Una Bruja De Cuidado

CAPÍTULO 10

¿Alguna vez has tenido la sensación de que te estás ahogando? ¿De qué tu cuerpo parece reacio a responder a las acciones que le manda tu cerebro? ¿Has sentido la imperiosa necesidad de esfumarte de la faz de la tierra y de caer en otra galaxia donde no tengas un puto pasado?

Pues Elizabeth sí, sentía que no podía respirar, que el aire que circulaba en sus pulmones quemaba como si fuera lava ardiente. ¿Su primer impulso? Cerrar la puerta, recoger sus maletas y volver a desaparecer, pero esta vez a un bunker privado donde él nunca pudiera encontrarla. Notó que sus piernas temblaban y un gemido luchaba por salir de su garganta, ese mismo que sueltas cuando te pillan infraganti y tienes que admitirlo; pero ella no, la bruja no podía saber si él jugaba a farolear, aunque algo en su mirada y mandíbula tensada activaba todas sus alarmas internas. ¡Joder! Es que Azael en esos momentos revolucionaba en ella lo mismo que un sismo de magnitud diez puntos cero. Él era el apocalipsis de su vida y había regresado como un jinete.

—Señor... —tartamudeó un poco, pero se esforzó para recobrar su voz— Creo que me confunde con alguien.

—¿Seguirás jugando? —preguntó Azael y colocó ambas manos en los bolsillos para no agarrar su rostro y besarla como llevaba años deseando.

—No sé...

—¡Oh por dios! —gritó Azael desesperado al ver que aquella bruja no se la iba a poner fácil.

Sin importarle lo que ella opinara entró en el departamento y su vista se quedó fija en sus maletas que aún tenían el sello con su nombre.

—No puedes estar aquí... —siseó ella.

¡Oh dios! Esto no iba a salir bien, porque cuando ella sentía la magia calentarse en su cuerpo significaba que iba a estallar.  

Él se giró para mirarla y vio que una furia acompañaba el rostro de ella.

—Te doy dos segundos para salir de mi casa.

—¿Acaso algún jodido día me dejarás hablar?

—Uno...

—Glinda, tenemos que hablar.

—¡No me llames así! —chilló ella y un jarrón se levantó detrás de ella y salió disparado hasta Azael.

—¡Joder, Glinda! —gritó Azael y se agachó justo a tiempo.

—¡No te atrevas a llamarme así de nuevo!

La puerta que estaba detrás de Azael se abrió de pronto y como si tuviera vida propia le dio una cachetada en todo su cuerpo que lo empujó hasta la mitad del salón.

—¿Qué carajos? ¡Joder déjame hablar!

—Como no salgas ahora mismo de mi apartamento por tu propio pie lo harás en una camilla. Así que decide Azael ¿por las buenas o por las malas? —Hasta decir su nombre le resultaba doloroso.

—Prefiero entonces hacerlo en una camilla, con tan solo ganarle al tiempo cinco minutos más para poder hablarte.

Elizabeth lo miró y se tensó, ¿estaba siendo demasiada irracional? Habían pasado nueve años y aún parecía una bruja herida.

—¿Puedo saber por qué? —preguntó él aprovechando el momento al ver que ella pensaba y no le tiraba jarrones.

—¿Por qué? —murmuró aún confusa.

—¿Por qué te fuiste? —Azael soltó un largo suspiro cuando dijo la pregunta que siempre le había estado atormentando.

—Porque aquí no me quedaba nada.

Los ojos de Azael no pudieron disimular la puñalada que fue esa respuesta para él.

Una lágrima corrió por el rostro de ella y se lo quitó con rapidez, aunque era en vano. Llevaba años sin llorar, y en un día lo había hecho dos veces, cuando pensó que lo perdía y cuando lo tenía delante, toda una contradicción. A veces necesitamos un día para limpiar el alma, llorar lo que hemos callado por años, meses o incluso días, y ese era el momento de Elizabeth.

—Nunca me dejaste hablar.

—Será porque nunca me interesó —mintió— y nunca me interesará. Así que por favor ahórratelo.

—Lo siento Glinda.

—¿Por qué me pides perdón Azael? —preguntó con sarcasmo— ¿Por haberme engañado? ¿Por haberte divertido conmigo por una puta apuesta? ¿Por hacerme creer que yo significaba algo para ti?

—¡Eras mi mundo Glinda!

—Pues tienes una concepción muy jodida del mundo.

—Nunca mentí acerca de mis sentimientos...

—¡Cállate la boca o te juro que te quedas mudo!

—No me da miedo que seas una bruja, lo supe desde que éramos jóvenes.

—Por favor Azael, sale de aquí y vete.

—¿Eres el hacker que contrató mi hermana?

—Sí.

Él sonrió, aún tenía tiempo de volver a conquistar el corazón de la bruja.

—Entonces te veré mañana.

—Seguiré siendo Theodora y como ya conoces mi identidad no debo trabajar mano a mano contigo.

—Estás en un error Glinda —le dijo él y sonrió al ver que no le decía nada por llamarla así— eres mi secretaria para el resto de los trabajadores, así que trabajaremos juntos.




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