“…La lluvia golpeteaba mi ventana, preguntando si podía entrar, y a pesar de que le adoraba con locura lo único que buscaba oír de ella eran esos toques, inocuos, que sólo disminuían la temperatura de mi habitación y me obligaban a acercarme cada vez más al cristal traslucido que me mostraba a cada una de las gotas.”
‘Suena bien, un poco repetitivo, pero sin duda efectivo,’ me felicité al ver otro párrafo terminado, llevaba cuarenta de ellos y aún me sentía lejos de mi meta. Soy un novelista que practica, aunque al menos así me gusta llamarme, soy más bien un escritor de historias cortas que trabaja, me gusta pensar que mi poco éxito es algo digno de la subcultura de lo alternativo; que aunque allá cientos, y probablemente miles como yo, puede que sea capaz de llegar a un público fiel y que esté en pleno crecimiento.
Las palabras fluyen a través de las yemas de mis dedos, y aunque borro más de lo que escribo estoy seguro de que el remanente es digno de una publicación oficial. La editorial ya me ha rechazado tres veces en el pasado. Quién diría que la tercera no fue la vencida. Sin embargo el optimismo es el combustible que siempre he necesitado, y si bien mengua constantemente siempre queda un poco en el tanque. Además de la taza de café a mi izquierda, con la que siempre he tenido una relación complicada, puesto que cada tres párrafos la inercia de mi mano tiende a llevarla a mi boca en grandes sorbos ya que yo olvidó por completo que esté allí.
“El cigarrillo que sólo puedo fumar afuera tuvo que romper las reglas para ser encendido y darme un poco de calor, yo fui su cómplice, siempre lo seré, al menos hasta que el calor natural de las cuatro paredes que me rodean regrese, entonces me volveré el único culpable.”
‘Puede funcionar; pero esto ya se ha visto esto antes, incluso yo suelo quejarme de personajes así,’ mis dedos actúan de manera automática, incluso adelantándose a mi proceso mental. Es cierto, suelo ser un tanto repetitivo, pero busco cambiar eso. No son personajes malos y pueden dar para más, pero el párrafo ya no está y quiero que permanezca así.
Un toquido, distinto al de las gotas de agua que me imaginé llega a la estructura rectangular que protege mis ideas. Se repite siete veces en algún patrón de una canción popular que desconozco hasta que me rindo y abro la puerta. No miro por la rendija porque debe tratarse de alguien que vive en los demás apartamentos.
— Hola, creo que sabes a qué vengo — esos bigotes que reverberan junto a las mejillas dentro del tanque semi-sucio siempre me ponen nervioso. ¿Cómo es que alguien con un casco de agua no se da cuenta del moho del lugar en el que respira?
— Pues sólo tengo la misma respuesta, ahora junto con un perdón — mis ojos parpadearon un poco más de lo que debían a causa de mi vista. La señora Rosse debería asearse más a menudo, si es que quiere ayudar a la fachada de este edificio de renta accesible.
— Debes pagar las cuentas, Auctor. Al igual que todos.
— No debo ser el único que esté un poco atrasado en renta, ¿o sí? — no era una defensa, era el intento del inicio para conversar y evadir el pago. Jamás funciona.
— No, pero eres quien vive más cerca de mi puerta y tener la lavandería tan cerca me ayuda a matar dos toros de un tiro.
— Por cierto, ¿podría decirles a los demás que laven su ropa en un solo viaje? — me molesta el ruido, pero no lo suficiente como para insistir — No me ayuda tener que oír las centrifugas al mismo tiempo que trato de escribir.
— Yo no controlo que hacen los demás vecinos, tendrás que aprender a lidiar con ello — me contestó la señora Rosse en su usual tono condescendiente, sin olvidarse de colocar una de sus zarpas sobre la cintura mientras se medio inclinaba contra la pared —. Aunque tal vez debería sugerírselos. De esa manera podrás comenzar a pagarme.
— Muchas gracias — le mentí entre dientes —. Ahora, si me disculpa…
Ella no lo haría, y aún con eso en consideración no dudé en cerrar la puerta con rapidez. Espero que no pareciera que la azoté, aunque el sonido del rápido girar de la manivela puede que indique una emoción similar. Ahora que tuve un descanso involuntario creo que podré terminar esto a tiempo.
“No necesitaban mi permiso, pues el frío que transmitieron a través de la humedad impregnó mi piel de inmediato y me hizo recordar desde la última vez que sentí un frío similar. Fue hace tanto, y sin embargo lo recuerdo muy bien…”
Creo que el ambiente necesitaba un poco más antes de pasar con el protagonista. Este trabajo no es sencillo, las fechas límite se acercan y necesito algo concreto para que me paguen. Escribí un par de párrafos más antes de levantarme para abrir la ventanilla y así poder fumar un poco. Es gracioso, jamás me ha gustado el sabor ni la humedad de esto, no sé por qué continuó comprando un cilindro de ellos cada semana. Espero que a mi editora le guste la idea de una versión distinta de este vicio en mi borrador.