Desde que comencé a trabajar cuidando a Maggie, pude notar que siempre se miraba decaída y temerosa después de las clases de lenguaje. Esto debería hacérselo saber al señor Astley, algo no estaba bien.
—Oye, ¿te encuentras bien? —pregunté, suavemente mientras le acariciaba el cabello, ella solo asintió—. Está bien, ven, pronto llegará Eva para tu clase de arte —y eso pareció emocionarse bastante, ya que salió hecha un rayo hacia la puerta principal.
Siempre me quedaba en la sala de estar mientras Maggie recibía su clase con su tía, Eva pedía privacidad para dejar estimular el arte en la niña… o algo por el estilo, realmente no lo sabía. Mi mirada viajó hacia el gran piano transparente que se encontraba debajo de las escaleras, me acerqué a este y me senté en la pequeña silla, coloqué mis manos lentamente en las teclas de este, dejando que un suave sonido inundara la habitación, eso me hizo sonreír un poco.
Cerré los ojos y comencé a tocar una suave pieza que había creado cuando era pequeña y sin notarlo me encontraba tarareando una suave melodía junto con las notas del piano. Fue tan hipnotizante el momento que me llevó a lo más profundo de mis recuerdos, sacándome una sonrisa mucho más amplia. La melodía pasó de algo suave a un estrépito sonido proveniente del piano cuando escuché a alguien detrás de mí.
—¿Es suya?
—¿Eh? —me levanté torpemente—. No, el piano es suyo, señor, lo siento.
Me sentía tan apenada. Después de un largo silencio escuché una risa ahogada.
—No, MinJi, me refiero a que si lo que estaba tocando era suya.
—Vuelvo y repito, señor, no era mi intención tocar su piano.
—MinJi —volvió a llamar mi atención y hasta este momento me di cuenta que me llamó por mi nombre y no como solía hacerlo normalmente—. Me refiero a la melodía, ¿era suya? Nunca antes la había escuchado.
—Ah —solté el aire que estaba reteniendo—. Sí, es mía, pero no es nada serio, la creé cuando tenía diez años.
El señor Astley levantó las cejas con asombro y abrió la boca ligeramente, mi mirada viajó hacia sus labios, estos eran algo delgados y rosas y dibujó una pequeña sonrisa ladina en su rostro.
—Así que era una prodigio, ¿eh?
—No, para nada, solo que tenía mucho tiempo libre —reí, algo incómoda y apenada, nunca había visto esta faceta de él, parecía…agradable.
—Ya veo —su sonrisa no se iba de sus labios—. No me molestaría llegar a casa y entrar escuchando esa hermosa melodía, se lo digo en serio, tiene mucho talento, señorita Yun.
¿Acaso me había halagado? Oh, Dios.
—Gracias —agaché un poco la cabeza. Luego recordé lo que había pasado con Maggie hace una hora aproximadamente—. Señor Astley, debo hablar con usted de algo importante, hoy…
—Oh, Matty, has vuelto —chilló Eva al salir de la habitación donde recibía su clase Maggie, envolviendo en un fuerte abrazo a su hermano. Interrumpiendo por completo lo que le iba a decir a su hermano.
—Hola, Eva —la saludó, besando su cabeza—. Y hola, princesa —besó las mejillas de la menor repetidas veces sacándole una sonrisa.
—Bueno, creo que ya me tengo que ir —avisé, ignorando la idea de decirle lo que había pasado, tal vez solo estaba exagerando—. Lo veo mañana. Adiós Ma…
—No, no, ¿a donde vas? Acompáñanos a cenar —me tomó del brazo la hermana menor del señor Astley.
—Eva, yo…
—Vamos, ¿si? —hizo un pequeño puchero, tratando de convencerme—. Hazlo por Maggie y por Matt.
Al escuchar su nombre el señor Astley carraspeó ruidosamente.
—Umm…
—Si quiere, ¿le gustaría acompañarnos a cenar, señorita Yun?, sería un verdadero placer tenerla con nosotros —habló esta vez el padre de la pequeña, sus mejillas tomaron un color carmesí y su voz sonaba algo aguda, él también estaba algo avergonzado, así que solo me limité a asentir.
La cena transcurrió de manera tranquila, en realidad, no tanto, ya que Eva se limitaba a reír y contar anécdotas de cuando eran niños, o mejor dicho, de cuando Matthew era pequeño.
Con que Matthew, ¿eh?
Señor Astley.
—...entonces Matt estaba a punto de darle la rosa a la niña, estaba rojo como un tomate y cuando se acercó a ella le dijo “¿Puedo darte una rosa, o crees que esta te pinchará con sus espinas? Realmente no te la daría para que te lastimara, sino porque me parece linda y es roja…como tú…digo…no que tú seas roja, sino que tú eres linda” —y sin poder resistirlo comencé a reír a carcajadas, tanto así que casi escupo lo que tenía en la boca y claro está que no era la única riendo, a excepción del señor Astley que estaba más rojo que un tomate.
—Eva —advirtió.
—Oh, vamos, Matty, es muy chistoso —siguió burlándose de su hermano. Maggie nos miraba sin entender porque nos reíamos pero la pequeña nos acompañaba en la hazaña—. Matt siempre ha sido muy tímido de pequeño, hasta incluso lento. Cuando dijo que iba a casarse me sorprendió demasiado —rió un poco más, pero la cena pareció tomar otro rumbo, ya que el semblante del señor Astley cambió por completo a uno serio y pensativo, su mandíbula se endureció, al igual que su mirada.