Una chica curvilínea | Bilogía Complejos I | Finalizada

9 Malas intenciones

Después de salir de la ducha, me encuentro con un mensaje de Asher deseándome los buenos días, lo respondo y procedo a cambiarme.

Cuando estoy lista busco a mamá en su dormitorio, pero sigue dormida y no puedo esperar a que despierte, ni la quiero despertar tampoco. Debe sentirse cansada. Camino apresurada al auto de Mary, y nos vamos rumbo al trabajo.

—No vas a creerlo, Irene —anuncia Mary emocionada.

—¿Qué cosa? —inquiero trenzando mi cabello con apuro.

—Collin y yo vamos a salir después del trabajo —canturrea contenta como un pajarillo.

—¿No tiene guardia con Asher?

—No lo sé. Dijo que pasará a verme y pues obvio no nos quedaremos con Lorenzo. Quiero ir a la pizzería de Leo. No me cree que allí venden la mejor pizza italiana.

Justo cuando le quiero responder algo, el celular suena.

Pensando que se trata de Asher, lo tomo para responder rápidamente, pero no es él. Es el señor Lidell.

—¿Diga? —Mary me ve por un momento con el ceño fruncido y regresa la mirada al frente.

—Ah, señorita Basso. Lamento molestarla, pero no me responden en su casa.

—¿En mi casa?

—Sí, su mamá me pidió que fuera hoy a su casa para ver unos asuntos relacionados con la pensión del señor Basso, pero se me ha averiado el auto y quería avisarle que tardaré al menos una hora más. Me apena mucho esta situación con su mamá.

—A ver, espere... Señor Lidell ¿Mi mamá se lo pidió personalmente?

—Sí, bueno, no directamente. Su hermana, la señora Analí Basso me contactó y me dijo que su mamá le pidió que me citara.

—Pero ¿ella no fue a verlo hace tres días?

—Sí, hizo unos cambios en su testamento y justo pude agilizar el trámite con el juez. Necesito la firma de su mamá para que quede asentado el acta en el expediente.

—Entiendo.

—Bien, debo colgar. El chico del taller ha llegado, en cuanto terminen iré a la cita. Que tenga buen día, señorita Basso —No me deja ni responder cuando ya terminó la llamada.

Volteo completamente desconcertada a ver a Mary.

—¿Qué pasó? —pregunta con curiosidad.

—El señor Lidell dice que mamá fue a modificar el testamento.

—Pues..., a menos que lo que dijo la araña que tienes por hermana sea cierto, no veo por qué otro motivo lo haría tu mami.

—Ayer que llegué a casa, la encontré en la habitación de mamá, buscando en uno de los cajones. Dijo que buscaba una crema, lo cual no le creí.

—Irene... ¿Y si están buscando las escrituras de la casa? Seguramente pretenden quedarse allí.

—No creo. Las escrituras ni siquiera las tiene mamá, yo las guardé en una postal del banco.

—Pues todo esto es muy sospechoso, Irene. Llegan a tu casa a instalarse, pero no como suelen hacerlo porque cargaron a Eddie con ellos. Dice que está embarazada, y tu mami comienza a portarse muy diferente.

—Desde ayer que la veo dormida —Comienzo a pensar mal.

—Irene, no quiero sonar tan drástica, pero... —Le cuesta terminar, pero lo comprendo porque también lo estoy pensando.

—¿Crees que deba regresar y asegurarme de que respira? —inquiero con temor.

—Sería lo más lógico. ¿Nos regresamos? Yo le aviso a Lorenzo.

—Sí, será mejor.

Mary no lo piensa más de una vez, y retorna. Una vez que nos acercamos, le pido que me deje una calle antes para no evidenciarme y averiguar qué traman.

Cuando me acerco un poco a la casa, veo al señor Lidell bajar de un Uber; eso intuyo porque no es su auto. Espero a que entre a la casa y tras esperar cinco minutos, decido hacer mi aparición. La cara de Analí me dice que no está haciendo nada bueno.

—Ah, señorita Basso —saluda el hombre sin sorprenderse por mi llegada—. Finalmente, iban a tardar más en el taller y llamé, pero esta vez sí me respondió su hermana. Ellos fueron tan amables de enviarme un Uber.

—Qué conveniente. Llegó demasiado rápido, no tiene ni veinte minutos que hablamos.

—Sí, afortunadamente el conductor estaba a tres minutos.

—¿Qué haces aquí, Irene? —cuestiona Analí sin importarle sonar grosera—. ¿No se supone que trabajas?

—Bueno, me he dado el día libre. ¿Te molesta?

—¿Dónde está la señora Basso? —pregunta el hombre mirando a todos lados.

—Qué pena, señor Lidell —responde mi hermana con un tono de voz fingido—. Mi madre se ha encontrado últimamente mal de salud.

—Vaya, qué mal escuchar eso.

—Sí, verá —Comienza Analí a explicar—. El asunto es que, ella se encuentra indispuesta, pero no se preocupe que yo puedo firmar esos papeles —ofrece.

—No, no puedes —intervengo.

—Sí, sí puedo —replica cambiando nuevamente el tono ridículo de tener el control—, soy la mayor y puedo tomar decisiones por mamá si ella está indispuesta




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