Un Trato Con La Bestia

Capitulo Cuarenta y Seis

El tiempo no existe entre los dos, todo parece quedarse detenido en el espacio cuando te tengo en frente y tus ojos negros se cruzan con mi mirada. Te amo y te amaré más allá de la eternidad.

 

Atenea

 

El agua ha cubierto una parte de la habitación, ya me alcanza la mitad de las piernas, sé que no voy a poder salir, pero al menos debo intentar mantenerme con vida el mayor tiempo posible por mi bebe, no voy a perder la esperanza, estoy segura de que sin importar que Dominic sienta que lo he traicionado él no va a dejar que yo muera de esta manera, necesito confiar en que no va a dejarme morir.

 

De nuevo tiro de uno de mis brazos con fuerza para sacarlo de la soga que lo mantiene atado al brazo de la silla, siento como el material me raspa la piel y la desgarra a medida que tiro con todas mis fuerzas, el dolor es intenso, pero cierro los ojos y decido soportarlo si con eso, logro liberarme, finalmente consigo empezar a sacar el brazo pese a que me lo he lastimado y empieza a sangrar.

 

Me detengo un segundo para respirar y coger fuerzas para reanudar la tarea hasta que al fin consigo liberar una de mis manos, no sé cuánto tiempo me queda, sin embargo, el agua casi me alcanza las rodillas, por lo que sin perder tiempo empiezo a desatar la otra mano con mi mano lastimada para posteriormente desatar los nudos que mantienen mis piernas sujetas a las patas de la silla.

 

Cuando lo consigo me tomo un minuto para respirar y examinarme el brazo que me lastime, solo tengo una herida superficial a pesar de que me duele al punto de querer arrancármelo para evitar sentir el dolor. Corro a la puerta e intento abrirla, pero es imposible, está cerrada desde afuera y parece como si hubiesen colocado una tapa sobre ella, algo que evita que el agua se salga por las hendijas que quedan entre el marco y la puerta.

 

Tiro con todas mis fuerzas de la manilla, pero lo único que consigo es caer al agua una y otra vez, grito a la cámara pidiendo ayuda, y la desesperación empieza a causarme un ataque de pánico a medida que el agua continúa subiendo, ya está por sobre mis rodillas y afuera no se logra escuchar absolutamente nada. Tal vez Alberto tenga razón y la única forma en la que él pueda tener algo de paz es acabando conmigo, la única persona que le sigue recordando todo lo que vivió a manos de nuestro padre, pero yo soy inocente de lo que pasó.

 

Si pudiera cambiar las cosas lo haría sin dudar, sin embargo, no se puede devolver el tiempo y hacer que las cosas ocurran de un modo diferente.

 

—¡No quiero morir! —grito antes de coger la silla y lanzarla contra la única salida que reconozco.

 

Pronto el frío del agua empieza a hacer efecto en mi cuerpo, me es difícil evitar los temblores, no tengo modo de entrar en calor. Mi bebe tiene que vivir, sé que todavía está muy pequeño y que posiblemente ni se percate de lo que está pasando, pero estoy segura de que si continuo perdiendo calor eso le puede llegar a afectar, él depende de mí.

 

—¡No voy a morir y mi bebe tampoco! —afirmo llenándome de una seguridad que mengua por momentos.

 

Empiezo a moverme dentro del agua, camino sin parar dando círculos y extendiendo mis brazos de arriba abajo, no sé lo que estoy haciendo, sin embargo, esto hace que mi sangre se mantenga fluyendo por todo mi cuerpo y si con eso puedo lograr aumentar mi calor corporal entonces habré mantenido a mi bebe con vida. El agua ya está por mi cintura y las esperanzas empiezan a disminuir al igual que la seguridad.

 

Me siento exhausta, el ejercicio acuático es agotador y en poco tiempo me deja sin energías. Vuelvo a la cámara y suplico que me salven, mi deseo de vivir no se debe a un sentimiento egoísta, sino a la criatura que crece en mi vientre, tiene derecho a una vida, a ver el mundo, conocerlo y andar su propio camino, no es justo que muera por las atrocidades de un hombre que admiré toda mi vida y que ahora en un solo segundo se terminó de caer del pedestal en el que lo tenía.

 

No imagino el dolor ni el sufrimiento por el que tuvo que pasar Alberto, no lo culpo ni lo juzgo por lo que está haciendo conmigo, quizás yo habría hecho lo mismo o probablemente me haya quitado la vida hace mucho como la cobarde que soy. Sé que no es momento para detenerme a pensar o analizar la actitud cambiante de mi hermano, pero necesito mantener la mente despierta y en calma, confiar en que pronto Dominic abrirá esa puerta.

 

Dos hombres totalmente diferentes fue lo que vi en un mismo hombre y ninguna de sus personalidades parecía actuada, el Alberto sumiso parecía tan lastimado y resignado, es como si los golpes de la vida le hubiesen quitado la voz, en cambio, el Alberto arrogante y psicópata, ese que despertó siendo un hombre, comprendo su sed de venganza, pero en ambos casos necesita ayuda. Es evidente que el trauma que sufrió fracturo su esencia y esa parte que siempre quiso gritar es la que me trajo a este lugar con la intención de apagar su sufrimiento.




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