Un Trato Con La Bestia

Capítulos Treinta y Tres

La determinación de romper cualquier vínculo flaquea a cada instante, eres mi debilidad y mi locura, eres la tormenta que arrasa con vida.

 

Atenea

 

El día llega sin que yo haya podido pegar el ojo ni por un solo segundo durante toda la noche, por lo que ya me encuentro lista para salir, a pesar de no haber dormido, me siento mucho mejor que ayer, al menos tengo apetito y ya eso es mucho decir, quizás me preocupe por nada. Con una sonrisa que me parte los labios salgo de la habitación y bajo las escaleras, al llegar a la planta principal me encuentro con Dominic saliendo de su despacho apestando a licor y con una apariencia desagradable.

 

—Buenos días —digo neutral, aunque sin desdibujar la sonrisa de mis labios.

 

—Buenos días —gruñe y agradezco que haya evitado el momento incómodo de pedirme que volvamos a ser como antes.

 

Continúo mi camino hasta la cocina donde le pido a Alicia que me prepare un sándwich de atún y huevo cocido. Enarca una ceja, pero se ahorra el comentario, no sé qué le sucede, debería de sentirse feliz, ya me siento mejor y no hay de qué preocuparse, de todos modos iré al médico al salir para pedirle que me recete algo que me ayude a relajarme.

 

Siento los músculos algo tensos y por ahora no tengo tiempo de nadar un poco ni de distraerme en nada más.

 

—Aquí tiene —pronuncia mi asistente y me coloca un plato en el frente.

 

El estómago se me revuelve al ver el sándwich.

 

—¡Oh, Dios mío! Mira la hora, voy tarde y tengo una reunión en diez minutos, puedes colocarlo en un envase para llevármelo, lo comeré en la oficina —miento para evitar que se den cuenta de las náuseas que me provocó, tampoco quiero comerlo porque me da miedo terminar vomitando y que tanto ella como la señora López se den cuenta.

 

—Deme un minuto y se lo tengo listo —dice y retira el plato. No entiendo por qué me trata con tanta distancia, quizás sea porque ayer la corrí de mi habitación o tal vez porque no quiere que Dominic la regañe por tutearme delante de los demás empleados.

 

Tomo el jugo de naranja mientras espero, gracias al cielo que el jugo me sienta de maravillas, al menos es algo y la naranja tiene mucha vitamina C, finalmente me entrega un pequeño lunch el cual tomo junto a mi bolso y voy hacia la salida luego de agradecerle.

 

Al salir me entero de que tengo dos nuevos escoltas, los hacen por paquete y en menos de cinco minutos.

 

—Señora, estos son sus nuevos escoltas, Luciano y Mariana —pronuncia Finnegan, seguramente Dominic le informo que ya estaba por salir.

 

—No los necesito —contesto autoritario.

 

—El señor fue quien ordenó que se le asignaran los escoltas, señora —contesta impertérrito.

 

—Entonces es por eso, de acuerdo —digo y regreso a la casa.

 

Entro y voy escaleras arriba sin detenerme, la señora López y Alicia se asoman al escuchar el portazo fuerte que doy al ingresar, las ignoro y sigo con mi camino hasta la habitación de Dominic, tuvo que tomar otra luego de que unieran la que era de él antes y la que yo ocupaba para poder darme un espacio donde tocar cómodamente dentro de mi cuarto.

 

Entro sin tocar una vez más y como la vez anterior lo encuentro semidesnudo, solo que esta vez está tumbado en la cama con los pies apoyados en el piso, la toalla enrollada alrededor de su cintura, levanta la cabeza al sentirme, el cabello húmedo se le pega en las sienes, trago saliva sintiendo como la humedad brota en mi intimidad.

 

Decido agarrarme con fuerza de la rabia que siento por su insistencia en que yo debo tener niñeros, por lo que de manera sobrenatural ignoro por completo las imágenes eróticas que se forman en mi cabeza.

 

—Ordénale a tu sabueso que me deje en paz, no necesito niñeras detrás de mí todo el día, por si no te has dado cuenta, soy una mujer adulta y sé cómo cuidarme sola, agradezco que te preocupes aunque solo sea por egoísmo, pero no estoy dispuesta a que controles mi vida —espeto llena de ira.

 

Sus ojos se plantan en los míos cristalizados por un deseo que me seduce y me insta a bajar la guardia cuando se incorpora y se para frente a mí sin acercarse. Pero no pienso ceder al deseo de la carne.

 

—Es por tu seguridad, Atenea, pero si no los quieres, entonces no puedo obligarte —acepta y me confunde—, estuve pensando y tienes razón, no hay motivo para que tú y yo nos tratemos de manera diferente, después de todo ninguno de los dos quiere estar en este matrimonio —agrega dejándome descolocada.

 

Esperaba cualquier cosa menos esto.

 

—Entonces informarle a Finnegan —musito sin saber cómo sentirme ahora.

 

Venía dispuesta a enfrascarme en una discusión, a tener que utilizar cualquier recurso para evitar que enviara a sus espías tras de mí, pero no hubo necesidad de nada de eso.

 

—De acuerdo. —Me muerdo el labio cuando la mirada se me desvía traviesa y traidora hasta su pecho, me siento tentada a tocarlo, la yema de los dedos me hormiguea, por lo que cierro ambas manos en puño clavándome las uñas en la piel—. ¿Eso es todo? —pregunta haciendo que reaccione de nuevo.

 

Asiento con la cabeza viendo cómo se acerca, retrocedo instintivamente hasta quedar a un paso de la puerta, se sonríe sabiendo que descontrola cada célula de mi cuerpo, no obstante, esa sonrisa burlona es lo último que veo porque me cierra la puerta en la cara.

 

—Eres un idiota —grito a sabiendas de que puede escucharme.

 

Vuelvo a bajar y salgo con una sonrisa victoriosa, aunque por dentro llevo un descontrol total de mis sentidos y emociones, Dominic es capaz de alterarme en todos los sentidos habidos y por haber.




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