Un trato con Hamilton

Capítulo 5

Amelia

Mi ritmo cardíaco ha incrementado, el miedo domina hasta el rincón más profundo de mi cuerpo. Mis piernas apenas y pueden sostenerme. Siento unos brazos rodeándome e intento calmar esta reacción de autodefensa.

—Amelia— intento concentrarme en la voz de Hamilton, pero parece tan lejana. –Amelia, mírame— mis ojos buscan los suyos, al encontrarlos, siento una tranquilidad inundándome.

Guarda silencio mientras acaricia mi mejilla, respiro profundamente y poco a poco voy logrando disminuir mi respiración.

—Quien sea que te haya enviado ese mensaje y lo que diga, no debes dejar que te afecte. Eres una mujer fuerte, no debes dejar que te domine— su voz suena suave.

—Eso es porque no sabes qué es lo que puede hacer— respondo. –He cometido un grave error al estar aquí—

—¿Entonces dónde deberías estar?— cuestiona elevando su voz. —¿En el hospital? ¿O tal vez en el cementerio?— mantiene su mirada en mí y sé que intenta descifrar lo que pasa por mi cabeza, pero ni siquiera yo lo sé.

—Tal vez no debiste detenerte y rescatar a una mujer bajo la lluvia— grito tratando de defenderme.

—¿Eso te gustaría?— responde de la misma manera.

Mi cabeza comienza a taladrar cuando los recuerdos regresan a mí. Comienzo a ver borroso y me sostengo de la pared. Los gritos, ese miedo. Todo viene a mí y mi cuerpo vuelve a temblar.

¿Por qué le sonreíste? Amelia, ¿quieres irte con él? ¿O acaso me has estado viendo la cara de estúpido y lo has visto más de una vez? ¿Qué tengo que hacer para que entiendas que eres mía? No me provoques de nuevo, porque no te aseguro que saldrás ilesa de esto— mi cuerpo se contrae huyendo del suyo, tratando de mantenerse a salvo. Eleva su mano y me hago aún más pequeña.

Siento unos labios sobre los míos, moviéndose rítmicamente a un mismo compás. Veo los párpados cerrados de Keith y aprecio sus largas y abundantes pestañas castañas. Pasa su mano por mi cintura, atrayéndome a su cálido cuerpo. Cierro mis ojos y respondo a su beso. El roce de nuestras bocas alejan esos pensamientos. El calor de su cuerpo que lucha contra mi cuerpo frío. Paso mis manos por su cuello, tratando de que este momento no termine. El aire comienza a faltarnos y baja la intensidad hasta que nos separamos. Mi respiración entrecortada se mezcla con la suya, sus ojos se han vuelto de un azul más intenso y no puedo apartar mi mirada de ellos.

—Un día leí que puedes detener un ataque de pánico si contienes la respiración y tú dejaste de respirar cuando te besé— asiento y luego siento como si eso ya lo hubiera escuchado.

—¿Acaso eso no lo dice…— muerdo mi labio intentando recordar. – ¡Eso lo dicen en Teen Wolf!—

—¿Has visto Teen Wolf?— cuestiona.

—Obviamente. Dylan bebé sale en esa serie— respondo.

Nuestras miradas chocan y no necesitamos palabras para decir lo que ambos sabemos.

—¿Estás pensando lo mismo que yo?— cuestiona tratando de asegurar.

—¡Maratón de Teen Wolf!— grito y ambos reímos.

Keith prepara Ramen instantáneo y nos sentamos juntos en el sofá. Enciende la televisión y pone el capítulo uno de Teen Wolf. Observo con atención, aunque ya había visto más de seis veces la serie completa. El timbre resuena en toda la casa, interrumpiendo el quinto capítulo. Keith toma el control y pausa. Se pone de pie y camina hacia a la puerta. Cuando la abre, escucho como aclara su garganta.

—Pasen— dice y se hace a un lado de la puerta.

Los pasos de los visitantes resuenan en toda la habitación y no puedo apartar mi vista de ellos. Un cabello rojo llama mi atención, con el rostro cubierto por lentes de sol y una mascarilla de tela. La piel clara y con ropa formal. A su lado un hombre en traje negro con los mismos objetos cubriendo su cara.

—Buenas tardes— saluda la pelirroja.

—Buenas tardes— respondo.

Entonces, ambos quitan los lentes de sol y los cubrebocas, reconozco esos ojos azules y a su pareja. Grecia Scott estaba frente a mí. Me levanto del sofá y camino hacia ellos. Mientras tanto, Grecia quita la peluca y suelta su rubio cabello.

—Lamento mucho hacer demasiado drama, pero las calles estaban cubiertas de reporteros y sinceramente no quiero lidiar con eso— su voz es suave.

—No te preocupes— responde Keith. —¿Qué los trae por mi humilde casa?— cuestiona.

¿Humilde casa? No era humilde, sus muebles decían dinero y la casa no era pequeña, por el contrario, era grande. Aunque pensándolo bien, la casa de los Scott sería como diez veces ésta, así que tal vez si era humilde para ellos.

—Quería presentarte a Andrea— dice sonriendo. –Sé que la invitación de mi boda debió llegarte hace unos días, pero me di cuenta que nunca te presenté a mi prometido oficialmente. Y eres uno de mis amigos, no quiero que asistas a mi boda antes de conocer a la persona con la que me casaré— Williams entrelaza su mano con la de su prometida y eso mueve mi corazón.

—Hola, soy Keith Hamilton— dice a Andrea e intenta sonreír.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.