Una dosis de amor

III

Abrí los ojos lentamente dándome cuenta que me encontraba sola en la habitación, había acompañado a Maggie a su habitación para su siesta y sin querer me quedé dormida junto a ella. Me levanté de golpe buscando a Maggie, al no encontrarla en el piso de arriba la busqué en la cocina. La pequeña se encontraba comiendo un poco de fruta, felizmente.

La pequeña comiendo sola mientras su niñera dormía plácidamente, increíble.

—¿Ya ratos te despertaste? —la pequeña negó—. Lamento haberme quedado dormida, debiste despertarme, estoy aquí para cuidarte.

Lo sé, pero te veías cansada —admitió con una sonrisa.

—Awww, eres tan dulce —dije, dándole un fuerte abrazo y un beso en la mejilla haciéndola reír.

—Veo que realmente se llevan bien, ¿eh? —escuché decir a una voz grave detrás de nosotras. La cara de Maggie se iluminó y salió corriendo hacia los brazos de su papá que la cargó contento—. Hola, preciosa, ¿te divertiste hoy? —Maggie asintió enérgicamente.

—Recién se acaba de levantar. Cuando salimos de las clases fuimos a por un helado y al llegar nos quedamos dormidas —reí un poco.

¿Nos?

Abrí mis ojos a más no poder al darme cuenta de lo que había dicho.

—¿Eh? —no sabía ni que decir—. Es…yo…si, lo siento. Llevé a Maggie a la cama y me pidió que me quedara con ella y sin querer…me quedé dormida —bajé la cabeza, apenada—. Lo siento, señor Astley.

Cerré mis ojos esperando lo peor, la pequeña aún seguía en sus brazos, esta los miraba como si no entendiera porque era tan malo que su niñera durmiera un poco.

—Está bien.

—¿Qué?

—Digo que está bien, entiendo que aun no se haya acostumbrado del todo y se canse —sonó comprensivo—. Sin embargo, espero no se repita.

—Si, señor, le prometo que no volverá a pasar.

—Muy bien. Ya puede irse.

—Está bien. Gracias, señor Astley —sonreí, agradecida, hoy había sido un día magnífico, como todos los días que pasaba con Maggie, me despedí de la pequeña y salí de la habitación, estaba a punto de cruzar el umbral de la puerta cuando escuché a alguien llamarme.

—Señorita Yun —vi a un señor Astley agitando su mano con algo en ella—. Su abrigo —finalizó—.

—Oh, supongo que al final iba a tener una excusa para volver —reí un poco, bromeando y casi estuve segura de que vi como él reía suavemente.

—No necesita una excusa para volver —soltó, casi en un susurro, lo miré algo confundida por su comentario y él pareció notar que realmente lo había escuchado, carraspeó ruidosamente—. Que le vaya bien —y sin más se fue, dejándome algo atónita y sin saber porque mi corazón se había acelerado levemente ante su comentario.

Me encontraba recogiendo algunos juguetes que Maggie había dejado en el suelo, habíamos vuelto de sus clases tiempo antes y al llegar la pequeña me pidió jugar un poco con ella, tiempo después se cansó y le pidió a la señora Wright que le hiciera algo de comer, así que aproveché a limpiar un poco. Salí de su habitación dirigiéndome al cuarto de juegos con todos los juguetes en la mano, cuando de un momento a otro sentí como todos caían al suelo y retrocedía un poco. El señor Astley me miró con cara de sorpresa. Había chocado con él.

—Lo siento —dije, rápidamente, agachándome para recoger lo que había dejado caer. Su mano me tomó del brazo haciendo que me enderezara y me miró de arriba a abajo.

—¿Se encuentra bien? —cuestionó, con cierta preocupación en su voz—. Lo siento, no sabía que estaba en la habitación de Maggie, no la ví.

—No se preocupe, es mi…

—No. Fue mi error y es mi deber disculparme.

Habló tan serio que tragué fuertemente y fue entonces que noté que su mano seguía alrededor de mi brazo, me miró tan fijamente que sentí que era casi posible que estuviera leyendo lo que pensaba.

Pareció reaccionar tiempo después, soltándome rápidamente.

—Déjeme ayudarle —se agachó para recoger los juguetes de su hija.

—No es ne…

Me callé de golpe al ver que me observaba con una mirada significativa, así que simplemente dejé que me ayudara. Nos encaminamos al cuarto de juegos poniendo todo en su lugar. Estaba colocando el último juguete en el estante correspondiente, cuando la figura del señor Astley se hizo presente a mi lado.

—Permítame —tomó el juguete de mis manos, colocándolo él en su lugar y en ese momento se acercó lo suficientemente que fui capaz de sentir su calor sobre mí y su perfume inundó mis fosas nasales, enviando pequeños toques eléctricos hacia todo mi cuerpo. Su perfume era embriagante. Al notar su proximidad carraspeó ruidosamente—. Lo siento —se disculpó.

—Está bien, no pasa nada.

Claro que está bien, si lo disfrutaste.

Nos miramos fijamente un rato más, al sentir que mi corazón comenzaba a acelerarse de nuevo quité mi mirada rápidamente aclarándome la garganta.

—Iré a ver como se encuentra Maggie —dije y sin más salí de la habitación. Al hacerlo solté todo el aire que estaba reteniendo, de repente sentí como si la casa ardiera en calor.



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En el texto hay: romace, nostalgia, psicologia

Editado: 04.10.2024

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