Una Bruja De Cuidado

CAPÍTULO 6

Elizabeth se aferró a su cartera, la apretó con tanta fuerza que notó un hormigueo en sus nudillos. Se alisó la falda de su vestido blanco, pensando de forma ingenua que eso calmaría sus nervios. Se ajustó sus espejuelos y rezó en su interior para que no la reconociera, sabía que era muy poco probable que lo hiciera, sus risos rubios habían desaparecido convirtiéndose en un cabello sedoso de un rojo cobrizo intenso haciéndola parecer una irlandesa por su piel blanca. Su cuerpo cambió, ya no medía un metro y veinte, sino que había crecido cincuenta centímetros más, sus pechos aumentaron, sus caderas se hicieron más anchas, su rostro no tenía ni un grano de acné y los cristales opacos de sus espejuelos escondían sus ojos.

—Tú puedes... Eres fuerte....

La puerta se abrió sorprendiéndola y notó como su cuerpo temblaba. El hombre que estaba ante ella era él, sintió que su cuerpo lo reconocía incluso antes que su mirada se quedara fijo en sus ojos. Al igual que ella él también cambió, a pesar de sus tacones él le sacaba una cabeza por encima, su cuerpo musculoso estaba cubierto por un traje gris claro. Miró sus labios carnosos y recordó que en el pasado habían sido ellos los que la hicieron conocer el cielo y el infierno.

—¿La puedo ayudar? —escuchó que él le decía y asintió como una lela aún paralizada— Entonces dígame no tengo todo el día.  

Elizabeth no podía clasificar todos los jodidos sentimientos que se arremolinaban en su interior, desde furia, excitación y unos deseos desesperados de lanzarle un maleficio por haberla destrozado. Vio como él chasqueaba sus dedos ante sus ojos y ella pestañeó retomando la cordura o lo que quedaba de ella.

—Señorita o me dice en qué la puedo ayudar o llamo a seguridad. No tengo tiempo para esperar a que usted hable.

—Yo... —tartamudeó y cuando vio que él le hacía un gesto con la ceja se apresuró a decir— Yo soy su nueva secretaria.

—¿Secretaria? Yo no he pedido ninguna secretaria.

—La he pedido yo por ti —se escuchó decir una voz femenina detrás y Elizabeth suspiró al reconocer a Jireh.

—¿Para mí? ¿Por qué Ji? —le preguntó su hermano con delicadez y caminó hasta ella para besarla en la mejilla.

—Porque no tienes tiempo para nada y tu sobrina quiere que vayas a verla más seguido.

Azael sonrió y la garganta de Elizabeth se resecó al ver esos hoyuelos.

—Hoy saldré más temprano para verla, así que ya puedes poner un plato de más en la mesa.

—Le va a encantar verte, pero eso sí te prohíbo...

—Si, si —se adelantó él— esta vez le llevaré algo más sencillo.

—¡La última vez le regalaste un ponny! ¡Y tiene un año! ¿Qué vas a regalarle cuando cumpla dieciocho? ¿La luna?

Azael sonrió pensándolo y Jireh le dio un suave puñetazo en el hombro.  

—No la consientan más, a este paso voy a tener que comprar un contenedor inmenso para poder guardar todo.

—Es la niña de la familia ¿qué esperas?

A Elizabeth la recorrió un escalofrío, ¿qué sucedería el día que se enterara que era padre? ¿La odiaría por ocultárselo?

«Pero... ¿qué carajos te importa a ti si te odia, él no significa nada para ti» Se regañó así misma.

—Te presento a Theodora, es tu nueva secretaria.

—¿Theodora? —preguntó Azael confundido mirándola y Elizabeth tembló al ver que la analizaba.

—Sí, señor. ¿Sucede algo? —se atrevió a preguntar.

—No para nada.

—Me imagino que deba ser porque así se llama la bruja mala del Mago de Oz, el libro favorito de Azael.

—No es mi libro favorito —le recriminó él y Jireh rodó los ojos poniéndolos en blanco.

—Lo lees todas las noches y lo tienes en tu mesita de noche, ¿acaso eso no lo convierte en tu favorito?

El teléfono de Azael sonó y volvió a mirar a Elizabeth.

—Bienvenida a la empresa señorita Theodora, mi hermana le dirá cual es su puesto de trabajo. Tenemos una reunión a las diez de la mañana en la sala de juntas, debe preparar la sala de conferencias y llevar una libreta para tomar apuntes —le ordenó él y caminó hasta su despacho cerrando la puerta con cuidado.

Ambas mujeres se quedaron con la mirada fija en la puerta de madera. Elizabeth aún trataba de asimilar que él leía el cuento del Mago de Oz todas las noches, ¿por qué hacía eso?

—Ven te enseñaré tu puesto de trabajo —le dijo Jireh volviéndola a la realidad—, es una oficina contigua a la de Azael, no tendrás mucha privacidad porque ambas están separadas por una pared de cristal. Azael es una persona que no permite errores, puede que yo te haya colado, pero a partir de ahora estás sola, te ayudaré para que juntas podamos atrapar a la persona que nos está amenazando solo que habrá días que no me veas.

—Tranquila, creo que podré.

—Sé que lo harás, eres una mujer inteligente.

Las dos caminaron hasta una puerta que Elizabeth no había visto, Jireh la abrió y entraron. Como dijo Jireh, no tenía ninguna privacidad, la bruja podía ver toda la oficina de Azael, que en ese momento hablaba por teléfono con su vista perdida en el edificio que tenía al frente.




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