Las hojas caídas, los colores cálidos en los parques y el aire que comienza a sentirse más crujiente, daba a relucir la mejor época del año, el otoño, la fría brisa chocaba contra mi rostro haciendo que mi vestido se pegase a mi cuerpo mandando pequeños escalofríos a este, me había puesto un suéter de lana para cubrir un poco mis hombros, sin embargo, no pensé que fuera a hacer tanto frío, pero de alguna manera era algo refrescante de sentir y estaba segura de que podía soportarlo.
Llegué hace unos meses a Londres, mi psicóloga me dijo que sería bueno y ya era tiempo de darme la oportunidad de un cambio después de todo lo que pasó. Así que aquí estoy, enfrente del gran portón que me llevaría a las puertas de mi nuevo trabajo. Presioné el botón del pequeño monitor que se encontraba a un lado, después de un momento la voz de una mujer sonó a través de este.
—Buen día, ¿en qué puedo ayudarla?
—Buenos días, soy MinJi, hablé con el señor Astley hace unos días por la oferta de trabajo de niñera.
—Oh, claro, disculpe.
Las puertas del inmenso portón comenzaron a abrirse dejando a la vista un hermoso jardín, donde había flores de todo tipo y tenían un aroma exquisito, sonreí, sería muy lindo poder trabajar aquí. Caminé hasta la puerta principal de la mansión, porque sí, era una mansión, o debería decir una casa gigante, no lo sé, solo sabía que era hermosa. Una señora de una avanzada edad me recibió.
—Pase adelante, MinJi.
—Muchas gracias, señora...
—Wright —sonrió con dulzura—. Pero puede decirme Anne. El señor Astley está en su oficina, puede esperarlo en la sala mientras le aviso que usted ya llegó.
—De acuerdo.
La señora Wright me guió a la sala de estar y luego desapareció de nuevo. Mis ojos viajaron por toda la sala de estar, la cual, sencillamente sería toda mi casa. Había un inmenso piano debajo de las escaleras, este asimilaba ser de cristal, era simplemente hermoso. Cuadros de todos los tamaños colgaban de las paredes, pero ninguno de ellos era una foto familiar, me senté en unos de los sofás mientras esperaba que llegara el señor Astley.
—¿Le apetece un poco de café? —escuché decir a la señora Wright—. El señor Astley tardará un poco, espero no le moleste.
—No, está bien y muchas gracias por el café —agradecí con una sonrisa en el rostro.
Aspiré el aroma del café y cerré mis ojos, este olía exquisito y al probarlo supe que sabía tan bien como olía. Y mientras disfrutaba del delicioso café que la señora Wright me había traído, sentí algo jaloneando mi vestido, abrí los ojos y estos se encontraron con una pequeña de ojos verdes que me miraba con curiosidad, al verla sentí mi corazón derretirse de ternura, era tan hermosa, su cabello era rubio caía con pequeños rizos en las puntas e iba vestida con un pijama de mariposas.
—Hola, preciosa, ¿cómo te llamas?
La niña se alejó un poco de mí, agachó la cabeza y no dijo nada. Dejé la taza de café a un lado, con un poco de recelo debo admitir, y me acerqué a la pequeña. Esta pareció interesada en lo que estaba haciendo y levantó su cabeza, posando su mirada en mí. Llevé mi mano a mi barbilla, como si estuviera pensando, la niña se rió ante mi acción. Así que decidí jugar un poco con ella para hacerla reír.
—¿Acaso tu nombre es...Mariposa? —dije, tratando de adivinar, esta se rió un poco más, negando—. Hmm, muy bien, entonces...¿tu nombre es Princesa? —volvió a reír aún más, otra vez negando—. Entonces, si tu nombre no es mariposa ni princesa, tú te debes de llamar...¡Maggie!
La niña abrió sus ojos a más no poder y sonrió de la manera más linda posible, mientras asentía repetidas veces.
—Veo que ya se conocieron —una mano se extendió en mi dirección—. Matthew Astley, un gusto conocerla, señorita Yun.
Me incorporé de donde estaba y me encontré con la mirada de un hombre de unos treinta años, este me miraba con seriedad, sin ninguna emoción en su rostro, iba vestido con un traje de color gris y su cabello, a diferencia de su traje, iba algo desordenado.
—Lo mismo digo —sonreí, estrechando su mano. Y pude ver la gran diferencia de altura que había entre los dos al estar más cerca de él, era algo intimidante.
La pequeña todavía seguía en la habitación con nosotros y pude darme cuenta que los hermosos ojos que tenía los había heredado de su padre.
—Maggie, hablaré un momento con la señorita Yun, ¿te importaría dejarnos solos? —le habló con voz suave a la menor y esta solo asintió sonriente, desapareciendo de la habitación mientras daba pequeños saltos—. Al verla hoy me dejó algo tranquilo, debo admitir —escuché que decía, dirigiéndose a mí—. Ninguna otra niñera ha logrado llevarse bien con Maggie…o entenderle.
—¿A qué se refiere? —dije, pues no entendía a qué iba eso.
—Bueno, no sé si se haya dado cuenta, pero Maggie aún no habla y no cualquiera puede lidiar con algo así. Ella recibe clases de lenguaje y habla, pero…sigue sin haber resultados. Igual quisiera pedirle que aparte de su trabajo de niñera pueda ayudar a mi hija en eso también, según leí en su currículum era maestra de preescolar hace unos años, ¿no es así?
—Sí, tenga por seguro que ayudaré a Maggie como pueda, estará en buenas manos.
—De eso no hay duda.
Y por primera vez desde que había llegado a la sala de estar pude verlo sonreír y no sé si lo hacía seguido, pero sin duda debería hacerlo, sus ojos se achinaron un poco y en sus mejillas pude ver como dos hoyuelos se comenzaban a formar, su sonrisa sin duda llegó hasta sus ojos y era tan sincera y llena de alivio que no pude evitar sonreír con él.
—¿Le gustaría un recorrido por la casa? —lo escuché decir.
—Claro.
Me mostró cada espacio de la casa, comenzando con la cocina, donde se encontraba la señora Wright, luego su oficina, el baño de invitados y las otras mil habitaciones que esa casa tenía. Al subir al piso de arriba al final de las escaleras nos esperaba un largo pasillo, pero lo que me sorprendió fue un enorme retrato de una mujer en la lluvia, era simplemente hermoso de ver, ella sonreía a pesar de la tormenta a su alrededor, eso me hizo sonreír.