Un Trato Con La Bestia

Capitulo Diecinueve

Enamorarnos está prohibido, no importa cuánto deseo exista entre los dos, amarnos nunca será una opción, solo nos une la decisión de alguien más.

 

Atenea

 

Un par de toques en la puerta hacen que retorne del mundo de las fantasías y me concentre en la realidad nuevamente. Debo empezar a madurar, soy una mujer de diecinueve años casada con un hombre un tanto mayor que yo, aunque la diferencia no es tanta, solo seis años, sin embargo, es necesario que empiece a ver el mundo como lo que es: una realidad llena de dificultades que aunque mi vida está excesivamente allanada por la fortuna que poseo no deja de tener sus obstáculos.

 

—Pasa Alicia —digo y enseguida la mencionada entra cargando una bandeja con la bebida que le pedí hace rato.

 

La deja sobre la mesita a un lado de la cama y se me queda mirando. Alicia, más que una mucama o asistente, es como mi amiga, no es que no tenga otros amigos, sino que ella me conoce mucho mejor.

 

—Alicia, sé que temes que me equivoque, pero de eso se trata la vida, además la herencia de mis padres está protegida y también sé que no me conviene dejarme encandilar, por lo que Dominic me demuestra.

 

—Es que parece que en el día y medio que llevas tratándolo ya te has enamorado de él y sigue siendo un desconocido, el hecho de que contigo sea distinto a como dicen no significa que no sea así, puede estar actuando para hacerte creer que es un ángel.

 

No había pensado en eso, pero me cuesta creer que Dominic sea capaz de fingir de esa manera ¿Con qué propósito?

 

—No voy a refutar eso, tienes razón, sin embargo, no pienso condenarlo sin darle la oportunidad de demostrarme con hechos que en realidad merece mi confianza.

 

La verdad ya le ofrecí mi ayuda y creo que es la mejor decisión, no sería sano ni para él ni para mí vivir en una constante batalla.

—¿Están todas mis cosas organizadas ya?

 

—Sí, su violín está dentro del estuche en el vestidor.

 

—Gracias, Alicia, ahora déjame sola un momento. Ve con la señora López, ayúdala en lo que necesite. —Asiente y se retira.

 

Tomo el vaso con la bebida helada y tomo el líquido disfrutando de su sabor antes de ponerme de pie e ir por mi violín, me apetece tocar un poco hace más de un mes que no lo toco. Siento paz y felicidad en mi interior, desde la muerte de mis padres es primera vez que me siento de esta manera.

 

Voy al vestidor y me sorprendo al ver lo enorme que es, parece una habitación extra. Tomo el instrumento dentro de su estuche y vuelvo a la recámara, me acomodo en una silla en el balcón con las puertas dobles abiertas de par en par para posteriormente tomar el violín y dejarme seducir por la textura de la madera, leo la inscripción en la cubierta antes de cerrar los ojos y acomodarlo en mi hombro.

 

 Love's Greeting, Opus 12 de Edward Elgar empieza a sonar, su melodía describe el amor de un hombre hacia una mujer, el compromiso que se establece entre los dos y como se juran amor. Un amor que vive resplandeciendo a todos a su alrededor y que se centra en la máxima expresión de los delirios apasionados de dos cuerpos fundiéndose por la eternidad. Me pierdo en la exquisitez de la obra, disfrutando de sus matices románticos y sensibles.

 

Me entrego una y otra vez a la travesía de la declaración amorosa considerada una bagatela por algunos, pero que a los que entendemos la belleza de la vida nos toca tan profundamente. Solo un ser que ama con tanta intensidad es capaz de entender el mensaje entre líneas de esta melodía. Al terminarla por cuarta vez paso enseguida a otra pieza igual de hermosa: Plaisir d'amour de Giovanni Martini, la pieza de casi cinco minutos, termina por hacerme sentir cansada, por lo que regreso a la habitación, no obstante, me sorprendo al encontrar a Dominic escuchando en silencio.

 

—No sabía que tocaras así de hermoso —susurra desde su lugar.

 

Me sonrojo y bajo la mirada, mi papá solía ser mi único público y siempre resaltaba lo buena que era con el violín, pero escuchar a Dominic decir que es hermoso, me hace sentir distinta.

 

—Creí que vendrías más tarde —musito desviando la atención al tiempo que me acerco a la cama para guardar el instrumento en su estuche nuevamente.

 

—Así era, pero la curiosidad me está matando, por eso volví antes. No esperaba encontrar mi penthouse convertido en un auditorio lleno de esplendor —confiesa haciendo que me vuelva a sonrojar.

 

—Espero que no te moleste, es que sentí el impulso de tocar y…




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