.
— ¿Y a ti que más te da? – reclama enfadado —. No me digas que de pronto ya me quieres – la niña pone los ojos en blanco por la tontería.
— ¡Claro que no te quiero, pero ya eres su esposo! ¿no? – arruga las cejas y responde con una afirmación —. Pues deberían tratarse bien, como compañeros…
— A ver – deja los cubiertos sobre el plato vacío correctamente alineados y limpia su boca con la servilleta como si estuviese en un restaurante — ¿qué sabes tú de un matrimonio niña lista? – se recuesta al espaldar de la silla tan derecho que a Elena le sobreviene un mareo.
— Pues nada – hace aspavientos con las manos — porque tú eres el adulto – señala y Sócrates sabe que lleva razón — deberías ¡no lo sé! Ser menos estirado ¿tal vez?
— Yo no soy estirado para que lo sepas, soy elegante, atractivo e irresistible – Elena levanta una ceja mirándolo con seriedad.
— Pues eso no está funcionando con mi mami – niega la niña y el hombre se desinfla.
— ¿Y crees que no lo sé? – se restriega la cara con frustración — ya he hecho de todo para que me preste atención e incluso me perdone por lo que cree que le hice y no…
Se retracta de lo dicho, ya está rayando en la desesperación según piensa porque se estaba desahogando con una niña de ocho años a la que ni siquiera ve como pariente, pero que al parecer es mucho más inteligente de lo que piensa sin embargo sabe que ella conoce a su madre y no descarta la posibilidad de poder tomar algún consejo de los que le quiere dar.
“Debo estar loco para pensar siquiera en esto”, cierra los ojos completamente sobrepasado por la angustia que siente.
— ¡Tranquilo, yo te voy a ayudar! – coloca la mano en su brazo y él la mira desconfiado.
— ¿Por qué me ayudarías? – entrecierra los ojos hacia ella — no te agrado para nada – expone cauteloso.
— ¿Quién dice que lo hago por ti? – responde con descaro — es por mi mami para que sea feliz contigo – mete el dedo en su boca simulando una arcada.
— Eres tan insolente niñita – se cruza de brazos y Elena piensa que se ve más enorme —, pero como en la guerra y en el amor todo se vale… entonces te voy a escuchar – sonríe falsamente.
Editado: 31.12.2024