Empecé a componer cuando cumplí los diez años.
Por aquel entonces era un niño muy introvertido — Un poco más que ahora — Que hacía tres años, había encontrado su pasión por la música al comenzar sus clases de piano. La mayoría de las tardes solía pasármelas encerrado en mi habitación practicando nuevas partituras o en las clases del Jorlemon Street, ensayando las melodías que la vieja profesora Gertrudis me enseñaba.
Mis padres no tardaron en darse cuanta que la música se me daba bien. Más aún, cuando me volvía virtuoso con el paso del tiempo. Magalí fue la primera de mi familia en unirse a mis conciertos improvisados. Me cedió sus muñecas, menos favoritas, para ponerlas sobre mi cama y simular que eran personas aplaudiéndome y vitoreando mis presentaciones. A veces, y cuando Luke estaba lo suficientemente dormido como para no despertarse, le robábamos los viejos radiocasetes a mis padres y subíamos el volumen a tope para sumirnos en la fantasía de nuestro concierto de rock. Ella cantaba y yo la seguía con el piano, cuando fuimos mas grandes y Magalí se enamoró del Country, la acompañaba con la guitarra y finalmente, después del oboe, la flauta travesera, y la trompeta, comencé mis clases de chelo para colmar sus expectativas de música contemporánea.
Tenía quince años y Gertrudis casi sesenta y seis cuando me animé a ejecutar las primeras cuerdas de aquel instrumento. Para ese entonces, mis clases terminaban a eso de las tres de tarde y apenas salía me iba volando en la bicicleta que Magalí me había prestado para llegar a tiempo a mis clases en el Jorlemon.
Las calles de Manhattan eran siempre ruidosas, llenas de tráfico y personas corriendo atrasadas, así que un día, cuando había salido tarde por un castigo que a todo mi grupo se le había impuesto, no tuve otra opción que desviar mi camino e irme calle abajo por otra avenida un poco más desierta.
Pedaleaba con tanta fuerza y estaba tan concentrado en no perder más tiempo, que apenas me fijé cuando un chico mayor que yo, se cruzó delante de mis narices. Afortunadamente logré esquivarlo y él ni siquiera se inmutó de que casi termina arrollado, iba tan apurado que tampoco se dio cuanta que un libro cayó de su bolso. Y cuando me giré para devolvérselo, él ya había desaparecido calle arriba.
Me lo guardé en mi mochila con la esperanza de poder encontrar dentro alguna referencia de su respectivo dueño y seguí mi camino hacia las clases de Gertrudis. Más nunca pude devolvérselo. Y al leerlo terminó convirtiéndose en mi favorito.
— ¿Cómo es que lo encontraste? — Le pregunto a la rubia que mira recelosa las páginas comprobando que fuera el mismo libro.
— me castigaron una vez y me obligaron a pasar dos horas en la biblioteca, lo encontré en una de las repisas viejas y me gustó — Contestó sin muchas vueltas, era algo razonable, mejor que mi caso que prácticamente lo había encontrado alrededor de botellas de plástico y comida echada a perder — ¿Cómo es que lo has leído tú? No te ofendas pero creí que lo único que te gustaría leer serían esas historietas de personas que vuelan y lanzan rayos.
Me aguanto las ganas de explicarle que no son solo personas con la habilidad de volar y tener electricidad en sus manos, sino personas heroicas e intrépidas de mundos paralelos a los nuestros que combatían contra las guarras del mal para mantener la paz entre los mundos.
Ahora que lo pienso, si de ante mano la rubia me tachaba de raro por mis camisas con superhéroes, si le explicaba lo otro iba a terminar por llevarme a un centro de rehabilitación anti frikis súper heroicos.
— La verdad no sé, creí que no me gustaría pero al final Maggie terminó cautivando con su buen humor y su ironía, por su pasión con la que describía el amor por el arte. Si no fuera por ella creo que nunca me hubiera convencido a mí mismo de dedicar mi vida a la música. La forma que ella tenía de ver siempre el lado positivo de las cosas y ser fuerte. El hecho de no haber caído en las redes de Noah al instante. — Recuerdo al personaje de pelo canela y ojos chocolate que bien se describe — Maggie es el mejor personaje. No hay duda de eso.
Ella niega rotundamente chasqueando su lengua.
— Noah me gusta más. Es un incomprendido, lo tratan de arrogante y frío solo por no conocerlo, es tan dulce que te derrite, no puedes negarlo, intenta por todas sorprender a Maggie aunque ella no quiera admitirlo. La forma en la que ambos tienen de conectarse con la pintura es maravillosa, competían entre ellos para ser los mejores artistas pero nunca lograban ver que serían los mejores si combinaban sus artes, los retratos vivos de Noah contrastaban a la perfección con los paisajes cálidos de Maggie. Eran perfectos.
— Los capítulos lo eran, mi favorito siempre va a ser el primero, cuando Maggie regresa a su antigua escuela y accidentalmente Noah le lanza un bote de pintura en la cabeza.
— ¡Y ella intentando quitárselo golpea con su espalda el caballete que termina cayéndose por la ventana!
— ¡Y el conserje casi muere! — Ambos nos reímos. Parecemos locos...y homicidas.
— El mío fue la vez que se fueron de campamento y se perdieron en el bosque. Se comenzaron a llevar mejor después de eso. Fue una escena muy bonita, que ambos confesaran lo que en verdad pasaba y que Noah le pidiera disculpas por todo lo que le había hecho cuando eran pequeños.
— prefiero la escena del hospital, cuando Maggie le confianza la verdad a Noah y pasa lo que pasa — Hago énfasis en un capitulo que me gusta mucho— ¿Crees que el autor prefirió conservar su anonimato por alguna causa? Ya sabes, cómo Rowling para una estriega de ventas o como los nazis para evitar que los mataran
— Quizá el escritor es chico y no quería que sus amigos se enteraran que escribía una novela cursi y de romance — Da otra opción, no tenía pinta de ser un libro demasiado viejo ni tampoco se podía contar la idea de la estrategia de venta puesto que solo se había vendido una edición