Una Bruja De Cuidado

CAPÍTULO 7

Elizabeth había llegado tarde al partido de futbol, esperaba que Azael no se pusiera bravo con ella por haberse retrasado. Miró su reloj y vio que hacía quince minutos que el partido se acabó, sabía que a esa hora estaría en las taquillas de los jugadores. Con pasos rápidos se encaminó hasta los vestidores, se detuvo en seco cuando vio a Brian con un grupo de animadoras riéndose de lo que parecía ser una broma.

Tragó en seco y caminó hasta ellos, Brian nunca fue de su agrado, cada vez que lo veía su cuerpo se tensaba, él se creía, o, mejor dicho, era el rey de la escuela, la típica persona que podía hacer lo que se le viniera en gana y nunca le decían nada, ¿por qué? Simplemente porque era un goleador de primera y a la escuela le importaba más ser campeones a nivel nacional que educar a un puto gilipollas.

—Disculpa ¿Brian? —lo llamó ella y él detuvo sus carcajadas para mirarla con la barbilla levantada.

—Vaya...Si es la bruja rara de la escuela —se burló él y las cuatro barbies animadoras se rieron mientras la miraban con maldad.

—¿Podrías llamarme a Azael por favor? —le preguntó ignorando el comentario que hizo.

—¿Y por qué debería llamarlo? —Brian se inclinó hacia la pared y se dejó caer sujetándose solo de un pie.

—Mi teléfono se ha quedado sin carga y no lo puedo llamar. ¿Podrías hacerme el favor? —le volvió a pedir, aunque lo dijo en un susurro que parecía que estaba rogando.

—¿Qué es esta de Brian? —preguntó la capitana de las animadoras, Bianca, la que se creía miss universo mirándola de arriba a abajo.

—Soy la novia de Azael —dijo Elizabeth con voz fuerte, pero apretó los dientes cuando Brian soltó otra carcajada.

—¿En serio esta cosa es la novia de Azael? —exclamó Bianca.

—Eso se cree ella... —siseó él.

—¿Qué carajos estás diciendo? Sabes que estamos saliendo juntos.

—Querida —dijo con sarcasmo él— solo eres una apuesta.

Elizabeth notó que su corazón palpitaba sin parar, su mente solo pensaba que todo era un mal sueño. No podía ser, eso no podía ser verdad, ¿entonces todo lo que vivieron era solo una mentira? ¿una burbuja de mentira cubierta con felicidad? Todo a su alrededor le comenzó a dar vuelta, sintió que sus piernas le fallaban, pero por algo sobrehumano no se permitiría arrodillarse frente aquellos estúpidos, su orgullo, o lo que quedaba de él no se lo permitía.

—Estás mintiendo —masculló ella que ni aún se creía las palabras que salían de su boca.

—¿Por qué te mentiría? De hecho, te estoy ahorrando la vergüenza de que te dejen plantada en el jardín de tu casa el día de la fiesta de graduación.

—Oh pobrecita... —susurró Bianca tratando de parecer afligida, pero la muy perra tenía una mirada de burla.

—Todo fue un juego brujita, solo fue para ver si de verdad eras una bruja y al parecer ni eso eres porque no fuiste capaz de enamorar a un simple chico.

—Yo te podría enseñar a seducir, estoy segura que debajo de esos andrajos de ropa debes tener algo para sacarte partido.

Elizabeth miró a Bianca cuando escuchó esas palabras. Sintió que la rabia la recorría y su magia la cegaba, pero debía controlarla, sus padres no le permitían usar la magia para el mal, aunque a veces deseaba darle un escarmiento a ese tipo de personas.

—Glinda... —susurró Azael desde la puerta de los vestidores y cuando sus ojos se encontraron fue como si se hablaran.

Vio que él abría sus ojos y retrocedía dos pasos de la impresión.

—¿Qué carajos has hecho? —le gritó a Brian y este le sonreía.

—Decirle la verdad.

—¡Hijo de puta! —Azael corrió hasta él y lo tomó por el borde de la camisa para sacudirlo con fuerza.

Elizabeth notó que sus ojos se nublaban por las lágrimas, Brian le había dicho la verdad y Azael se lo confirmaba con cada puñetazo que le daba a Brian. Sintiendo que todo a su alrededor daba vueltas salió de los pasillos de la escuela, pensando que sería de ella, con tan solo dieciséis años y un test de embarazo positivo escondido en su mochila.

 

—Theodora, ¿estás bien? —preguntó Azael desde su silla y ella volvió a la realidad.

Se maldijo por haber dejado que el pasado volviera a ella.

—Disculpe señor, estoy bien —dijo en voz baja y vio que Brian la miraba.

Desvió la vista y se trató de concentrar en todo lo que hablaban, cuando sintió que no tenía mirada arriba desvió la vista hasta Brian, su silla estaba inclinada hacia atrás y se subjetaba del borde de la mesa, Elizabeth sonrió con maldad recordando la última vez que lo vio.

«Infra...» Susurró en su mente y las patas de las sillas de Brian cedieron bajo su peso.

Un ruido ensordecedor interrumpió las palabras de Azael y todos vieron a Brian en el suelo, con sus piernas largas sobresaliendo por las sillas y la mitad de su cuerpo pegado a las frías baldosas. Los hombres de la mesa soltaron risas y comentarios como que estaba flojo.

Disimuló preocupación cuando él se levantó, pero en su interior estaba que bailaba.




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