Una antagonista perfecta

23. Gabor

Me miro al espejo de cuerpo entero una última vez terminando de retocar el rubor sobre mis mejillas.

Miro mis ojos azules contrastar con la sombra de ojos gris y el labial rosa. Mis pómulos se marcan por el iluminador y mis ojeras, que por suerte son pocas, quedan escondidas debajo de mi corrector. Sonrío ante lo que veo; estoy lista para el baile. 

Frente a mi el reloj marca las 7pm, lo que significa que en menos de quince minutos Brenda vendrá junto a Brittany para recogerme. Al final Maxwell y yo acordamos ir por separados al baile. Sus compañeros de equipo querían ir juntos y a él no le apetecía quedar mal con ellos.

Tomo el celular que anteriormente dejé sobre mi escritorio y lo coloco dentro de mi bolso a juego con mi vestido azul. Me arreglo el pelo, sujetando un mechón rebelde con un broche dorado y bajo las escaleras para esperar a que mis amigas lleguen.

Al bajar y pasar por el comedor, mi madre alza la vida al verme quitando su atención del ordenador. 

— ¿Ya te vas, mon amour? — Pregunta bebiendo de su copa de vino cuando paso por su lado. 

— Brenda y las demás ya me están esperando. 

 Asiente tragando lentamente la bebida, sus ojos viajan a mi atuendo mientras se termina su copa.

— Pensé que usarías el vestido que te regalé — Cuestiona luego de ver que no llevaba el suyo rosa sino una celeste ceñido a la cintura y un poco más largo que el otro — Con ese parece que te vas a una misa en vez de a un baile, cariño.

— Es el vestido de la tía Anabell, mamá.

— Lo sé, ¿Por qué crees que te lo digo? — Deja el vaso a un costado del ordenador — Si la hermana de tu padre no hizo otra cosa que jugar a ser una mendiga. Siempre metida en esos comedores públicos y donando ropa para los pobres. Ese vestido es horrible, Ashley, quítatelo.

Dejo escapar un suspiro al mismo tiempo que mis dedos juegan ansiosos con la argolla de mi brazalete.

— A mí me gusta— replico— fue el primero que confeccionó.

— Y por algo terminó siendo dueña de una tiendita de moda y no de una boutique — Niega reticente, con una mueca descontenta. 

Su mueca curvada hacia arriba me deja ver la burla que conllevaban sus palabras, mi tía y mi madre no habían tenido la mejor relación de todas cuando mi tía todavía estaba viva, mi madre siempre había pensado que ella era una persona de pocas ambiciones e intereses, mientras Anabell creía que su cuñada se desvivía por ellos dejando lo esencial de lado. 

— Es fino, su tela parece ceda y se ciñe bien a la cintura. Además su escote es ligero y las decoraciones en el borde combinan con mi diadema. A mí me parece a la altura de un vestido de boutique.

— Pues a mí me parece que es viejo, está arrugado y ese color no va acorde a tu tono de piel. ¿Por qué no buscas dentro de mi armario algo que te favorezca más? Puedes usar el que mas te guste, el negro, el rojo de Chalis o el Georgette verde si quieres. Cualquiera sería mejor que ese.

Se levantó de su asiento cerrando la portátil en mi cara.

— tengo demasiadas cosas que hacer como para ayudarte a elegir uno, pero te doy el permiso de que te pruebes todos los que quieras. — La oferta es tentadora, los vestidos que a mi madre le regalaban algunas marcas para patrocinarla son preciosos, pero difiero de su propuesta siguiendo firme con mi decisión.

— Voy a ir con este — Le aseguro sin moverme de mi lugar. El vestido tiene un gran valor sentimental incapaz de sobrepasar; asimismo de ser aquel que tejió por primera vez mi tía, también fue el que usó en su primera cita con el tío Frederick. Y por lo tanto, también tendría un gran valor para mí cuando lo usara en el baile de hoy y le dijera a Maxwell finalmente lo mucho que lo quiero; lo importante que es para mi. Porque sí, ninguno de los dos se había animado a dar ese paso hasta ahora. Y hoy estaba decidida a por fin hacerlo yo. 

Mi madre termina su trabajo cerrando la computadora y dejando la copa de vino vacía dentro del lavavajillas, se volteó para volver a mirarme cuando notó mi persistencia.

— has lo que tú quieras, solo no te arrepientas luego.

Asiento dándole la espalda para ir hacia el pasillo.

— No vuelvas muy tarde.

Fue lo último que oí antes de ver por la ventana el coche de Brenda estacionado en la puerta, me despido de mi madre desde el corredor y saco las llaves para salir. El aire frío del exterior se cala en mis huesos, aferro la chaqueta a mi cuerpo y corro al auto para aclimatarme de nuevo.

— Te ves guapísima — Es lo primero que oigo desde el asiento de atrás, Brittany me saluda y veo que lleva su pelo amarrado a un rodete alto dejando a la vista sus aretes de oro.

— Tu aún más — Forjo mi atención en el vestido negro que le llega a los talones. Se ve elegante y preciosa, como siempre.

— ¿Tenemos que pasar a recoger a Tiffany también? — Brittany desvía mi atención y pone en marcha el auto, lleva una minifalda de cuero y un topcross blanco que le dan una apariencia celestial a sus curvas. Niego a su pregunta y me acomodo en mi asiento intentando que la cola de mi vestido no se arrugue.

— No, me ha dicho que iría con un muchacho del equipo de fútbol, la veremos allá.

— Vale, entonces vamos directo a la escuela.

Brenda estaciona en el primer lugar libre del aparcamiento y bajamos        

Brenda estaciona en el primer lugar libre del aparcamiento y bajamos.

Cuando entramos al gimnasio este ya estaba lo suficientemente lleno, las mesas de comida estaban servidas y el DJ ya tenía su pista de música preparada. El comité de baile hizo un gran trabajo con la decoración del sitio. Las paredes están decoradas con pequeños dibujos de copos de nieve y del techo cuelgan guirnaldas azules y celestes que combinan con las telas blancas de las ventanas. La nitidez baja de las luces le termina por dar el toque perfecto.



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En el texto hay: adolescentes, juvenil, musica

Editado: 19.09.2020

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