Un Trato Con La Bestia

Capitulo Veintitrés

Te amo… sí, y esa es la verdad que oculto de mí mismo para evitar convertirme en tu maldito esclavo.

 

Dominic

 

Luego de calmarnos y acordar no continuar con la pelea, el idiota conocido de Atenea se largó, ella y yo hemos venido a la oficina que era de su padre. Ninguno ha dicho ni una sola palabra, tanto ella como yo estamos respirando irá, lo que me gustaría saber es si su enojo es porque arruine su café o por espectáculo que se armó en la calle. Seguramente saldremos en las noticias cuando algún estúpido cuelgue el video de la pelea, me da igual que lo hagan, volvería a hacerlo si otro se atreve a respirar cerca de ella.

 

—Di lo que tengas que decir —pronuncio cuando ella da su décima vuelta.

 

Voltea la cabeza hacia mí y me lanza dardos envenenados con la mirada. Algo aparte de lo que paso le molesta, estoy seguro de que anoche hice algo.

 

—Eres un imbécil —bufa antes de girarse por completo y colocar los brazos en jarra—, después de lo que paso entre los dos creí que dejarías de ser tan animal, pero doy cuenta de que es imposible que eso suceda —agrega haciendo que me ponga de pie.

 

—¿Qué fue lo que sucedió entre los dos? —cuestiono consiguiendo que su cara cambie por completo.

 

Rueda los ojos y resopla al entender que realmente no recuerdo que fue eso que sucedió. Una pizca de decepción se asoma en su mirada, pero la aparta enseguida aferrándose al enfado que siente, por lo que paso con el fulano de su amigo.

 

—Discutimos —suelta sin agregar más.

 

—Cuando regresé, ¿qué fue lo que hice, Atenea? —pregunto tomándola de los brazos.

 

—Me corriste de tu cama, dijiste que nuestro matrimonio era una farsa y no debíamos compartir la cama como lo harían dos esposos de verdad —dice con los ojos plantados en los míos.

 

Dudo que sea la verdad, pero no puedo hacer más que confiar en su palabra.

 

—Lo siento, no fue mi intención. Anoche tomé y no creí que…

 

—No te preocupes, únicamente pusiste en relieve tus verdaderos sentimientos, esta noche dormiré con Alicia y ahora si me disculpas, debo aprender a cómo llevar una compañía de la que no sé absolutamente nada —dice corriéndome de manera muy directa.

 

—Entiendo, pero antes necesito que me expliques qué hacías con ese imbécil —cuestiono directo también.

 

—Te recuerdo que lo que yo haga o deje de hacer con mis conocidos no te incumbe, entre los dos únicamente existe un contrato con fecha de vencimiento. —Por alguna razón siento que su voz suena como si yo hubiese hecho algo que le causa dolor.

 

Por impulso la tomo de la cintura y la pego a mi cuerpo, sintiendo como la electricidad fluye por cada poro de mi piel.

 

—Ese contrato nos obliga a ser fieles, que no se te olvide porque yo no voy a permitir que me veas la cara de idiota, eres mi esposa y te debes comportar como tal —demando alzando un poco la voz.

 

—Contrólate esposo o los empleados se van a dar cuenta de que no somos tan felices como aparentamos —ironiza mostrando una sonrisa.

 

Me quedo mirando sus labios, provocativos. Me invitan a probarlos, a beber de ellos, siento un hormigueo en los míos, por lo que siguiendo las necesidades de mi instinto, bajo la cabeza y uno nuestros labios, no obstante, ella se resiste con mucha más fuerza que las veces anteriores y termina por empujarme lejos de ella.

 

—¡Te prohíbo que vuelvas a poner un dedo sobre mí! —exclama marcando distancia entre los dos.

 

Sin embargo, me doy cuenta de que a pesar de sus palabras en sus ojos, brilla el deseo de querer continuar, de ir más allá del punto en el que siempre nos quedamos, luce un poco distinta, algo en ella cambió.

 

—Dime que cambio, ayer no te molestaron mis besos, ¿qué fue lo que cambio?

 

—Descubrí que realmente, si eres esa bestia de la que todo el mundo habla, descubrí que únicamente te importa tu bienestar y solo actúas en interés propio. —Definitivamente algo pasó anoche que le hizo cambiar tan drásticamente.

 

Estaba seguro de que entre los dos estaba surgiendo algo, sentí la conexión entre los dos, no entiendo que es lo que está sucediendo ahora para que me trate de esta manera, porque es obvio que esto no se trata solo del payaso con el que la encontré.

 

—Sabes que las cosas que dicen no son ciertas, te he mostrado quién soy en realidad —digo e intento acercarme nuevamente, pero retrocede.

 

—Vete Dominic, por favor —pide y traga saliva, aprieto los dientes al ver la expresión de su rostro.

 

Dejo caer los hombros entendiendo que necesita espacio, quiero quedarme y hacer algo para arreglar lo que sea que haya echado a perder, sin embargo, no tengo ni puta idea de que fue lo que hice y ella está dispuesta a dejarme en la total ignorancia de lo que se me acusa.

 

—Te puedes quedar con mi habitación, yo iré a otra —digo antes de dar la vuelta y caminar hacia la puerta.

 

—Dijiste que no había más habitaciones —recuerda.

 

—Mentí —confieso y salgo.

 

Salgo de la oficina y camino hacia el ascensor sin mirar a la asistente que se me queda viendo al pasar delante de ella, seguramente escucho toda la conversación, espero sepa cómo ser discreta. Al entrar a la caja metálica me giro e inserto los ojos en ella que continúa mirando en mi dirección en modo de advertencia y me sonrío de medio lado señalando con eso que es mejor estar de mi lado.

 

Al salir del ascensor me dirijo rápidamente hasta mi auto que continúa estacionado frente al edificio, me subo y parto enseguida sintiendo como se me forma un nudo en la boca del estómago y un sabor amargo aparece en mi boca. Es imposible que esté sufriendo de amnesia solo por un maldito trago, de pronto todo se vuelve borroso y un pitido fuerte e intenso me hace doler el tímpano por lo que freno de golpe y soy empujado hacia adelante por el auto que viene detrás que se estrella contra el mío.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.