Una Castaña en Apuros

El viaje.

Resé al señor por unos sólidos cinco minutos. Resé a los dioses griegos por fortaleza. Resé a quien sea que estuviese escuchando mis plegarias. 

 

No podía soportar un segundo más en aquel avión. Había pensando las mil y un formas de saltar, atravesar la ventana o emborracharme hasta caer en la inconsciencia. No me atrevía a llevar a cabo ninguna de las opciones que atravesaron mi cabeza en aquellos momentos de agonía porque la realidad era que le tenía miedo a las alturas, estaba un poco pasada de peso para poder atravesar las estrechas ventanas del avión y el único alcohol que había probado a mis veintitrés años de edad era el jugo de manzana que servía en una sofisticada copa y pretendía era una muy cara champán en las fiestas familiares. 

 

Agite mi hombro para intentar quitar al hombre que reposaba allí a gusto. No tenía ningún problema con alguien accidentalmente utilizando mi hombro de almohada, ¡Hasta yo lo había hecho! pero roncar tan fuerte cómo lo hacía ese hombre debería ser un delito penado con veinte años de cárcel y un bozal. 

 

Dos horas. Dos horas enteras. Podría jurar que terminaría con problemas de audición. 

 

Lo mire una vez más, sopese mi idea y me arme de valor. Debía detenerlo, comenzaba a perder la cabeza. 

 

- Azafata...-susurre ganandome un par de miradas de los otros pasajeros. Los ignore e insistí- Azafata... -murmure un poco más fuerte esta vez,  obteniendo cómo respuesta a los pasajeros pidiendo silencio y aun así, ninguna azafata dio señales de vida. 

 

Yo soy la que tiene al hombre calvo destruyendo mi audición con sus ronquidos, ¡silencio ustedes pasajeros con compañeros ideales que respetan su audición y espacio personal! 

 

Estire el cuello intentando ver hacia donde el personal se refugiaba cuando no hacia rondas ofreciendo sándwiches con sabor a cartón y jugó de dudosa procedencia. Para mi mala suerte, una cortina fue todo lo que vi y nada señalaba que detrás de ella hubiese una azafata haciendo su día con mi sufrimiento. 

 

Mire una vez más al hombre. ¿Que ni las turbulencias que te hacen atravesar el techo del avión lo despiertan? ¿cual es su secreto señor? 

 

Yo también me quiero morir así.  

 

Porque en ninguna dimensión lo que ese hombre hacia era dormir. 

 

Golpee mi frente con mi mano musitando groserías para mi misma. Debía intentarlo una vez más. Si fallaba no quedaba de otra que aceptar mi destino con un solo oído funcional. 

 

- Esto es por ti oído derecho. -llene mis pulmones de aire formando una gran exclamación-: ¡Azafa... 

 

Los ronquidos se detuvieron asi como mi grito y mi oído conoció la paz del silencio. Me hice a un lado para mirar al hombre que restregaba sus ojos, hicimos contacto visual y con una ligera mueca de disgusto dijo: 

 

- No se puede dormir a gusto estos días. 

 

Me gustaría decir que literalmente mi quijada toco mis piernas por la incredulidad, porque en serio así se sintió, pero sabía que en estos momentos entre un pez muerto y yo no existía mucha diferencia, y esa era la descripción más acertada. Para colmo las azafatas dieron señales de vida, pero no podía dejar de mirar al hombre. Los mini yo se encontraban martillando sus palabras en mi cabeza para poder hacerlas entrar y procersalas. Él, imperturbable, se cruzó de brazos y dejo caer su cabeza en el asiento volviendo al mundo de los sueños. 

 

- Señorita. -me tomo un par de segundos antes de poder enfocar a la azafata, quien me daba una expresión molesta. ¿Ella esta molesta? Que agradezca que lo único que casi murió fue mi audición y no una persona.- Algunos pasajeros se quejaron de usted, pedimos que evite hablar en un tono de voz tan elevado. 

 

Incline mi cabeza al mismo tiempo que cerraba mis ojos haciéndome para atrás. ¿En serio me decía esa mierda?  

 

Para cuando me prepara para responder, el capitán dio el anuncio de que en unos minutos aterrizariamos por lo que debía colocar nuestros cinturones. La mujer me dio una sonrisa de esas que seguro práctica en el espejo un millón de veces hasta no parecer que le vale muy poco cualquier pasajero y junto a las otras comenzó a explicar como colocar el cinturón. Seguí las instrucciones y en segundos me encontraba unida al asiento. Sin embargo el hombre junto a mi continuaba durmiendo y no tenia su cinturón. Punto menos para la azafata. Le di un codazo haciéndolo despertar sobresaltado emitiendo un sonido de cerdo en el proceso. 

 

- ¿Que? ¿Por qué...? 

 

- El cinturón. -me limite a decir mirando hacia el frente permitiendome cerrar los ojos por un momento. 

 

La paz no duró mucho. 

 

- No se como... -dijo el hombre hacia mi, señalando con la mirada el cinturón. 

 

- ¿Disculpa, que? No te escucho. -señale el oído que fue víctima de sus ronquidos. 

 

- No se como se coloca el cinturón. -reitero un poco más fuerte. 

 

- ¿Ah? ¿Cómo? En serio tengo un duro momento intentando escucharte. -señale un vez más mi oído. El hombre lucía irritado, miro a todos lados buscando a las azafatas pero tal parecía que desaparecían cuando más se les necesitaba. 

 

Bienvenido a las crónicas que llamo, "lo que sufrí hace un par de minutos"

 

Inhalo y se rindió en su busqueda de opciones intentando una vez más comunicarme lo que oía perfectamente. 

 

- ¡No se colocar el cinturón! -grito, literalmente. Incluso tuve que hacerme para atrás por la fuerza del grito. Los pasajeros comenzaron a quejarse, silenciando al hombre- ¡Esta sorda, gente!  ¡Y yo necesito ayuda con mi cinturón! 

 

Continuo gritando y las cortinas que cubrían el escondite de las azafatas se abrieron de golpe. La chica que minutos atrás me había informado el descontento de los pasajeros conmigo, se acercó e inclino amarrando al hombre al asiento. Me reí porque el capitán anunciaba que comenzábamos a aterrizar y la azafata tuvo que correr hasta su lugar sosteniendose de los asientos para no caer. 



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En el texto hay: amorverdadero, venganza, boda mentiras secretos

Editado: 16.06.2020

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