Una chica curvilínea | Bilogía Complejos I | Finalizada

31 Imprudente

Desde que he intimado con Asher, voy tomando confianza en mi persona. Me gusta su trato, y no es algo que creí que pudiera durar. Tal vez fui muy dura al pensar que solamente quería jugar conmigo.

El bip bip del celular comienza a sonar, y de pronto escucho silencio. Una caricia es suficiente para saber que él está despierto. Sonrío al sentir su mano que se desliza con delicadeza desde mi cadera hasta mis pechos, y un beso en mi cuello hace que un cosquilleo inquieto recorra mi cuerpo.

—Buenos días, Corazón —susurra en mi oído.

—Asher... —musito acelerando la respiración al sentir que su mano abandona mis pechos para dibujar con la punta de sus dedos una línea que termina en los pliegues de mi intimidad.

—¿Quieres que pare? —pregunta y por supuesto que niego con la cabeza—. Genial, porque sería una lástima que desperdiciáramos estas ganas.

—Totalmente de acuerdo —coincido al sentir que se pega más a mi espalda.

¿Alguna vez imaginé que iniciaría el día de esta manera? No, ni en mis más pervertidos sueños. Sí, soy demasiado inocente.

Después de que ambos comenzáramos el día tan maravillosamente, me es imposible conciliar el sueño después de que él se va. Cuando bajo, ya no hay nadie. Todos se han ido y en cuanto Mary pasa por mí, le cuento todo lo que ha sucedido.

—¿Cómo está Analí? —pregunta Eddie en cuanto me ve llegar.

—No creo que te importe mucho si no hiciste nada por ella. Dile al maldito bastardo de tu hermano que, si vuelve a acercarse a mi casa, lo va a lamentar desde la cama de un hospital —advierto molesta y me retiro a hacer mis labores.

En todo el día no me vuelve a hablar, pero me dedica miradas que no me molesto en corresponder.

Finalmente, el turno termina y veo a Mary alistándose detrás del mostrador.

—¿Sales y no me invitas? —reclamo porque sé que esa arregladita de cabello es una salida.

—Ay, Irene. Conocí a un chico genial anoche y vamos a ir a bailar —dice moviendo las caderas con evidencia.

—Entonces, ¿puedo asumir que ya te encuentras mejor?

—Sí, por supuesto que sí. Te dije que no me quedaré a llorar.

—¿No has hablado con él?

—¿Para qué? No vale la pena si nunca me tomó en serio.

—Lo bloqueaste.

—Sí, por mi estabilidad emocional. Es decir, aún no soy tan fuerte como creo, y bloquearlo mantiene lejos ese impulso de escribirle o llamarle.

—De acuerdo.

—Y por favor, Irene, si ese sujeto se vuelve a acercar, no te enfrentes, llama a la policía. No digo que no esté bien que defiendas a la mujer que hizo de tu vida un infierno y pisoteó tu autoestima —dice con evidentes celos, pero ella no sabe que jamás dejaría de verla a ella como una hermana, aunque no lo sea, que Mary estuviera a mi lado desde mi adolescencia es algo que jamás me daría el lujo de menospreciar—. Pero no te expongas así. Que se lo lleve la policía.

—De acuerdo —Ambas cruzamos la puerta hacia la calle, y nos encontramos con un Collin realmente mal; se ve ojeroso, desaliñado y no se ha molestado en rasurarse.

Me pregunto si le permitirán eso en el hospital.

Él nos mira alternadamente, para finalmente centrar su mirada en ella, que claramente está sorprendida, pero se está esforzando por mantenerse bien.

—Mary, tengo que hablar contigo —pide con la voz entrecortada y realmente hace que me sienta mal, aun cuando no puedo hacer nada por él.

—No creo que haya nada de qué hablar —responde sin mirarlo, busca en qué distraer su mirada—. Ya fuiste bastante claro la última vez que cruzamos palabras.

—Pero, Mary. Esa no es toda la versión. No me dejaste explicar nada.

—¿Qué ibas a explicar? Lo que vi tenía ya su propio contexto y me dejó claro lo que estuve haciendo contigo todo el tiempo.

—No, no es así —insiste—. No puedes juzgarme por eso...

—¿Y tú sí podías juzgarme por un imbécil que necesitaba dar su opinión sobre mí para sentirse hombre? —Es cuando se atreve a mirarlo y temo porque ella se derrumbe.

No quiero verla en el estado que se encuentra él, sufriendo así, por amor. Porque es claro que él se enamoró, pero no se dio cuenta hasta el último momento.

—No, y en verdad lo lamento. Si me escucharas...

—Lo siento, tengo otras cosas qué hacer —interrumpe ella al ver que un chico bastante guapo se acerca; debe ser su cita de esta noche.

—Hola —saluda el recién llegado—. ¿Lista?

—Sí, siempre —responde ella, me da un beso en la mejilla y se acerca al chico que ha venido por ella.

—¿Está todo bien? —inquiere, pues se nota que el ambiente aquí no es el más ligerito que puede haber en una situación así. Mary le dice que sí, que todo está bien.

Veo que Collin claramente sufre, su mirada lo delata, ruedan algunas lágrimas de sus ojos. No transcurre siquiera un minuto, cuando los alcanza y separa al chico que ya lleva abrazada a Mary de él.

—Vamos —ordena Collin sujetando la mano de Mary, pero el chico no se lo permite. Sujeta a Collin por el hombro para girarlo hacia él y le pega en la cara.




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