Una chica curvilínea | Bilogía Complejos I | Finalizada

32 Pizza

Deseaba en verdad que la semana se quedara congelada, pero no era posible.

Analí tiene de algún modo el mismo ángel que mamá cuando resulta que decide ser agradable con el mundo. Se lleva genial con Peter, y ha pasado mucho tiempo con mamá, lo cual en verdad me da gusto. No hablo mucho con ella, es como si fuéramos desconocidas, pero a la vez no. Un «hola, buenos días, descansa» es lo que existe en nuestro itinerario de conversación.

El departamento de Asher huele a encerrado y humedad, así que abro todas las ventanas que encuentro para que se ventile todo.

—¿Crees que al final se den una oportunidad? —pregunto a Asher mientras terminamos de organizar la cocina, pues aquel día que Mary permitió a Collin explicarse, no me comentó mucho de en qué habían quedado.

—Yo los vi relajados. ¿En serio ella no te dijo más?

—No. Pero he visto a Collin en la repostería con playeras estampadas de Batman. Cruzan si acaso un: «hola, ¿cómo estás?» Pero muy vago, se siente dolor en las palabras de ambos.

—Collin es todo un caso. No creo que así la convenza.

—La verdad es que yo le doy el beneficio de la duda —confieso.

—¿A ella o a él?

—A ambos, Mary adora DC y un Marvel como él debe estar sufriendo por ponerse algo del caballero de Gotham.

—Parece que tenemos otra fan por aquí.

—No, pero con una Mary así de obsesionada, es difícil no conocer ese mundo.

—Bien, pues parece que hemos terminado —anuncia Asher dejando un vaso de cristal donde bebió agua sobre una encimera.

—¿Irás ahora por Peter? —pregunto al tiempo que él se acerca para apresarme entre su cuerpo y la otra encimera.

—No, dijeron que se irían a comer pizza. Creo que va a querer quedarse por hoy en casa de tu mamá, y ya mañana haremos la mudanza de él.

—Bien, es bueno saber que no somos incluidos en su cena —reniego falsamente.

—Eh, en realidad sí hubo invitación.

—Está bien..., lo más seguro es que fueron a las pizzas de Bartolo y me encantan. ¿Por qué no estamos de camino con ellos?

—Porque le dije a tu mamá que nosotros tendríamos nuestra propia cena aquí, y sé lo mucho que adoras las pizzas de Bartolo, así que he pedido servicio a domicilio —Y justo en este momento, suena el timbre—. Ya está aquí.

Busco un par de vasos y platos para llevarlos a la sala. Se escucha una breve discusión, como susurros, hasta que estoy lo suficientemente cerca de la puerta para darme cuenta de que es esa vecina fastidiosa que trae la caja de pizza en la mano. Ni siquiera se ha dado cuenta de que estoy cerca porque parece que se invitó a entrar sola, pero Asher no se quita de la puerta en señal de que no la está invitando a pasar.

—Solamente quería darte la sorpresa, Ashito... —Ridícula ¿Ashito? ¿Es en serio?—. Vi una buena oportunidad para que podamos acercarnos nuevamente, es decir, parece que ya tienes tiempo de sobra. Y el repartidor se fue contento con la propina que le di.

—No, en realidad mi tiempo es limitado, y trato de que ese tiempo abarque entre mi carrera, mi hermano y mi novia.

—¿En serio esa tipa es tu novia? Te creía de gustos más selectivos.

—Bueno, se fijó en ti alguna vez, dudo que haya sido muy selectivo en ese entonces —Me atrevo a interrumpir dejando a la tipa boquiabierta—. Aunque supongo que el abuso de estupefacientes nubló su juicio, eso es comprensible.

—¿Vas a permitir que esa..., enorme chica me hable así? —Me apresuro a dejar lo que traigo en las manos sobre la mesa, y regreso.

—Él no me controla, cariño —Quito de sus manos la caja de pizza y regreso a la mesa para dejarla ahí.

—Creo que es mejor que te vayas... —dice Asher cuando ya estoy de regreso en la puerta dándole empujones para sacarla casi a la fuerza.

En cuanto ella sale, Asher cierra la puerta y se encoge de hombros.

—A veces ser todo un caballero tiene sus límites, mi bello doctor —Regreso a la sala con él, alcanzándome el paso, totalmente sonrojado por cómo lo llamé.

—Sí, tienes razón. Trataré de ser grosero de vez en cuando si lo amerita, pero solo con una condición.

—¿Cuál?

—Que me vuelvas a llamar así.

—¿Mi bello doctor?

—Sí, es tan..., lindo y sexi a la vez. ¿Sabes? Quiero que lo digas, pero mientras tú y yo...

—¡Asher! —exclamo avergonzada porque sí, aún me pone nerviosa.

—Vamos, dilo —pide con anhelo.

—Está bien, definitivamente no —bromeo, porque me ha gustado llamarlo así.

—Vamos, Corazón. Me hace sentir bien.

—¿Ah sí?

—Sí..., y creo que me siento mal ahora. Vamos, tú tienes el poder de hacerme sentir bien.

—Qué chantajista.

—Un poco. Vamos, dilo.

—Te amo, mi bello doctor —digo esperando que no se aparte, su mirada se vuelve seria.




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