Elizabeth cerró los ojos cuando sintió que la respiración de Azael se mezclaba con la de ella. Respiró varias veces tratando de que aquella fragancia de él que la volvía loca desde que había llegado se impregnara en su memoria y no desapareciera junto con ella cuando tocara la hora de marchar.
—Abre los ojos Glinda, déjame verlos —susurró Azael con la voz enronquecida del deseo— Déjame verlos, por favor —le rogó, aunque tenía miedo de ver en los ojos de ella las sombras del pasado.
Elizabeth abrió los ojos y su respiración se congeló, pudo sentir como la mirada de Azael la besaba con intensidad, como si abrazara cada trozo de su cuerpo. Un estremecimiento recorrió el cuerpo de ambos, no sabían sí era por la frialdad de la noche o por si la tensión que ambos tenía eclipsaba el tiempo a su alrededor.
—Podría crear miles de lluvias de estrellas, y siempre pediría lo mismo... —Levantó su mano y acarició el rostro de ella con una mezcla entre ternura y desespero— Una segunda oportunidad contigo, solo una para demostrarte que todo lo que siempre he llevado aquí —Tomó la mano de ella y le llevó hasta su corazón—, es tan real que quema cuando no te tengo.
Ella trató de retirar la mano, pero él la volvió a sujetar con fuerza.
—¿Sientes como mi corazón palpita como un caballo desbocado? ¿Lo sientes Glinda?
—¿Por qué sigues aferrado a nosotros? —tartamudeó ella sintiendo que su cuerpo temblaba.
Azael sonrió, ella había utilizado la palabra “nosotros”, una palabra que tiempo atrás había dejado de usar.
—Porque uno se aferra a lo que ama y yo siempre te he amado a ti Elizabeth.
—No... no... No sabes lo que estás diciendo.
—¿Qué no sé lo que estoy diciendo?
—Solo estás así porque me has visto, todo este tiempo no te permitiste ir en mi busca.
—¿Qué no te busqué? ¡Mis padres contrataron hasta un detective privado para que te siguiera la pista cuando vieron que salí del equipo y solo me pasaba el día en casa! Pero te habías esfumado, no existía nadie con tu nombre y tus apellidos, te habías convertido en un fantasma de mi pasado.
—Al adoptarme mis tíos cambiamos mis apellidos...
—En aquel momento no existía una tecnología tan avanzada como ahora.
—¿Y por qué no me buscaste con las nuevas tecnologías? —le preguntó con sarcasmo.
—¡Porque tenía miedo joder! Porque sé cuanto te dañé, y porque me daba miedo que me volvieras a echar de tu vida. Y ahora que te tengo aquí no quiero perderte, no puedo.
—Es demasiado tarde...
—Entonces te pido disculpa por robarte algo —la interrumpió él.
—¿Qué quieres...?
Azael tomó los labios de Elizabeth con desesperación, igual que un drogata aferrándose a una jeringa rellena de su droga favorita. Necesitaba llenarse de ella, sentir sus labios, aunque fuera esa su última oportunidad. Sintió como su pequeña bruja se entregaba a él y dio gracias al cielo por haberle concedido ese deseo.
Un crujido se sintió debajo de sus pies y antes de que a ninguno de los dos le diera tiempo reaccionar sintieron como las tablas del muelle se abría a sus pies. El agua fría del lago los succionaba para abrazarlos y darle la bienvenida a esa hora de la noche. Ambos se soltaron las manos para salir en busca de aire y cuando salieron Azael pudo notar que Elizabeth se alejaba de él y forjaba de nuevo el muro de concreto con el que lo rodeaba a él.
—Glinda...
—Es mejor que entremos Azael y por favor, no quiero seguir jugando a esto —mintió, su cuerpo y ella deseaban aquellos besos más que el aire que respiraba.
—No me daré por vencido Glinda.
—Eso ya lo veremos.
Ella se giró para salir del agua, mientras sentía que su corazón palpitaba con desespero por refugiarse en los brazos de él. Un escalofrío la recorrió y sabía a la perfección que no tenía nada que ver con la brisa de la noche que bailaba a su alrededor.
—Te ayudaré a crear un conjuro para que nos seques, hace demasiado frío.
—Está bien, —Azael se apresuró a salir para llegar junto a ella— ¿Qué debo decir?
—Escucha con atención, toma mis manos y repite detrás de mí: Aestus noctis...
— Aestus noctis...
—Noctis aura...
—Noctis aura... —repitió él tratando de no reírse por lo ridícula que era la situación.
—...corpora hace involvit. Calefaciat hace ossa.
— corpora hace involvit. Calefaciat hace ossa.
Una brisa los arropó y Azael abrió los ojos de la impresión cuando vio que esta se creaba una espiral, parecido a un mini tornado cálido alrededor de ambos.
—Esto es una locura, joder.
—La magia es hermosa Azael, pero siempre depende de como le des uso.
—Es hermosa como tú —susurró él y ella soltó sus manos.
—Ya estamos secos, lo mejor es entrar y dormir, mañana debemos ir a la empresa. Encontraré a los responsables de esto...
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Editado: 10.11.2024