La burla

Tener dieciséis años y querer entregarte a un chico solo porque te trataba diferente al resto, es la mayor estupidez que una puede cometer en la adolescencia. Acepto que, no aplica en todos los casos, y yo no soy parte de ese grupo; quiero decir, el que toma buenas decisiones, o tomaba.

Aun recuerdo esa noche... Ni siquiera lo dudé. Eddie era todo lo que una chica quería o buscaba. Por mi mente no pasó que pudiera voltear a verme, el día que entró por la puerta de mi casa, casi que pude ver un aura resplandeciente a su alrededor, y esa es la primera señal de que no es el indicado.

Mi hermana tenía seis meses de casada —tres más de lo que mi padre tenía de fallecido— y aprovechándose de la vulnerabilidad de mi madre, llegó pidiéndole asilo, pero no llegaron solamente ellos dos, llegaron con el hermano de Eddie, el cual al principio era indiferente conmigo, pero amable.

Supe que la estadía de mi hermana no sería por algunos días, sino que era algo temporalmente largo; de un año. Así que, Eddie empezó a asistir a la misma escuela que yo, la misma donde todos se burlaban de mí por mi gran figura, y mi peso.

Todo cambió, el día que unos chicos me arrojaron espagueti en la cara. Sabía cómo lidiar con ello, no era la primera vez, me estaba haciendo fuerte ante esos ataques, los ignoraba y creo que eso les enojaba más, pero tenía que llegar Eddie y defenderme para bajar la guardia. Fue amable, muy amable, hasta que esa amabilidad se convirtió en coqueteos de su parte, mismos que empecé a corresponder, y posteriormente comenzamos una relación a escondidas.

Fue entonces que, después de seis meses, decidí entregarme a él. Estábamos en mi habitación, lo teníamos todo planeado. Ya estaba frente a él, pero lo noté inseguro y me contagió aquello, haciéndome dudar por primera vez de mi cuerpo después de mucho tiempo..., exactamente desde que comenzó a hablarme.

—Irene... —dijo vacilante—, creo que mejor no.

—Mejor no, ¿qué? —inquirí con temor.

—Creo que mejor no deberíamos continuar con esto, no está bien —dijo, nervioso.

—¿Estás arrepintiéndote? —Yo estaba más que segura de que quería hacerlo, no entendía su actitud—. ¿Es por mi cuerpo?

—No, Irene. Tu cuerpo no tiene nada que ver, eres hermosa, pero no creo que... —No quería escuchar más, llevaba una bata de baño, así que hice que se callara quitándome la bata, dejando mi cuerpo expuesto. Había comprado lencería, una bonita, solo para él, y en ese momento su expresión me confirmó que había elegido la correcta.

Se acercó a mí, y levanto la bata del piso, lentamente, paseando su mirada en mi cuerpo. Me miró desde abajo, en cuclillas, y me gustó el brillo de su mirada, pero no fue lo único que brilló. Flashes provenientes de la ventana de mi habitación, llamaron mi atención. No sé cuántos eran, pero reían.

Tomé tan rápido como pude la bata de las manos de Eddie, y él, se acercó a la ventana para cerrar las cortinas.

—¡Largo de aquí! —Les gritó, pero logré escuchar como uno de ellos dijo: «Bien hecho Eddie» entre risas.

Él lo había planeado todo. Fui su burla..., y se lo facilité.

—Irene —se acercó, pero ya mi dignidad estaba pisoteada, no lo miré—, perdóname, te juro que no era mi intención. Te dije que no era lo correcto...

—Vete... —musité, pero él no me escuchó, creo. Siguió pidiendo disculpas, pero no podía ni mirarlo, mucho menos creerle—. ¡Vete de mi habitación! —exclamé sin importar si alguien escuchaba. Él permaneció en silencio, y salió de mi espacio. Cerré la puerta y lloré toda la noche, hasta quedarme dormida.

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ISBN 9798853064850

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Primer borrador: 04/02/2022