Una Castaña en Apuros

Tito, por favor.

Una media hora más tarde con mis dos maletas desempacadas, y luego de una interminable batalla con Julia para dejarme hacerlo porque no había forma que dejase ver mi ropa interior a alguien que apenas conocía y mucho menos poner las manos en ella, salí en búsqueda de Kathleen porque no tenia otra cosa más que hacer en el gigantesco cuarto que arruinaba con mis cosas. 

 

Como era de esperarse no la encontré y juraría que me había perdido en algún sentido, aunque decirlo era un poco exagerado porque a final de cuentas era un apartamento y por ende imposible. Me entretuve con el monton de puertas descubriendo cosas geniales detrás de ellas sonaba mucho mejor. Entre y salí de las habitaciones una tras otra sin pista alguna de la pelirroja. Solo descubrí que era dueña de una sala de yoga, un salon con equipo completo de gimnasio y una pequeña sala de cine. Y aun faltaban habitaciones por revisar, solo que a la décima de ellas decidí que, aunque mejores amigas, no tenía el derecho de husmear en sus cosas. ¿Que si tenia un cuarto de sadomasoquismo? Por supuesto que no debía enterarme por andar husmeando. 

 

Y no quería saberlo tampoco. 

 

Seguí caminando sin rumbo hasta dar con la sala principal y su linda lámpara de araña en el techo. ¿Si la robo lo notará? Quizás si, o quizás no, no me arriesgaría. Me deje caer de golpe en un sofá individual sin saber que hacer.

 

- ¿Tito? ¿Julia? ¿Kathleen? -llame a las tres personas que hasta ahora sabia estaban allí. No hubo respuestas. 

 

Golpe ligeramente el suelo con mis zapatillas esperando por alguna señal de vida en el apartamento. ¿Salieron? No lo creo, Kathleen me hubiese dicho. Me levante del sofá y camine hasta los ventanales gigantescos que permitían ver cada parte de Nueva York. Un día malo con esas vistas se volvería nada. Di un último vistazo hasta volverme y notar en un rincón un montón de regalos. ¿Tenia que traer regalo? Pues que pena, el regalo soy yo. Me acerque y tome uno de ellos agitandolo. Mala idea. Lo que sea que estaba dentro a los segundos sonó cómo vidrio roto por lo que lo deje rápidamente pero con cuidado en su lugar. No es como si eso fuese a reparar lo que estaba dentro, cuando lo abriera tendría que fingir mucha sorpresa. Me aleje colocando mis manos en la espalda para mantenerlas apartadas de las cosas frágiles e intente una vez más llamando a Kathleen.

 

- ¿Kathleen? -nada- ¿Alguien? 

 

Pisadas rápidas llenaron el espacio y un pelinegra con una tableta apareció en mi vista. 

 

- Allí estas. -dijo aliviada.

 

Mire a todos lados, intento descifrar si hablaba conmigo. Era los más lógico, era la única allí. Lo confirme cuando se acercó. 

 

- Zoe, asistente de Kathleen. -extendió la mano y la estreche. 

 

- ¿Asistente también? ¿Que no tiene, Kathleen? ¿Alguna vacante? -comente graciosa.  

 

Escribio algo rápido en la tableta para luego mirarme. 

 

- Siempre comentaba que no te tenia, ahora te tiene. Creo que ya está completa. Ninguna vacante. 

 

Acomode mi cabello, sin palabras. Si, O'connor cierra la boca a tus comentarios. Es momento de la seria Vega. 

 

- Bien, hmm, ¿donde está? -pregunte cambiando de tema. 

 

Tecleo una vez más y apresuradamente comenzó a caminar. 

 

- Sígueme, esta en su oficina. 

 

Avancé detrás de ella siguiendo sus pasos. Entro por un pasillo al costado del lugar que llevaba a las habitaciones y subimos unas cortas escaleras donde el sonido de un montón de voces y ajetreo golpeaba en las paredes, nos detuvimos frente a una puerta que abrio para descubrir la fuente de donde provenía tal escándalo. 

 

 - ¡Vega! 

 

Kathleen abrió sus brazos emocionada y se acercó para llevarme junto al grupo de chicas sentadas en el gran sofá. El lugar que Zoe habia mencionado era la oficina de Kathleen se encontraba rodeado de personas caminando de un lado a otro, llevando telas y demás consigo. El lugar se encontraba dispuesto para los probadores, tendederos y un par de mesas utilizadas para dar los últimos toques a los vestidos, que suponía, eran los que usaríamos las damas de honor. Era como una tienda en su apartamento. 

 

- Chicas, esta es Vega. -me presento Kathleen- Vega, ellas son Tessa, Kelly, Erica y Amanda. 

 

Mire a las chicas en el orden que Kathleen las señalaba. Tessa era una castaña de ojos grises y rostro angelical, Kelly era una pelinegra de grandes ojos azules, y por ultimo, Erica y Amanda eran un par de rubias de ojos azules con facciones diseñadas por los mismos dioses. Sonreí a las chicas un poco incomoda por su extensivo escrutinio, a lo que respondieron con el mismo gesto luego de observarme de pies a cabeza. 

 

- Es genial conocerte. -me hizo saber Kelly cuando tomaba asiento en la punta del sofá. 

 

- Concuerdo. -sonrió, Tessa- Kathleen siempre habla de ti. Ya queria conocerte. 

 

Las demás afirmaron con la cabeza en acuerdo con Tessa. 

 

- ¡Estoy tan emocionada! -expresó Kathleen- Todas mis amigas juntas, ¿estoy soñando? 

 

- No, en lo absoluto Kath. -hablo Amanda, por primera vez. 

 

- Esto es genial. -nos dio un vistazo a todas antes de aplaudir emocionada- Hoy escogeremos los vestidos de dama de honor y traje una pequeña ayuda, ¿Marion? ¿Puedes venir?  

 

Llamo por sobre su hombro y de inmediato las personas en el lugar  dejaron de trabajar. Una mujer alta y estilizada salio del montón de telas caminando hacia nosotras cómo si estuviera en la mismísima pasarela de la semana de la moda. 

 

- Chicas. -saludo con una gran sonrisa- Hoy estaremos escogiendo el vestido perfecto para ustedes y por eso les pido que tengan mente abierta y prueben cualquier opción. Quizás la que más odien a primera vista terminará siendo la pieza adecuada. Pónganse de pie, caminen por las estaciones y cada una elija un vestido. -abrió sus brazos mostrando todo el lugar- Adelante, chicas. 



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En el texto hay: amorverdadero, venganza, boda mentiras secretos

Editado: 16.06.2020

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