Una dosis de amor

II

El día comenzó fresco y brillante, hoy oficialmente era mi primer día de trabajo en la casa de los Astley, me había levantado temprano, pues me hacía mucha ilusión trabajar con la pequeña Maggie, no la conocía pero sabía que era una niña encantadora.

Bajé del autobús y comencé a caminar dirigiéndome hacia la casa del señor Astley, o mejor dicho, la mansión. Hoy me había puesto un vestido de flores color rosa pastel, con un abrigo beige y unas zapatillas del color del vestido y en el cuello llevaba una bufanda de color crema.

Llegué al portón de la mansión llamando al timbre, las puertas se abrieron y me dirigí a la puerta principal, esta fue abierta por la señora Wright.

—Buenos días, señora Wright.

—Buen día, MinJi, que linda se ve hoy.

Reí por lo bajo.

—Oh, muchas gracias, usted tampoco se queda atrás —entré—. Con permiso.

—Adelante.

Comencé a pasar por puertas y pasillos hasta llegar a la sala de estar. Hoy como primer día tenía pensado llevar a Maggie al parque, luego iríamos por helado y después veríamos que más hacer. Mis pensamientos se vieron interrumpidos ante la presencia y la voz de alguien a quien desconocía.

—Buenos días, tú debes ser la señorita MinJi, yo soy la secretaria del señor Astley, Emma Fernsby, un gusto conocerte —quedé boquiabierta cuando terminó de hablar, lo hizo tan rápido que no pude procesarlo hasta después de un momento.

—Oh, claro, un gusto conocerla, señorita Fernsby.

—Llámame Emma. La señorita Maggie se encuentra en su habitación en este momento, debes subir y darle un baño, vestirla con ropa abrigada, luego debe tomar el desayuno. A las diez tiene clase de ballet y a las once de piano. Vuelve a casa a las doce para que pueda tomar el almuerzo y luego de eso viene su maestra de lenguaje, asumo que el señor Astley ya te explicó porque tomá esas clases —dejó de hablar para tragar saliva y siguió leyendo desde la tableta que tenía en las manos—. Después de eso tiene clases de pintura a las dos y finalmente a las tres ella toma su siesta.

—Espera, espera, espera —la detuve—. ¿Esperas que una niña de tres años haga todo eso?

—Son órdenes del señor Astley —dijo, entregándome un papel donde estaban las actividades del día con sus respectivos horarios y sin más salió de la habitación.

La gente rica si que estaba loca.

Subí por las escaleras dirigiéndome hacia la habitación de Maggie, al entrar me entró un nudo en la garganta, su habitación era de color lila, todo a su alrededor era lila y colores pastel, me recordó a mi infancia, en como no pude tener todo lo que quería pues mis padres no podían permitírmelo, pero claro, hicieron su mejor esfuerzo y les estoy mas que garadecida. Maggie se encontraba dormida, ajena a todo lo que sucedía a su alrededor.

—Maggie —la llamé suavemente. Me acerqué hasta llegar a la cama—. Maggie, es hora de levantarse —la agité un poco. La niña comenzó a hacer pequeños ruidos ya que se estaba despertando, abrió sus ojos poco a poco hasta encontrarse con mi mirada, al hacerlo los abrió a más no poder para luego esconderse entre las sábanas, reí un poco ante su reacción.

Caminé sigilosamente hasta la otra punta de la cama, justo donde ella se encontraba, al no escuchar ni un solo ruido la pequeña salió de su escondiste lentamente y en cuanto menos se lo esperó me lancé sobre ella comenzando a hacerle cosquillas a lo que reaccionó rápidamente envolviendo la habitación en risas y carcajadas de parte de ambas y en un descuido la agarré en mis brazos comenzando a darle vueltas, la pequeña sonreía gustosa y alegre.

—Buenos días, princesa —la saludé, dejándola en el piso.

Buenos días.

¿Cómo amaneciste?

Bien —sonrió.

¿Lista para el día de hoy? —quise saber, a lo cual ella asintió—. Muy bien, así que ahora iremos al cuarto de baño, te bañaremos, te vestiremos y haremos una infinidad de actividades juntas —dije esta vez hablando.

Al terminar de bañar a Maggie bajamos al piso de abajo para desayunar, la pequeña iba vestida con una camisa blanca y una hermosa falda de color rosa, la cual iba adornada con brillos y cada que giraba la falda se elevaba. Al darme cuenta de algo llamé su atención.

¿Te diste cuenta que vamos a juego? —sonreí, removiendo mi vestido, el cual también era rosa. Maggie miró mi vestido con asombro y su sonrisa se hizo tan grande que sus pequeños ojos se achinaron.

—Veo que Maggie se levantó de buen humor —habló el señor Astley, acercándose a la pequeña mientras la tomaba en brazos y le daba un beso en la frente y llevándola a la mesa de comedor, donde la señora Wright se encontraba colocando los platos—. ¿Quiere acompañarnos a desayunar? —escuché que decía.

—Yo…no sé si debería.

Al dejar a Maggie sentada el señor Astley se acercó a mí.

—Permítame —me miró, mientras sacaba una silla—. Tome asiento —indicó. Mis mejillas estaban un poco rojas, podía sentir el calor de estas y sin reprochar decidí tomar asiento de una vez. Se arremangó las mangas de su camisa y comenzó a colocar los cubiertos y los platos restantes en la mesa, escuché como la señora Wright le reprochó, pero él se negó y continuó terminado de poner la mesa.



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En el texto hay: romace, nostalgia, psicologia

Editado: 04.10.2024

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