Una chica curvilínea | Bilogía Complejos I | Finalizada

4 Confía en mí

—Parece que para ellos llevarse bien no es problema —menciona Asher rompiendo el silencio entre nosotros.

Mary y Collin caminan unos pasos por delante de nosotros sin prestarnos mucha atención. Ella le platica muy emocionada sobre sus superhéroes favoritos, y él le sigue el hilo.

—Eso parece —digo tratando de sonar normal—. Creo que ella no se lo esperaba.

—¿La compañía?

—Sí, pero que esa compañía sepa de lo que ella habla. No se lo esperaba.

—Creo que, lo que necesitas en la vida, llega cuando no lo esperas. ¿No crees? —Me atrevo a mirarlo y creo que es consciente de que tiene toda mi atención, pero no me regresa la mirada.

—Sí, es verdad —Sus labios intentan contener una sonrisa, pero parece que le cuesta hacerlo.

Se ve tan seguro de sí mismo, caminando con las manos en los bolsillos de su pantalón sin dejar de observar a nuestros amigos.

Me pregunto qué estará pensando.

Eso no dura mucho porque entonces voltea de repente dándome un susto por no prevenir que me regresaría la mirada de esa manera tan repentina. Camino centrando mi mirada en el piso totalmente avergonzada por verme sorprendida, cuando de pronto él toma mi mano al tiempo que detiene el paso. Me detengo también y me atrevo a mirarlo nuevamente, sintiendo que todo a mi alrededor se detiene.

—Espera unos segundos —pide en voz baja, pero no comprendo; y con estos nervios, mucho menos voy a comprender—. Ellos no se han dado cuenta y no lo van a notar —menciona observando que ellos continúan caminando centrados en su conversación sin notar que nos hemos quedado atrás.

—¿Es en serio, Mary? —susurro, porque a veces me da por hablar sola.

—Vamos —pide retomando de regreso el camino por el que venimos.

—Pero ellos...

—No se darán cuenta, vamos —No lo pienso más y camino a su lado mirando por encima de mi hombro; tiene razón, ellos ni siquiera voltean.

Caminamos en silencio hasta doblar la calle, y observo nuestras manos que siguen tomadas.

Él me observa, pero no me suelta.

—No te molesta, ¿o sí? —pregunta levantando nuestras manos entrelazadas.

—No, es solo que... Ellos definitivamente no se dieron cuenta —suelto cambiando la conversación.

—Se olvidaron de que el mundo gira. ¿Qué te parece si hacemos lo mismo? —propone, pero mi cara refleja no comprender lo que quiere decir.

—Pe-pero...

—Vamos, Irene. No tengas miedo.

«No tengas miedo» Es lo que basta para hacerme sonreír. Su sonrisa y su seguridad tienen algo que me transmite confianza.

—¿A dónde vamos? —pregunto sin tener una idea de qué es lo que se le ha ocurrido.

—A olvidarnos de que el mundo gira, pero desde las alturas.

—¿Qué? No, espera... —Esa valentía se esfuma porque le temo a las alturas, y frente a mí se encuentra la estación del teleférico; detengo el paso junto con él—. ¿Pretendes que me suba a esa cosa?

—¿Te da miedo? —inquiere preocupado y obviamente asiento sin poder decir una sola palabra—. Estarás conmigo, no va a pasarte nada.

—Es que, precisamente, eso es lo que sucede. No te conozco.

—Soy Asher, creí que nos habíamos presentado anoche.

—Eh... no me refiero a eso...

—Vamos, Irene. Confía un poco, no te decepcionaré —Me sonríe con tanta seguridad que, no entiendo como carajo, no me puedo seguir resistiendo.

Doy un paso y lo sigo con más calma.

Cuando estamos dentro de la estación, subimos al ascensor donde no puedo evitar sujetarme con fuerza de un pasamanos que hay dentro. Asher me mira ladeando su cabeza con curiosidad. Cuando el ascensor se detiene, él me ofrece nuevamente su mano al ver que no me muevo de mi lugar. Estando en piso firme, no se siente tan mal si no hay nada a mi alrededor que me recuerde la altura en la que estamos.

Ambos entramos a uno de los teleféricos que avanza lentamente, y es como cuando tienes que sincronizarte con el primer peldaño de las escaleras eléctricas —que habitualmente evito usar, salvo que sea realmente necesario—, y nos sentamos escuchando las indicaciones de una de las chicas que trabajan aquí: «No pararse» «No pasarse de un asiento a otro» «No balancearse» y otras más a las que no les presto mucha atención porque el miedo no me abandona, solo se debilita cuando Asher habla.

—Esto es una locura —digo fijando la vista en el piso, sentada frente a él.

—De la que podremos reírnos en el futuro —asegura después de que la chica cierra la puerta.

—No sé por qué hago esto —Cierro mis ojos apretándolos tan fuerte en cuanto el vehículo se comienza a mover.

Trago grueso y coloco mis manos a los costados en los cristales como si tuviera un superpoder que lo va a detener.

—Irene, abre los ojos. La vista es preciosa —pide segundos después, y obedezco.

«Todo va a estar bien» Me repito mentalmente una y otra vez mientras abro lentamente los ojos.




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