Una semana después
La melodía suave de una canción todavía en proceso resuena en mi cabeza, tamborileo mis dedos sobre el respaldo de la cama, moviendo ligeramente la cabeza al ritmo de los acordes del castaño. Hemos llenado dos pentagramas garabateados de notas musicales mal dibujadas y un montón de papeles arrugados nos hacen compañía desde el suelo.
Hayden y yo estamos en la cama — a un metro de distancia — con el órgano eléctrico en mano ajustando los acordes de la letra. Está concentrado en las partituras y no se percata de que lo estoy observando. Me sorprendo un par de veces a mi misma mirando en dirección, ahora que lo tengo a un par de centímetros de mi, me doy cuenta que no tiene ningún parecido con Maxwell; su pelo es distinto, más desordenado y revuelto. Sus ojos todavía más claros. Sus secas menos pobladas. Además es delgado, mucho más que los chicos del equipo de lacrosse y sus gustos son extraños, con figurillas y muñecos colgados en su repisa y posters de películas que jamás he visto en mi vida. Es como un ...friki. Miro los acolchados de Flash donde me encuentro sentada, definitivamente. Es un Friki.
Me han obligado a hacer este trabajo con un friki.
Cuando levanta la vista aparto mi mirada de su rostro.
— ¿Crees que la melodía del piano quede bien?— Cuestiono cuando cierro por enésima vez la libreta en busca de inspiración. Resoplo, apoyado mi espalda en la cabecera; simplemente la letra no surge y solo tenemos a nuestro alcance una melodía en proceso sin ejecutar. Me llevo las manos a la cara con molestia. El retraso y la falta de progreso me abruman. Y a él parece no inmutarle.
— Me has preguntado eso toda la semana y todas las veces te he dicho que si — Rueda los ojos, está entretenido con el piano portátil sobre las piernas y la guitarra abrochada a los hombros combinando melodías — Aunque podríamos probar con la guitarra eléctrica si quieres.
— No pensé que supieras tocarla — le comento cuando logra enchufarla y toca un par de notas que suenan bien— ¿Dónde aprendiste?
— ¿Esto? No es nada, tomé clases antes de venir. Cuando tenía siete mi abuelo me enseñó a tocar la guitarra, luego el piano, y cuando mis padres vieron que tenía facilidad con los instrumentos me pagaron clases de batería y chelo —Me cuenta sin ganas de alardear, yo me quedo sobrecogida oyéndolo — ¿Qué pasa? — Me mira — ¿Por primera vez alguien te supera en algo? — Me sonríe con burla — A ver si puedes superarlo.
Enarqué una ceja ante su respuesta. ¿Me está vacilando?
Lo miro con desconcierto pero con las ganas máximas de dejarlo sin habla.
— ¿Superarte?— Repito vanidosa regalándole una sonrisa ladina — Cariño, yo te dejaría por los suelos — Me cruzo de brazos y me levanto de la cama para comenzar a caminar por el cuarto y enumerar con mis dedos cada hecho — Empecé mis clases de canto antes de cumplir los cinco años, ¿A que edad lo hiciste tú? mis profesores decían que cantaba como los ángeles, nunca se equivocaron. A los siete gané un concurso de belleza de Princesa sinfonía y dos años después me invitaron como reina señorita para ayudar a las nuevas y, como era de esperarse, gané de igual forma. Desde mi segundo año en el KMH soy la mejor alumna de la clase con una nota promedio de 10.2. — En realidad era de solo diez, pero el dos le daba un toque refinado — Hablo francés por herencia de mi madre y en mi antigua escuela tomaba clases de alemán, así que podría decirse que soy políglota sin haber cumplido la mayoría de edad, sumando el inglés como lengua de nacimiento y un poco de italiano. Dicho sea de paso, tengo dos medallas de campeonato en gimnasia artística y el verano pasado viajé a Italia para pasar tiempo con mis tíos y aprender de sus costumbres, participé en una competencia de ciclismo Florence y logré llegar dentro de los diez mejores. Ah, y por cierto, luego del viaje organicé junto a mis padres una feria de caridad para recaudar dinero y poder donarlo a un refugio de perritos callejeros. — Lo miro y le sonrío con altanería — ¿Oyes ese crujido? Es tu dignidad rompiéndose, cariño.
Me mira con la boca abierta, sigue sentado en la silla del escritorio con la guitarra eléctrica sobre las rodillas.
— Me estás mintiendo.
— ¿Perdona? Busca las fotos en Internet, vas a ver como aparezco bañando perros en la calle y junto al alcalde de la ciudad regalándome una medalla de ciudadana honorable.
— Mi orgullo se siente ofendido ¿Sabes? — No cree en mis palabras y busca las fotos, las encuentra en una noticia vieja del periódico — Es como si me hubieses dado alas para volar y me hubiera estrellado contra un parabrisas.
Me río mostrándole una sonrisa de orgullo y paso a recoger la guitarra para comenzar con la letra.
— No te sientas mal, yo nunca aprendí a tocar una de estas — Le señalo. Ni siquiera sé si necesitaba una púa o solo utilizaba las manos.
— No es muy difícil, solo es cosa de movimiento con la muñeca — Se sale de su silla para sentarse conmigo — Mira, solo tienes que tomar la púa con las yemas de tus dedos y girar la muñeca de esta forma — Me toma la mano llevándola al mástril y la coloca de manera correcta — Es como tocar una de las normales, solo que debes sujetarla con mayor fuerza y procurar siempre ejecutar las cuerdas con la púa.
Hago eso y él apoya su mano sobre la mía, logramos de esta forma hacer resonar en la habitación dos notas. Me alegro al instante mirándolo feliz, él me devuelve la sonrisa y quita su mano para que lo haga sola.
—Do — Me señala cuando ejecutamos el sonido grave de esa cuerda — Re...Mi.
— ¡Es genial! —Tocamos todas las notas.
— Di algo en francés.— Me pide después de ejecutar las notas en reversa.
— Creí que solo a tu madre le gustaba — me sorprendo ante su extraño pedido.