Un Trato Con La Bestia

Capitulo Cuarenta y Cuatro

Miedo, decepción y angustia estremecen a mi cuerpo, pero el deseo de que tus brazos sean los que me protejan logra mantenerme estable en medio de esta tormenta.

 

Atenea

 

El miedo me mantiene paralizada al tiempo que un escalofrío me recorre la espina dorsal de arriba abajo, no puedo creer que esto me esté pasando, no debí haberme ido sola, sin importar lo molesta que estaba, tuve que quedarme con los custodios y no comportarme como una malcriada y menos ahora que no es solo mi vida la que está en riesgo. Es mi culpa todo esto que está pasando, solo espero que Dominic quiera rescatarnos, que deje de lado su orgullo y se dé cuenta de que nunca le he mentido.

 

Por favor, señor, te lo pido, ayúdame a que el amor que sentimos el uno por el otro sea mucho más fuerte que las dudas y los miedos, ayúdame a regresar a su lado, ayúdame a que este bebe y yo podamos ser feliz al lado del hombre que amamos.

 

—Hermanita, te dije que me ibas a pagar lo que habías hecho —susurra Alberto.

 

Giro la cabeza a ambos lados tratando de identificar donde está, me tiene amordazada y con los ojos cubiertos.

 

»Si hubieses renunciado al dinero del maldito de nuestro padre, nada de esto estaría pasando, pero preferiste ser la hija noble que lucha por mantener el legado de un hombre que destrozo mi vida, ¿Nunca te preguntaste que me llevo a ser como soy? —Su monólogo lleno de odio provoca que mis extremidades tiemblen—. Aquí estoy —pronuncia acariciando el costado de mi cara.

 

Gimo con la boca tapada, intento decirle cualquier cosa, pero solo me salen sonidos extraños.

 

»Te quitaré la mordaza, pero antes vas a escucharme —pronuncia y me quita la venda de los ojos primero, el golpe de luz hace que los cierre e intente abrirlos de nuevo lentamente, acostumbrándome a la claridad—, si quiero ver la expresión de tu mirada cuando te cuente la verdad sobre tu adorado y perfecto padre, ese ser que idolatras y alabas como si fuese un dios no es más que un maldito depravado que arruino mi vida —exclama con una mezcla de sentimientos que por un momento hacen que mi corazón se apiade de él y sienta lástima.

 

Pensé que ya todo estaba bien entre los dos y que estaba cambiando por los dos, para ser la familia que nunca fuimos, pero todo fue parte de su plan, un teatro que se inventó para hacer que yo bajase la guardia con él. Dominic tiene razón al decir que soy muy ingenua y que espero bondad de todos cuando en realidad las personas son crueles y despiadadas, sin importar que lleven tu misma sangre.

 

»Yo fui quien provocó la muerte de nuestros padres, pague mucho dinero para que manipularan el auto en el que venían y pague también para que la investigación arrojara que había sido un simple accidente, que el gran Augusto Dankworth, había perdido el control de su vehículo por venir bajo la influencia del alcohol, ambos sabemos que ese vejestorio nunca tomaba en exceso y aun así todo el mundo se creyó ese cuento —confiesa con orgullo, las lágrimas empiezan a salir de mis ojos al darme cuenta del monstruo que tengo por hermano—, no hermanita, no soy un monstruo, tampoco soy el villano de la historia, simplemente me convertí en el karma de nuestros padres, sufrí una metamorfosis que me transformó en el vengador del diablo —añade al tiempo que su mirada se torna acuosa también y su mente parece perderse en recuerdos del pasado.

 

No entiendo por qué, pero siento que estoy a punto de perder lo poco bueno que me queda de la imagen de mi padre.

 

»Yo era solo un niño cuando todo comenzó, cuando los colores de mi arcoíris se destiñeron y mi pequeño mundo se llenó de oscuridad, mi pequeña mente no podía entender cómo es que el hombre que yo creía mi héroe en realidad era el monstruo debajo de la cama, ¿sabes por qué moje la cama hasta los diez años? No, no lo sabes, tampoco recuerdas la vez que me orine los pantalones delante de todo el mundo cuando él me tomó en brazos y me dio un beso en la mejilla, era tu cumpleaños número siete, los invitados se burlaron de mí, yo solo me fui corriendo a mi habitación. —Trago saliva negándome a darle forma a sus palabras en mi cabeza.

 

Mi cabeza se mueve de un lado a otro a medida que las lágrimas salen a borbotones.

 

»Sí, Augusto Dankworth, abuso de mí por mucho tiempo, ese hombre recto, honrado, bondadoso y admirable al que tanto amas, no fue más que la desgracia que empañó mi vida, la droga me ayuda a olvidar ¿sabes? La cocaína o la heroína logran que el celaje de su fantasma se disipe, en mis alucinaciones soy yo quien tiene el control y no te imaginas cuantas veces he sido yo quien tiene su cuello entre las manos y las cierro con fuerza hasta que al fin deja de respirar. —Se queda callado mirando a un punto fijo en la pared.

 

En mi cabeza una explosión infinita de pensamientos y recuerdos giran con mucha velocidad haciendo que me sienta mareada, el vómito me sube por la garganta, siento la bilis quemarme, pero aspiro con fuerza para controlarlo sin ningún éxito. Alberto reacciona y me arranca la mordaza de la boca al tiempo que el vómito sale disparado y me baña.

 

»Él me debe por todo lo que me hizo, no es suficiente con su muerte, necesito que el mundo se olvide de que algún día existió, necesito que su nombre y su apellido se desmoronen, que nadie lo conozca como el mejor empresario y no voy a descansar hasta conseguirlo —agrega con calma.

 

—Ahora soy yo quien maneja la empresa, si la destruyes, me destruyes a mí.

 

—Por mí, él nunca abusó de ti, yo me ofrecí como tributo para que él alejara sus asquerosas manos de tu cuerpo, perdóname si te destruyo, pero ya te protegí por mucho tiempo —declara y me deja sola en el cuarto en el que me tiene luego de cubrirme nuevamente la boca.




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