Ni siquiera recuerdo como besar, pero la respuesta llegó con rapidez cuando ella se acercó a mí y colocó sus manos a los costados de mi camiseta.
No supe cómo fue que eso pasó, ni si había sido ella o si lo había hecho yo. Lo único que sabia con certeza es que había estampado mi boca contra la suya y plantado un beso sin explicación.
Definitivamente había sido ella.
Mi cuerpo no reaccionó al instante, la adrenalina recorrió mi organismo desde la comisura de mi boca hasta las puntas de mis pies y se detuvo en cuanto sus labios rozaron los míos. El desconcierto me golpeó con fuerza y de pronto tuve la sensación de estar cayendo de algún precipicio.
¿Por qué diablos ella ha...?
—Lo siento—se disculpó apenas se separó.
Yo permanecía todavía estupefacto en mi lugar. Giré un poco mi cuello para ver a mi al rededor, se sentía como si la cafetería hubiese quedado en silencio, me encuentro con varias miradas curiosas a mí al rededor, pero ninguna es tan enorme como la que me dan mis dos nuevos amigos. Desde la mesa más cercana Alan y Trent me miran estupefacientes.
—¿Por qué me has dado un beso? Yo...
—Ha sido una tontería, no lo pensé bien, quería...bueno, ya no importa. Lo siento, no quise incomodarte. —desvió totalmente su mirada de la mía.
Pestañeé, incrédulo, y busqué asimilar lo que me había dicho.
Era consciente que hacía unos minutos la había visto discutir con sus amigos, hablaron durante un rato y pese a que, desde aquí, apenas podía verla, podía garantizar que no fue una conversación muy agradable, después de que la vi salir a paso rápido del comedor mientras todos sus otros amigos de la mesa murmuraban algo entre sí.
—Me tomaste por sorpresa yo...
—Sé que no te gusto —se apresuró a deducir—Tú tampoco me gustas a mí.
Que ese hecho fuera evidente no significó que me hubiese sentir un poco ofendido. Estaba a otro nivel muy elevado al mío, no necesité estar más de una semana aquí dentro para percatarme de ello. Era guapa y popular, y también era la hija de un agente de bienes raíces famoso, estaba en la parte más alta de la jerarquía institucional del KMH.
—Sí lo sé —escondí las manos dentro de mis bolsillos —Eso mismo quería aclarar.
—Bien.
—Bien.
Nos miramos en silencio.
—¿Todo normal? —insistí.
—Así es.
Asintió, y nuevamente nos invadió un silencio incómodo, ladeé un poco la cabeza para mirar hacia atrás, y me dije mentalmente que debería estar caminando de vuelta a mi mesa; pero aun así, por alguna razón, mis pies no quisieron seguir las instrucciones de mi cabeza. Ella también miró hacia la puerta de salida dándome tiempo suficiente para examinar su rostro con detalle. No me había fijado antes, pero el azul de sus ojos se veía más bonito que otras veces.
—Debería irme —dijo finalmente.
Sus ojos antes de volver a cruzarse con los míos, se direccionan a la mesa de sus amigos. Había estudiantes que todavía nos miraban. Era bastante incómodo y eso hizo que me alejase unos pasos antes de volver sobre estos con vergüenza.
Me pareció injusto que sus propias amistades le estuviesen dando la espalda cuando más lo necesitaba, me gustaría que fuera capaz de abrirse a nuevas personas y conocer nuevos amigos. Lo necesitaba, por eso mismo, cuando la observé mirarme inquieta después de que no contestara, decidí que quizá, podía darle un pequeño empujón para que comenzara a cambiar de círculo.
—¿Por qué no te quedas a almorzar conmigo? —solté finalmente.
—¿Contigo?
Sus cejas se enarcaron en una mezcla de curiosidad y sorpresa. Tragué saliva con fuerza y me forcé a aclarar:
—Y con mis amigos. —señalé hacia donde están.
—No quisiera incomodar.
—Si lo dices porque no quieres toparte con Kate, ella ya no se sienta en nuestra mesa desde...—caigo en la cuenta de que nunca debí iniciar la aclaración—Bueno, desde que...
—Desde que desaparece para ir a almorzar con Maxwell.
La miré buscando alguna pizca de odio en sus palabras, pero lo único que percibí fueron sus enormes ojos evitativos y azules.
Lo esperaba. Ella sabía que eso iba a suceder, aunque hubiesen pasado solo dos semanas desde que él y ella hubieran roto.
—Desde que le hace compañía para que no almuerce solo. —concluí—Se han vuelto amigos.
Asintió mientras retorcía sus manos con fuerza, a mí tampoco me agradaba como se oía eso, amigos.
Dudó durante unos segundos, pero finalmente terminó aceptando la propuesta. Conforme nos fuimos acercando a la mesa, sentí como las miradas sobre nuestros cuellos se volvieron más intensas y eso solo aumentó los murmullos, supuse que pensándolo mejor había sido una idea fatal. Es decir, me acababa de besar frente a todo el mundo y ahora yo la invitaba a sentarnos juntos, se volvería el cotilleo de la semana sin mucha dificultad. Pero esa realidad no fue suficiente para que me retractase de mi invitación, caminé hasta la mesa y ella me siguió con lentitud sin la seguridad que la acompañaba siempre, todavía estaba pendiente de las miradas ajenas, no creí que fuera por miedo a que mis amigos las rechazaran.
Nadie rechazaría a Ashley Nave, nadie rechazaría a la chica más popular del instituto, salvo...bueno, sus propios amigos.
—Puedes sentarte aquí —le dije cuando llegamos al extremo cercano de la mesa. Deslicé la silla para darle espacio y de reojo observé como Alan codeó sin disimulo a su mejor amigo.
—Dos veces en menos de quince días, parece que nos estamos volviendo populares. —comentó, abriendo la lata de su coca-cola y simulando un brindis imaginario.
—Espero no ser una molestia.
—Toda chica es bienvenida. —añadió mi otro amigo, llevaba en su bandeja de comida dos latas de limonada y deslizó una de estas hasta las manos de mi compañera. Con una mirada, les agradecí a ambos que simulasen no haber visto lo ocurrido y que se mordiesen la lengua para no hacer peguntas al respecto.