Una Castaña en Apuros

El reencuentro.

Nunca pensé que mi muerte seria tan... rara. Siempre la había imaginado del tipo, anciana feliz que muere para reencontrarse con su perro llamado chispas en el anhelado cielo. Pero no, ahí estaba yo, en la parte trasera de una camioneta tan tiesa cómo una palo a la expectativa de lo que iba a hacer Tito. 

 

Porque ni siquiera tendría la oportunidad de morir sin saber el nombre de mi asesino. 

 

Tito... ¿a quien le hacen esa desgracia? Ya veo porque es asesino. 

 

La camioneta desciende por lo que supongo es una rampa haciéndome caer directo al suelo. No me muevo. ¿Que si me dispara y muero desangrada por intentar moverme? se ve terrible en las películas y no necesito comprobarlo en la vida real. De un segundo a otro, se detiene y Tito baja. 

 

Misericordia. Ni siquiera afeite mis partes. ¿Por qué así? Seré la burla del que haga mi autopsia. 

 

- Señorita. -abre la puerta pero yo continuo en mi posición. No me arriesgare- Señorita Vega, no haré nada. Puede bajar. 

 

- Solo hazlo, Tito. -lloriqueo- Acaba con este sufrimiento. 

 

- Señorita Vega, en serio -enfatiza-, no haré nada. La señorita Kathleen espera por usted. 

 

- ¿Esperar? -gire mi rostro para verlo- lo que tiene que esperar es a mi, como fantasma en su cuarto, porque la voy a perseguir su vida entera por hacerme esto. 

 

- Vega... -puedo notar que quiere reír. 

 

Creo que estoy llevando esto demasiado lejos. ¿Por que soy tan dramática? Si el hombre me quisiera matar ya lo hubiese hecho, ¿no? 

 

Bien, Vega. Detén este número ahora. Seguro piensa que estas en crack.

 

Suspiro y apoyo mis manos en el suelo de la camioneta para impulsarme hasta el asiento. Una vez allí, miro a Tito. 

 

- ¿Guardaespaldas? ¿Por qué Kathleen tiene un guardaespaldas? -interrogé- es igual de pobre que yo. 

 

Tito, quien no sabe que hacer con mis cambios de actitud repentinos, mira hacia todos lados contrariado.  

 

- Creo que todo eso se lo puede preguntar a Kathleen, señorita Vega. No es mi deber responder preguntas personales de mi jefa. 

 

 Rodé los ojos, exasperada. Estoy a tres segundos de llegar a la conclusion de que aún estoy en mi casa soñando. ¿Jefa? ¿Jefa de que demonios? ¿de vomitar por una cerveza? 

 

- ¿Sabes, Tito? Siento que nada tiene sentido. -masajee mis sienes, abrumada- Solo es bueno saber que viviré. 

 

Me deslice resignada por el asiento hasta salir de la camioneta y Tito, como todo un caballero a pesar de mi actitud psicótica, ofreció su mano la cual tome para bajar, cuando puse mis pies en el suelo y di un vistazo a mi alrededor descubrí que nos encontrábamos en el estacionamiento subterráneo de un complejo de apartamentos. Cerré mis ojos por un momento empujando el vómito de preguntas para evitar que salieran y seguí a Tito cuando indicó el camino hasta el ascensor. 

 

- ¿Tito? -murmure allí.

 

- ¿Si, señorita Vega? -respondió mientras marcaba el último piso y las puertas se cerraban. 

 

- Lamento... 

 

- No se preocupe. -me silencio, dándome una sonrisa- La señorita Kathleen dedujo que esa podía ser una de sus reacciones. 

 

¿Que? ¿Dedujo que? 

 

Voltee a mirarlo, ofendida. 

 

- ¿Una de mis reacciones? ¿Y cuales se suponía podían ser las otras opciones? 

 

Se encogió de hombros, como si fuera la cosa más común para hablar. 

 

- Patada en la entrepierna, gritos despavoridos, desmayo...-ennumero. Mire hacia en frente. No me sentía ofendida por las opciones, me sentía ofendida porque era verdad. 

 

Guarde silencio sin nada que decir. Debí haber dicho que estaba enferma, ¿venir à Nueva York para que dejen al descubierto mi yo exageradamente dramática? Prefería que me viera el forense allá abajo. 

 

La puertas se abrieron y juro que tuve que tomar la lata del ascensor para no caer. Tenia que estar soñando, esto es imposible. En silencio Tito me dio paso y no tuvo que hacerlo dos veces puesto que rápidamente salí embelesada por la vista surrealista que mis ojos le pintaban a mi cerebro. Tenia que ser la Kathleen Hale equivocada. Las ventanas iban del techo al piso, la decoración era minimalista y sofisticada con tonos pasteles, los muebles se veían tan caros que tenia miedo de poner mi trasero en alguno de ellos por temor a que cobrarán alquiler. 

 

- Tito, te molestaría tomarme un segundo. -pedí y pronto el estuvo sosteniendo mis hombros guiando mi adormecido cuerpo a los sofás. Me hizo recostar enfocando el techo de donde colgaba una lámpara de araña tan hermosa que me haría llorar. 

 

- ¿Tito? ¿Vega esta aquí?  

 

Juraría que la voz era de Kathleen pero no le di mucha importancia porque me encontraba cerrando y abriendo mis ojos para despertar de aquel sueño tan extraño e inusual. Cuando note que no funcionaba y aun seguía allí, desesperada, pellizque cada parte de mi cuerpo. Sobre mi se poso una pelirroja y detuvo mis manos. 

 

¿Kathleen? 

 

- ¡Vega! -exclamo y me abofeteo con fuerza. 

 

¿Lo necesitaba? Si. 

 

¿Lo quería? No. 

 

Me levante de golpe tocando la zona afectada por el golpe enfocando el rostro de Kathleen y su ahora perfectamente lisa cabellera, rostro impecable y sonrisa deslumbrante. 

 

- ¿Todo bien? -me tomo por los hombros, reconfortandome. 

 

Incline mi cabeza entrecerrando los ojos. ¿Todo bien? ¿Todo. Bien? 

 

- ¿Bien? -me aparte de golpe a lo Kathleen se alejo deteniéndose junto a Tito. La examiné unos segundos poniendo expresión asqueada- ¿Quien eres tu? 

 

Tito y Kathleen se miraron. 



#19763 en Otros
#3037 en Humor
#31179 en Novela romántica

En el texto hay: amorverdadero, venganza, boda mentiras secretos

Editado: 16.06.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.