—Me atrevo a pensar que su éxito era algo ya prestablecido.
—Puede ser.
—No creía que fracasaría, ¿Verdad?
—No es que no lo creyera, no me importaba. Eso me hizo inmune, por así decirlo.
—Pero sabía que algo sucedería con eso. De lo contrario, lo hubiera dejado.
—Nunca pensé en dejarlo. Cuando arranque, no podía parar. Era una forma de obstinación, de negligencia, una locura a fin de cuentas y eso está bien.
—¿Volverse loco?
—¡Claro! En este puto mundo tan insano, la única salvación es esa, o ser un vejete amargado y reprimido.
—¿Ese no es usted? He escuchado comentarios.
—¡A la mierda tus comentarios! —Gritó el viejo, encolerizado y rabioso— No soy para gustarle a los demás.
—Aun así —Dije en tono pacífico y calmado—, hay muchos que nos agrada.
—A la mierda ustedes también.
—Usted no fue de muchos amigos, ¿Verdad señor C?
El viejo me miró. Casi nunca me observaba para responder y este gesto me indico que la pregunta le incomodaba de una y otra forma.
—No me hacían falta.
—Pero nunca estuvo solo del todo.
—Oh no, eso es peligroso. Me gustaba estar solo, pero no del todo. Tenía la cerveza, la música clásica, los gatos. Siempre había algo y esto ayuda a mantener el control.
—¿Cómo le hacía para mantener ese control?
—No lo sé, mierda. Me hablas como si tuviera la respuesta correcta para todo. Simplemente me limitaba a obtener lo que deseaba, eso es todo.
—¿Y cómo se hace para saber que se desea?
Ante esta pregunta, el viejo me miró largo rato, mientras bebía y daba caladas a su cigarrillo.
—Es imposible satisfacer los deseos de los hombres. Siempre desee muchas cosas, en la mayoría de las ocasiones mi ser estúpido y egoísta me impedían obtener eso, como una buena mujer, un lugar fijo donde llegar todas las noches después de las borracheras o donde caer muerto, finalmente. Después recordaba que todo esto era algo efímero y que lo realmente importante era lo que se hacía con el tiempo que pasaba, que transcurría frente a ti mientras seguías rascándote el trasero.
—Pero usted se la pasaba en el sofá, en la silla o en la cama la mayor parte del tiempo.
El viejo me miró, una vez más, por largo rato.
—Sabes muchas cosas.
—Culpa suya.
—Sabía que no debía dejarte entrar.
—Ya estamos.
—Eso pasa cuando dejas que los malditos lectores se tomen atribuciones.
—¿Le molestan seguido sus lectores?
—¡Mierda! ¿Qué si molestan? Pareciera que no tuvieran más oficio. Me parece increíble que sean tan obstinados e insistentes.
—No me considere usted un fanático, selo ruego.
—Eso depende de usted.
—Aun así, sabe sacar ventaja de dichos seguidores.
—¿A qué se refiere? —Dijo el viejo frunciendo el ceño y vivamente interesado.
—Los dos sabemos a qué nos referimos —Dije.
El viejo lo sabía, solo que se hacia el desinformado.
—Eso es pura casualidad.
—Puede ser, ¿Buscaba ese propósito cuando publicaba?
—Ya dije que todo era casualidad —Mencionó el viejo en tono frio e indiferente, como saliendo del paso, como quien no quiere la cosa.
—¿Se arrepiente usted de alguna de estas casualidades?
—Claro que no. Saque buenos momentos de aquello… —Anunció el viejo sonriendo por lo bajo.
—¿Se contactaban con usted con frecuencia?
—Lo suficiente para olvidar a las demás rápidamente.
—¡Vaya! —Dije vivamente sorprendido. —¿Cómo hizo para no perder la cabeza?
—Me aburría con facilidad. La mayoría sabían lo que buscaban, curiosamente yo quería lo mismo. Así que nos complacíamos mutuamente y nos despedíamos con igual facilidad.
—¡Que peligro! —Me atreví a decir con tono apremiante. — Enamorarse por pura casualidad.
—¿Qué dices? —Dijo el viejo arrugando su expresión facial. — Eso es lo mejor que nos puede pasar.
—¿Nunca le paso?
—Sabía a qué atenerme.
—Si. Usted sabía que estaba jugando con fuego, le gustaba y no temía quemarse. Aunque se quemó, ¿Verdad?
—Ciertamente.
—¿Cuántas veces?
—No lo recuerdo, perdí la cuenta.
—¿En serio? —Dije en tono perplejo— No creí que fueran tantas.
—Bueno, la verdad es que no lo fueron… —Anunció el viejo sonriendo—Terminaba enganchado la mayor parte de las veces. Pero conocía a otra mejor y todo pasaba. Me engañe muchas veces hasta terminar siendo inmune.
—Aun así, debe haber dos o tres que recuerda, que siente, que sufre. —Dije insistentemente.