Una chica curvilínea | Bilogía Complejos I | Finalizada

12 El cuarto de descanso

—¿Por qué no me habías contado de ese muchacho, Ranita? —pregunta mamá después de que Asher se fuera. Estuvimos conversando un buen rato con mamá, él le agradó mucho, pero entonces tuvo que irse. Su turno iba a comenzar y se notaba que le faltaba dormir, me sentí tan culpable por eso.

—Sí iba a contártelo, mamita. Es solo que, las visitas inesperadas llegaron y no pude hacerlo.

—¿En verdad es tu novio, Ranita? —inquiere mamá con un tono de complicidad que logra sacarme una tímida sonrisa.

—Eso creo. Es decir... Lo estamos intentando. ¿Crees que hago lo correcto? —cuestiono con duda.

—Te he visto diferente el tiempo que estuvo aquí, así que sí. Sé que haces lo correcto.

—¿Cómo así? ¿Diferente en qué forma?

—Sonríes más, tus mejillas se ponen coloradas y te veo relajada. Lo miras como si fuera una obra de arte, y él hace lo mismo. Esas son señales de que el amor ha tocado a tu puerta —canturrea, poniéndome nerviosa.

—¡Mamá! —exclamo avergonzada.

—¿Por qué no lo invitas a cenar cuando tenga un día libre? Los doctores tienen poco tiempo libre —menciona pensativa.

—¿Crees que sea buena idea invitarlo con Analí en casa?

—Ella no tiene por qué arruinarlo. Si no quiere estar en esa cena, tienen una habitación para ellos.

—Se lo diré entonces. Le diré que ya se ganó a esta señora hermosa.

—Se ve que es buen muchacho, y una madre nunca se equivoca.

—Una madre, y las mejores amigas —aclaro—. Es como si tuvieran un superpoder.

—Y eso está bien, Ranita. Me gusta verte feliz y estoy segura de que a Mary también. Un día no estaré y...

—No, mamita —interrumpo—, no digas eso. Mi mundo se desmoronaría si tú me faltas.

—Ranita, yo no seré eterna. Sabes bien que un día tendré que partir.

—Pero no ahora. No puedes dejarme ahora.

—Haré el intento, te lo prometo.

—Duerme un rato. Te ves cansada.

—Te hubieras ido a casa. Yo aquí estoy mucho más que bien cuidada.

—No tengo duda de eso, pero prefiero quedarme aquí. Tú descansa, yo iré a buscar un café.

—¿Un café o un guapo doctor? —Me mira con picardía, y quiero hacerla sonreír.

—Por un café, pero si en mi camino se cruza un guapo doctor, no veo por qué no aprovechar —Lo logro, ella sonríe—. Duerme, mamita. Aprovecha que estás cansada y que no hay migrañas. Puedes descansar por tu cuenta.

—Está bien. Ve con cuidado, no te me pierdas mucho.

Ella se acomoda un poco en la cama, y yo bajo a la planta baja buscando una máquina expendedora de café. No quiero molestar a mamá, así que me siento donde estuve en la mañana con Mary, y bebo mi café.

El hospital está en un completo silencio que invita a pensar, a hurgar en el sitio más recóndito de la mente, ese que hace mucho tiempo atrás se encerró para dejarlo ahí enterrado. Recuerdo las risas de esos chicos, y a Eddie diciendo que ellos habían entrado a la habitación por su cuenta. Una lágrima se pasea por mi mejilla al recordar los reclamos que le hice a ese patán.

Él no tenía derecho a dejar que otros me vieran a escondidas. Él no tenía derecho a jugar así conmigo, ilusionándome para después insultarme. Él no tenía derecho a tomar mi pureza, para más tarde presumir su hazaña como un trofeo y destruirme con sus burlas. Él no tenía derecho a humillarme.

Veo que hay mucho movimiento en el pasillo que dirige a la sala de urgencias, me levanto para asomarme y ver qué sucede. Se ven muchos heridos, y realmente no es algo que quiero ver, así que doy el último trago al café y subo de nuevo a la habitación de mamá. Cuando salgo del ascensor veo a Asher concentrado en su celular recargado en el escritorio de recepción, pero su mirada se dirige inmediatamente a mí como si estuviera esperándome.

—Ahí estás. ¿A dónde escapaste? —pregunta acercándose.

—Estaba tomando café.

—Mmm, ¿café?

—Sí, ¿por qué?

—Es que, yo recuerdo haber probado un delicioso café, que no se consigue en cualquier lugar. De hecho, es exclusivo.

—¿Ah sí?

—Sí, y como que se me antoja justo ahora —Sonríe y toma mi mano—. Sígueme.

No me resisto, en realidad, camino a su lado, por algunos pasillos hasta llegar a un corredor que parece tranquilo; no se ve personal por aquí. Asher abre una puerta, y me hace entrar colocando el seguro tras cerrarla.

—¡Asher! —exclamo en un susurro mirando las literas que se encuentran en la pequeña habitación.

—Shh, nadie viene aquí a esta hora, así que nos pertenece por un rato —anuncia acortando la poca distancia que queda entre nosotros, acuna mi rostro con sus manos y me besa.

—No quiero que te metas en problemas por mi culpa —digo en voz baja.

—No pasa nada —asegura tomando mi mano, y lo sigo hacia una de las literas—. Cuando te hice la videollamada, estaba acostado justamente en esta litera.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.