El lunes por la mañana pestañeo frente al espejo de mano que tengo frente a mis ojos y vuelvo a retocar mi maquillaje antes de salir del coche. Peter me mira de reojo por el espejo retrovisor y frena cada cierto tiempo para hacerme salir de la línea por gusto.
— Voy a terminar con el labial en los ojos si me sigues haciendo eso— Me quejo. Él dobla y estaciona el coche en la puerta del KMH.
— No sé por qué te pintas tanto si tienes solo diecisiete, ni que fueras una anciana arrugada — Comenta negando, había comenzado a pintarme a los quince años y desde ahí no he vuelto a soportar salir a cara lavada. Peter siempre se queja, diciendo que pronto me voy a volver una adicta dependiente y que él me va a meter a uno de esos grupos de adictos llamados maquillistas anónimos. — Además tienes los genes de tu padre, no envejecen.
— Tengo unas ojeras tremendas — me quejo arreglando el labial color carmín sobre mis labios y fijo mi vista en las aureolas negras debajo de mis ojos que están apenas visible por el corrector diario — Si no hubiera heredado también las ojeras de mi padre, no me maquillaría tanto — Observo mis cejas peinadas y mis pestañas encrespadas. Solo es cosa de arreglar mi labial y un poco de polvo rosa para iluminar mis mejillas. Tampoco es tanto, el problema es que Peter es un viejito exagerado y cascarrabias.
— Quien te manda a dormirte tarde por la noche mirando series. ¿Eso de quién lo heredaste? ¿De tu padre también?
—No, papá prefiere desvelarse con el trabajo — Ironicé y le lanzo un beso de despedida al bajarme del auto.
— Avísame cuando salgas — Se despide y veo como enciende el auto para marcharse, cuando dobla la esquina giro sobre mis pies y me adentro a la escuela.
En mi cara se planta una enorme sonrisa y acomodo sobre mi hombro el bolso rojo que llevo. Levanto la vista y camino de forma erguida hasta mi casillero. Mientras cruzo por el pasillo algunos compañeros me saludan alzando la mano o llamando mi nombre, correspondo a todos ellos con un ademán amigable y a lo lejos veo a mis dos mejores amigas esperando por mí frente a mi casillero. Paso delante del enorme cartel vanguardista que decora la entrada con la frase: «La música puede cambiar el mundo porque puede cambiar a las personas» y no evito la sonrisa que se forma en mi cara. El equipo de comité hizo su mejor trabajo para decorarla.
Nada que envidiarle al departamento de arte.
Llego a mi casillero; Brenda me mira por el rabillo del ojo concentrada en los apuntes de ciencia mientras que Brittany cruza mirada conmigo desde el espejo, retocando su coleta alta para la clase de educación física.
Cada quien destacaba en lo suyo, mientras Brittany es reconocida por sus múltiples trofeos en deportes como natación, atletismo y gimnasia artística, mi otra mejor amiga aparece en cada foto del anuario como la alumna de mejores calificaciones y presidenta del club de robótica.
— Oye, no todos los días uno se puede dar el placer de llegar tarde— La morena me reprocha quitando la atención del libro y la pasa al reloj en su muñeca. 7:55 AM — El director Smith te llamó dos veces por los parlantes, te tocaba dar el recorrido a los nuevos estudiantes que ingresan hoy.
Niega con desaprobación y aprieto mis dientes cerrando los ojos. Se me pasó por completo.
El viernes antes de la fiesta de Brenda, el Sr. Smith me había avisado sobre el ingreso de tres nuevos alumnos. Se me pasó por completo ese hecho. Se supone que llegaría temprano a mi clase de expresión oral para hacer la tarea de matemáticas que había olvidado hacer por quedarme mirando Gray's Anatomy. Y ahora ni tarea ni clase. Un regaño del director por impuntalidad.
— ¿No hay nadie más del consejo que se ofrezca a guiarlos? Me quedé hasta tarde componiendo y no hice los ejercicios de álgebra si no llego temprano a la clase de la Sra. Bett, no voy a lograr terminarlos — En mi defensa, estar mirando series hasta las dos de la mañana y componer son palabras sinónimas, yo me inspiro en ellas para escribir mis letras.
— Te ayudaría si no hubiera suspendido matemática las tres últimas veces — Se ofrece Brittany terminado de arreglar su maquillaje en el espejo de su casillero. Como bien dije antes, a la rubia se le da bien todo lo relacionado al deporte, pero con cualquier cosa que relacionada a los números,se vuelve un cero a la izquierda. En los deportes es una estrella ¿En los estudios? Bueno, eso era otro tema.
— Dame tu libro, yo te paso los ejercicios. Te debo una desde la vez que me ayudaste a salir de detención — Brenda tiende su mano en dirección al libro verde de álgebra avanzada, ambas llevamos esa clase y la morena es una genio en ella. Mis dos amigas son polos opuestos entre sí, mientras Brittany había nacido para el deporte, Bren era una genio en la robótica y la ciencia, tanto así que en las paredes de su cuarto no cabe más espacio para diplomas de reconocimiento. Le agradezco el gesto y me despido de ambas para ir a la oficina del Director. Tengo que apresurar mi paso en los dos últimos pasillos hasta llegar antes del toque de campana. Cuando lo logro, Rosa, la secretaria de dirección, me saluda y me da permiso para entrar a la sala.
Allí espera el hombre de cuarenta años sentado en su escritorio y tres chicos más. Dos que parecen de mi edad y un chico un par de años más pequeño.
— Miren, ya llegó. Justo te estábamos esperando — es lo primero que escucho al entrar. El director se levanta de su asiento y los tres chicos que estaban sentados frente a él hacen lo mismo.
La primera a la que noto es una chica castaña de ojos claros. Es un par de centímetros más baja que yo y su cuerpo es muy delgado. Es pálida y pecosa y lleva un chaleco de tela sobre su blusa. A su izquierda está el chico de unos grados más abajo del mío, es rubio y lleva gafas azules, no pasa de primer año, como mucho es de segundo. Finalmente me detengo en el último, es un chico de no tanta corpulencia y buena estatura.