Una dosis de amor

I

Los fríos días de noviembre ya se daban a relucir, el viento helado chocando contra mi rostro hacía que mi vestido se pegase a mi cuerpo mandando pequeños escalofríos a este, me había puesto un suéter de lana pues no pensé que iba a hacer tanto frío, pero de alguna manera era algo refrescante de sentir y estaba segura que podía soportarlo. Me acerqué a un inmenso portón mientras revisaba en mi celular si esta era la dirección correcta, al verificar que sí me acerqué al pequeño monitor con un timbre y lo presioné esperando una respuesta.

—Buen día. ¿En qué puedo ayudarla? —habló una voz femenina del otro lado del monitor.

—Buenos días, buscaba al señor Astley.

—¿De parte de quien?

—Eh, soy la señorita Yun, hablé con él hace un par de días, vengo por la propuesta de trabajo de niñera —expliqué .

—Oh, por supuesto. Discúlpeme.

Y en segundos, el gran portón se abrió de par en par, dejándome ver un inmenso jardín, lleno de hermosas flores que adornaban cada esquina de este, se respiraba el fresco aire de la mañana. Al llegar a la puerta principal me recibió una mujer de edad algo avanzada que me miraba con una sonrisa en el rostro.

—Buenos días —saludé nuevamente, esta vez haciendo una leve reverencia en forma de respeto. Y al hacerlo la señora me miró con un poco de extrañeza.

Recuerda que ya no estamos en Corea, MinJi.

Claro.

—Señorita Yun, pase adelante —me indicó—. ¿Se le ofrece algo de tomar?

—Un vaso con agua estaría bien.

—En seguida se lo traigo. El señor Astley se encuentra en la sala de estar, si gusta puede pasar.

—Muy bien, muchas gracias —y tomando la palabra de la señora me adentré un poco más a la casa.

Las paredes eran de un color blanco crema, y en estas colgaban hermosos cuadros que le daban un toque más antiguo a la casa, pasé por varias puertas hasta que llegué a lo que asumí, la sala de estar, pues en esta habían muebles de distintos tamaños, más decoraciones, un encantador piano transparente y toda la habitación era adornada por grandes ventanales con cortinas de color pastel.

Seguía admirando la casa cuando sentí como alguien jalaba de mi vestido, bajé mi mirada al suelo y me encontré con una niña de cabello rubio y de ojos verdes, esta llevaba puesto un hermoso pijama de mariposas, me miraba tan fijamente como si tratara de descifrar quien era o que hacía aquí, me agaché para así estar a su altura.

—Hola, preciosa —la saludé, ella al escucharme se estremeció un poco, más no me contestó—. ¿Tú eres Maggie? —asintió lentamente—. Oh, así que tu eres la pequeña princesa a la que cuidaré, ¿eh? —sugerí—. Bueno, solo si tu padre me acepta —hice una mueca, a lo cual la niña sonrió un poco.

Luego cambió su semblante a uno tímido, sus cejas se alzaron con exageración, como si cayera en cuenta de algo…

¿Usted va a cuidarme? —expresó y lo que me sorprendió no fue el hecho de que me hablase en lengua de signos, sino que me respondiera, pues se había mostrado algo reacia. Sus gestos eran un poco lentos y torpes, pero le entendía perfectamente.

Claro, bueno, solo si tu padre me contrata —volví a recalcar, con voz suave y a la vez en lengua de signos.

¿Puedes entenderme? —cuestionó, alzó de nuevo sus cejas con asombro.

Que linda es.

Sonreí con dulzura.

Por supuesto, ambas somos humanas, ¿no? Así que el hecho de comunicarnos es algo normal —le sonreí—. Pero…debo aceptar que no soy muy buena ya que no suelo practicar mucho —me disculpé.

Eres buena.

Oh, ¡¿en serio?! —llevé mi mano hacia mi boca y abrí mis ojos a más no poder, eso pareció divertirla ya que soltó una pequeña carcajada, haciéndome unirme a ella.

Después de unos segundos la pequeña salió de la habitación, dejándome sola.

—Ya veo que conoció a Maggie —oí a alguien decir a mis espaldas, me levanté rápidamente y giré sobre mis talones.

Mis ojos lograron ver a un hombre de unos treinta años, este era más alto que yo, vestía con un traje de color gris y su cabello a diferencia de su traje iba algo desordenado, sus ojos eran de un color verde, justo como los de la pequeña, estos me miraron de arriba a abajo, estudiándome.

—¿Es usted el señor Astley? —asintió—. Oh, mucho gusto, señor —dije, acercándome con una sonrisa. Extendí mi mano hacia él y la envolvimos en un apretón de manos.

—El gusto es mío, señorita Yun —dijo, educadamente—. Y más ahora al ver que se lleva muy bien con Maggie.

—Maggie es una niña preciosa e inteligente —solté sin pensarlo.

—Sin duda lo es —asintió y en su rostro se formó un atisbo de sonrisa—. Venga, tomemos asiento para hablar más cómodamente.

Seguidamente nos sentamos en uno de los sillones que estaban en la sala de estar y debo admitir que eran sumamente cómodos.

—Espero y haya recibido el correo que le envié.

—Si, señor, lo recibí y lo leí detalladamente —afirmé—. Aunque… —mencioné, dejando la frase al aire mientras miraba por donde había salido la pequeña.



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En el texto hay: romace, nostalgia, psicologia

Editado: 04.09.2024

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