Una chica curvilínea | Bilogía Complejos I | Finalizada

28 La familia no

—¿Dónde está? —cuestiono molesta, pero nadie responde—. ¡¿Dónde carajo está ese cabrón?!

—En el hotel —responde Eddie, veo a Lorenzo desesperado sin saber qué hacer, le acerca a Analí una caja de pañuelos y ella toma uno.

—Vamos, levántate —exijo a mi hermana.

—No te he venido a pedir ayu... —balbucea Analí, pero la interrumpo.

—¡Me importa un carajo! Dije que te levantes, hay que llevarte al hospital. ¿Piensas que voy a dejarte así? —Niego con la cabeza—. Anda, levántate.

—Yo las llevo —anuncia Lorenzo.

Salimos por la parte de atrás del local, y permanecemos durante todo el camino en silencio. Llegando al hospital, atienden a mi hermana en la zona de urgencias.

—¿Irene? —inquiere la voz de Collin—. ¿Está todo bien? ¿Está tu mamá bien? —pregunta preocupado.

—Sí, estoy aquí por mi hermana —aviso y termino de llenar la hoja que me piden para entregársela a la señorita de la recepción.

—¿Tu hermana?

—Sí, el idiota de su marido le molió la cara a golpes y la están atendiendo —aviso, él no deja de mirarme un tanto inquieto, sé que se muere por preguntarme acerca de Mary, y no le voy a facilitar las cosas. Lo comprende cuando pregunta:

—Irene, ¿cómo está Mary?

—Bien —respondo secamente, él rasca su nuca y especifica—: Me ha bloqueado de sus contactos, no le llegan mis mensajes ni mis llamadas.

—Yo hubiese hecho lo mismo, quizá —sincero, sin titubeos.

—Sé que no hice las cosas bien, soy consciente, pero necesito hablar con ella.

—¿Y qué haces hablando conmigo?

—Eres su mejor amiga, casi su hermana. Por favor, ayúdame un poco para que me escuche.

—Collin, lo que hiciste no estuvo bien. Quiero decir, no tienes derecho a juzgarla por con quien se acostó una o dos noches, es su vida privada y así debió permanecer. Mejor pregúntate que tipo de persona es ese sujeto que la expuso, porque hombre no es.

—Lo sé, lo sé..., cometí un error y muy grande, quiero remediarlo. No sabía que ella se había vuelto tan importante para mí, hasta que se fue sin dejar que le diera una explicación.

—¿La tenías?

—No, pero podía..., no sé, intentar explicarlo, decirle lo que siento.

—Las palabras en realidad no son las que importan mucho, Collin. Son los hechos.

—Ella me bloqueo de inmediato, tengo miedo acercarme a la pastelería, o a su departamento y que no me escuche.

—Pues, son riesgos que tal vez tengas qué decidir tomar —digo tratando de ser lo más empática que puedo—. Debo irme, quiero ver qué pasa con mi hermana.

—De acuerdo, y gracias por escucharme. Entiendo por qué Asher te ama tanto, eres tan genial —dice haciéndome sentir extraña con solo escuchar ese te ama.

Asiento sin saber qué más decir, y me retiro a buscar a Analí.

—Siempre se puede hacer algo bien, Principessa. Las personas se equivocan y es porque nadie es perfetto, pero existe el arrepentimiento —Escucho decir a Lorenzo tras la cortina que los divide de otras camillas.

Niego con la cabeza y corro la cortina.

—¿Cómo te sientes? —pregunto a Analí, pero no me responde, así que miro a Lorenzo y le digo—: ¿Nos das un segundo, Lorenzo?

—Claro, ragazza mía. Estaré afuera si necesitan algo —Asiento y dejo escapar un suspiro al ver que mi jefe besa las puntas de sus dedos y las coloca sobre la mejilla de Analí con mucha delicadeza, después se va y corro la cortina nuevamente.

—¿Tienes a dónde ir? —pregunto consciente de que no.

—¿Te parece que tengo a dónde ir? —cuestiona a la defensiva a modo de respuesta.

—Tendrás que buscar entonces.

—Sí, claro, porque solamente tú decides quién entra y quién no a la casa. ¿Cierto?

—No, Analí. ¿Cuál es tu problema? —inquiero sin rodeos, debemos aclarar todo esto de una vez.

—Que siempre eres tú la que se queda con todo, Irene. Dime, ¿qué tengo yo que mis padres me hayan dado?

—No, alto. Pudiste tener todo y lo dejaste por irte con él.

—Sí, claro, ahora dímelo, vamos. Solamente espero eso.

—¿Decirte qué?

—Que ustedes me lo advirtieron, que me dijeron cómo era Carlos.

—Pues no. Al menos yo no tengo qué decirte nada. Fue tu elección irte con él, pero si papá y mamá veían algo malo en ese sujeto, no fue por fastidiarte, sino porque querían lo mejor para ti.

—Sí, claro..., lo dice la que siempre tuvo atención de ellos. ¿Qué mierda iban a querer para mí si siempre buscaron lo mejor para ti?

—¿Por qué me odias tanto, Analí? Somos hermanas, nunca fui tu enemiga.

—Pues actuaste como tal.

—¿Por qué lo dices? Nunca hice nada en tu contra.

—Siempre tuviste la atención de ellos, todo Irene, todo era para ti; la atención, las juntas en la escuela, las salidas al supuesto médico. ¿Crees que me tragaba ese cuento?




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