Un trato con Hamilton

Capítulo 2

Amelia

Mi vista se vuelve borrosa a causa de las lágrimas, el miedo invade mi cuerpo completamente y no soy capaz de decir una sola palabra. Los oficiales nos llevan hacia la estación de policías y miles de reporteros nos esperan para fotografiarnos. Entramos y frunzo mi ceño sin saber qué es lo que ha pasado.

—Amelia, te prometo que arreglaré esto. No puedo creer que lo descubrieran— maldice un par de palabras que no quiero escuchar.

Sofía llega inmediatamente y comienza a sollozar cuando me ve en esa sucia celda. Mi corazón se rompe al verla llorar. Un abogado llega, pero no viene aquí para defenderme, sino para limpiar el nombre de mi novio.

 

Los días pasan y llegó el momento de mi juicio, el fiscal expone el caso y mi abogado logra comprobar que no estuve involucrada en ese incidente, el juez me declara inocente y salgo de la corte. Los flashes golpean mi rostro y Emilie se encarga de sacarme de ese lugar.

Despierto agitada, con mi cuerpo sudoroso y mi respiración entrecortada. Siento cómo las lágrimas comienzan a caer. Mis sollozos crecen sin poder evitarlo. Mi cuerpo entero tiembla recordando todo aquello que sentí. Me recuesto en la cama y tomo una almohada tratando de callar mi llanto. Siento unos brazos rodeándome y unas manos comienzan a acariciar mi cabello.

—¿Estás bien?— cuestiona luego de un rato.

—Sí— respondo.

—Está bien— contesta y sale de mi habitación.

Relajo mi cuerpo y hago lo mismo. Entro al baño y observo mi rostro en el espejo. Mis ojos estaban rojos y un poco inflamados. Me desvisto, abro las llaves de la ducha y entro. El agua fría hace que mis músculos se relajen y suspiro.

Cuando termino, salgo y reviso que Keith no esté en el pasillo, rápidamente camino hacia la recámara. Selecciono mi ropa, hoy visitaré a Sofía y le contaré de mi nuevo papel. Escojo un vestido negro que llega hasta mis rodillas y lo combino con unas zapatillas deportivas doradas. Tomo una chaqueta de mezclilla, mi bolso y camino al comedor.

—Creo que debemos hablar— dice Keith desde el sofá.

—¿De qué necesitamos hablar?— cuestiono.

—Sobre el trato— responde.

Asiento, camino hasta él, me siento a su lado y suspiro.

—¿Cuál será nuestra historia?— pregunta.

—Podemos decir que cuando nos conocimos en el set de Inmarcesible, nos sentimos atraídos por el otro, pero hasta hace unos meses cuando nos volvimos a ver comenzamos a salir— él asiente.

—Espero que la gente crea eso— dice.

—Lo harán. Somos buenos actores— respondo.

 

Camino por las calles de la ciudad hasta una cafetería cerca del departamento de mi mejor amiga, sonríe mientras me espera y me acerco a ella. Me siento en la silla frente a la suya y sonrío. Pido un té verde y ella un café americano.

—Tengo buenas noticias— digo. –Me han dado el papel protagónico en una película— inmediatamente se pone me pie y me abraza.

—Amelia, eso es fantástico— responde emocionada.

—No quiero ser recordada por ese incidente, espero que puedan olvidarlo, realmente es lo único que deseo—

—Lo harán, eres una persona increíble. Tienen que hacerlo y tú también— sonrío.

—Tengo un nuevo novio— digo repentinamente.

—¿Quién es?— cuestiona.

—Keith— respondo y ella frunce el ceño. –Keith Hamilton— su boca se abre y río.

—¿Estás bromeando?— niego. –Amelia Smith— grita y dejo de reír.

—No menciones ese apellido—

—Lo siento, sabes que no logro acostumbrarme— muerdo mi labio inferior. –Pero, ¿cómo pasó eso?— sonrío de lado.

—Sabes que lo conocí cuando grabé Inmarcesible y no sé. Supongo que simplemente las cosas se dieron de esta manera— mi corazón late rápidamente.

—Madre mía, Amelia. Sales con el hombre más codiciado— siento el calor subiendo a mis mejillas.

—No es el más codiciado— refuto.

—Sabes que sí lo es— reímos.

Realmente disfrutaba mi tiempo con ella. Gracias a los malos momentos, aprendí a disfrutar los buenos, aunque fueran efímeros. El tiempo pasaba, no podía quedarme estancada en ese pasado, en esas experiencias que cambiaron mi vida completamente. En esas experiencias que marcaron todo el rumbo de mi presente y tal vez de mi futuro.

Algunas veces las personas te dicen que el tiempo cura las heridas, pero no es así. El tiempo nunca pudo curarme. Yo me curé sola. Yo tuve que sacar fuerzas que no tenía, para ponerme en pie y luchar por lo que quería. Yo tuve que aprender a soportar cada uno de los rumores, de los murmullos. Yo soporté cada señalamiento, cada crítica.

El tiempo sólo pasó.

Así que no podían decirme que era una suerte que estuviera aquí. Porque no lo era. Una suerte sería si las personas nunca hubieran recordado ese error. Una suerte sería si me hubieran dejado libre de toda culpa como a él. Pero no fue así, a mí me dieron la espalda, mientras él regresaba a la normalidad. A mí me dejaron caer, mientras a él lo veían ir hacia lo más alto.




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